El coronavirus lo detuvo todo en marzo, pero no logró apagar la música en directo ni en los peores momentos de la pandemia. Desde terrazas y balcones, o en el salón de casa con retransmisiones a través de las redes sociales, compositores e intérpretes lanzaron sus canciones, que ayudaron a sobrellevar el estricto confinamiento y las insoportables cifras de fallecidos.
Tras aquellas semanas de pesadilla, la nueva normalidad se ha ensañado con la cultura, uno de los sectores más golpeados por la crisis económica que ha inoculado la Covid-19. El alud de cancelaciones de eventos ha tumbado incluso a gigantes como el Mad Cool, el mayor festival de música de España, que como tantos otros tuvo que cancelar su edición de 2020, la última que iba a celebrar en el distrito de Hortaleza.
Los espectáculos en directo han sido los grandes damnificados por las restricciones sanitarias que impiden las aglomeraciones de antaño. Sus profesionales han creado un movimiento bautizado como Alerta Roja, que en septiembre convocó unas espectaculares concentraciones en las principales ciudades españolas para reclamar a las administraciones medidas urgentes ante la “situación límite” que atraviesan más de 700.000 trabajadores tras un nefasto 2020 en el que solo se han podido celebrar uno de cada diez eventos previstos.
TIRANDO DE AHORROS
No hay que salir del barrio para encontrar ejemplos de las graves consecuencias que deja la pandemia en la música. Porretas, la banda más emblemática y longeva de Hortaleza, no ha dado ni un solo concierto desde el pasado mes de marzo, cuando lo habitual es que pase el verano girando por toda España. “En mi vida recuerdo haber estado tanto tiempo sin dar un concierto. Esto es una ruina y solo queda tener paciencia. Llevo toda la vida siendo autónomo y pagando impuestos, pero no recibimos ayudas”, afirma José Cobela, Bode, guitarrista del grupo de punk-rock, que subsiste gracias a los ahorros: el cuarteto incluso ha dejado de visitar su local de ensayo para evitar gastos.
“En mi vida recuerdo haber estado tanto tiempo sin dar un concierto. Esto es una ruida”, afirma Bode, guitarrista de Porretas
En la misma situación se encuentra David Rodríguez, músico asentado en Hortaleza y alma máter de La Estrella de David. “Se ha torcido muchísimo todo. Se han suspendido prácticamente todos los conciertos con los que pensaba ingresar algo de dinero. La cosa está fea y ha llegado el momento de tirar de los ahorrillos”, confiesa el compositor, que no se acostumbra a los nuevos formatos de conciertos con distancia entre los asistentes que ha impuesto la pandemia. “Antes de toda esta movida, el público buscaba algún tipo de catarsis emocional o simplemente quería hacer vida social. Ahora, con las medidas de seguridad, la experiencia es muy distinta y mucho más light. Es un simulacro”, sentencia.
Ningún concierto es posible sin técnicos y profesionales como los de la empresa Call & Play, creada en 1991 por Ángel Silgado en un pequeño local de la calle Arzúa. Casi 30 años después, es una de las grandes compañías de Europa en alquiler de backline e instrumentos, y los suyos pasan cada año por los festivales más importantes del país.
La sequía de actuaciones ha condenado a la mayoría de su plantilla al ERTE, porque la producción de conciertos supone hasta el 80% de la facturación de la empresa, reconoce su directora en Madrid, Amanda Hill, optimista a pesar del desastre: “Ahora vivimos más al día y no hemos pensado en el año que viene, y personalmente creo que todavía no veremos los grandes festivales como los hemos conocido, porque no se puede reunir tanta gente sin vacuna. Pero la música nunca muere, los grupos siguen sacando discos y todo el mundo tiene ganas de conciertos. Creo que todo volverá más fuerte y poco a poco todo volverá a ser como era”.
SIN PÚBLICO TRAS EL TELÓN
El coronavirus también tambalea los escenarios teatrales. A Edu Moraleda, uno de los miembros de la compañía hortalina Impro Impar, la pandemia le lastra por todos los frentes. Su obra 3 en Impro ha inaugurado octava temporada en el teatro Bellas Artes de Madrid con un tercio de los asistentes de antaño. El Espacio Fray, que la compañía inauguró el año pasado en Hortaleza, ha ido postergando su programación sucesivamente por los rebrotes. Otro espectáculo infantil que tenían listo para el teatro Luchana ni lo han estrenado. Y su escuela de teatro ha recuperado la actividad en septiembre con la mitad del alumnado.
“Muchos nos dicen que no vuelven por miedo, algunos porque conviven con personas de riesgo y no se la juegan, a pesar de que las clases las hacemos con distancia, mascarilla, cambio de calzado y gel hidroalcohólico. La gente no acaba de sentir que la cultura es segura, y la incertidumbre que provocan los políticos tampoco ayuda”, sostiene Moraleda.
El espacio que el colectivo The Hug tiene en Hortaleza para acoger a artistas finlandeses también se ha quedado vacío por la pandemia. Su última inquilina, Leonor Ruiz Dubrovin, una pintora nórdica de ascendencia española, llegó en enero y se pasó el confinamiento sola en el local. “Curiosamente, en lugar de afectar negativamente a su producción, Leonor no dejó de pintar”, cuenta Gilfer, uno de los responsables de The Hug.
“La gente no acaba de sentir que la cultura es segura, y la incertidumbre que provocan los políticos tampoco ayuda”, sostiene Edu Moraleda de Impro Impar
Al pintor vecino de Hortaleza Alberto Pina inspiración no le falta, aunque se ha visto afectado por la cancelación o el retraso sin fecha de proyectos expositivos. “Somos un país que considera superfluos el pensamiento y el arte, con ministros que califican las artes dentro de la escuela como “distracciones para el alumnado”, un reflejo de un desprecio y un abandono por el arte y la cultura que es generalizado en toda nuestra sociedad”, lamenta Pina, que acusa a la administración de obstaculizar la reactivación de la vida cultura.
“Por ejemplo, en nuestro distrito, el celo con el que la Junta Municipal ha vigilado y controlado las modestas actividades que algunas asociaciones han conseguido realizar con enorme esfuerzo y voluntarismo, contrasta con su nula intervención en el acceso en los transportes públicos y sobre todo dentro de los grandes centros comerciales”, señala Pina. En efecto, Hortaleza se ha esmerado en crear pequeños oasis de cultura segura y accesible dentro del páramo que ha dejado la pandemia.
EL BARRIO SALE AL RESCATE
La tarde cae sobre los cipreses que jalonan los jardines de la Fundación Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid (ORCAM), en Hortaleza. En una pantalla se proyectan imágenes de las películas de la segunda Muestra de Cine Finlandés organizada por The Hug ante un grupo reducido de espectadores que disfrutan de las últimas horas de calor de 2020. Nada, salvo las mascarillas, indica que nuestro mundo atraviesa estos días un tiempo de zozobra y convulsión. Durante dos horas, los asistentes disfrutaron de la magia y el poder evocador del cine, capaz de hacer olvidar, por un momento, hasta el desasosiego más acuciante.
Pocos se atreven estos días a poner en duda que la cultura es un bastión imprescindible de la sociedad, como refrenda tanto la Declaración Universal de los Derechos Humanos como la Constitución Española. “Que nunca se olvide: ‘El Estado considerará el servicio de la cultura como deber y atribución esencial’. Hoy, este artículo es más necesario que nunca desde su promulgación”, recuerda Raquel Rivera, gerente de la fundación ORCAM, que este verano abrió las puertas de sus jardines para invitar al vecindario a conciertos y espectáculos de circo bajo el lema “La cultura es segura”.
“Nuestros esfuerzos y recursos se han tenido que destinar a la prevención. Es crucial seguir sirviendo a la ciudadanía y, para ello, hay que ‘presentarse’ en las casas con el mensaje de que la cultura es segura y, además, curativa. La ORCAM se ha tenido que adaptar a las nuevas condiciones sanitarias, y nos han afectado mucho las distancias de seguridad, al ser las orquestas y coros colectivos numerosos, en los que el trabajo en equipo simultáneo es la base”, indica Rivera.
La celebración de la segunda muestra de cine finlandés fue posible gracias al esfuerzo conjunto de The Hug y de Danos Tiempo, una asociación que no han cejado en su empeño por que la cultura siga formado parte de la vida en el distrito de Hortaleza a pesar de la difícil situación económica que atraviesa este dinámico espacio del casco antiguo del barrio.
Las Noches del Huerto de Manoteras y Los Veranos de la Plaza de Danos Tiempo adaptaron sus conciertos a un formato que cumple con las normas sanitarias
“Esperamos poder continuar hasta que el tiempo y la situación lo permita. Ahora mismo es la única forma que vemos de poder seguir haciendo actividad y aportando un poco de luz a la cultura, a la música, a las calles y a sus gentes, y a nuestro proyecto desde nuestra pequeña capacidad”, explica Javi Díaz, fundador de Danos Tiempo.
Seis conciertos celebrados en la plaza Josefa Arquero del pueblo de Hortaleza en el ciclo Los Veranos de la Plaza y otros cuatro más durante octubre en Manoteras con la iniciativa Conciertos Vespertinos, que surgen de una propuesta vecinal respaldada por los Planes Integrales de Barrio (PIBA) de la Junta Municipal de Hortaleza, dan cuenta del tesón de esta asociación y su enorme dedicación a la cultura del barrio.
La asociación vecinal de Manoteras también consiguió este verano sacar adelante, contra todo pronóstico, sus tradicionales Noches del Huerto, veladas culturales al aire libre con actuaciones gratuitas en el escenario instalado en el huerto comunitario del barrio. “Hemos tenido que hacer una inversión en la compra de sillas, geles, mascarillas (por si alguien no tenía), cintas de seguridad, cartelería y desinfectantes. También reducir el aforo, montar un perímetro de seguridad, y desfinfectar las silla, lo que ha llevado un esfuerzo extra cada semana”, relata Miguel Rodríguez, uno de los organizadores de Las Noches de Huerto.
Los Encuentros Culturales Portugalete, otra de las grandes propuestas culturales del distrito impulsadas por el movimiento vecinal, han relanzado su programación de conciertos de jazz gratuitos en el centro cultural Carril del Conde después de siete meses de parón. Que vuelva a sonar la música será la mejor manera de recordar al vecino de Hortaleza y reconocido saxofonista Marcelo Peralta, que falleció en marzo a consecuencia de la Covid-19.
La vida sigue y con ella la actividad cultural. Tal vez surjan “nueva formas de cooperación y solidaridad entre artistas, colectivos y asociaciones culturales”, como anhela Alberto Pina, pintor del distrito, o “adaptaciones a nuevos formatos”, como sugiere el músico David Rodríguez de La Estrella de David, pero lo cierto es que el tejido asociativo de Hortaleza, una vez más, ha unido fuerza para mantener ese bien público fundamental que es la cultura. Un bálsamo que alivia el caos y el desamparo de nuestras tardes de pandemia.