La historia de Hortaleza que queremos contar no es una de las partes de la historia fácil de encontrar en los libros. Es la historia de los sin tierra, es la historia de los que perdieron, es la historia de la desigualdad. Para conocer esta parte de la historia del barrio y sobre todo la vida de sus gentes, podríamos remontarnos a muchos siglos atrás, así lo atestigua el yacimiento de Los Cenagales de la época paleolítica en la zona conocida como Charca del Pescador, hoy en el parque forestal de Valdebebas, o la posible villa visigoda descubierta cerca de la colonia de Palomas. Sin embargo, vamos a comenzar por un momento histórico que pudo ser clave en el nacimiento de los primeros núcleos de población en nuestro barrio, la constitución de la comunidad de Villa y Tierra de Madrid a manos del rey Alfonso VI en el año 1123. La Carta Magna matritense que nombraba Villa a Madrid fue escrita a partir de los contenidos generales del fuero de Toledo y la integraba como territorio de realengo a la corona de Castilla. Años después, en 1202 el Concejo de Madrid reunido en la Plaza de la Villa, redactó el Fuero de Madrid, un conjunto de normas escritas para administrar la vida política y local de la villa medieval.

Algunas de las referencias documentales más antiguas sobre pequeños poblados en nuestro actual distrito son las de Canillas en el año 1252 y Hortaleza en el 1361, junto a otros pequeños núcleos de población como Rejas, Corralejos, Garciruelo o Valdeveba de Cristóbal. El Fuero de Madrid, además de regular la vida de los gremios y otros oficios en estos pueblecitos, otorgaba la administración local en base a un órgano de gobierno, el ayuntamiento y una comunidad política, el concejo libre de vecinos. Es decir, una forma de autogobierno popular y local en la que los vecinos se reunían en asamblea soberana tanto para decidir los aspectos administrativos como los judiciales. El estatuto de vecindad concedía el derecho de acotar solares para casas y las tierras de labor imprescindibles para el mantenimiento de cada familia, a la vez otorgaba de forma mancomunada un amplio derecho de usufructo de los recursos públicos y comunales: prados, dehesas, bosques y aguas. Pero también estos fueros establecían claramente ya para los primeros vecinos del barrio, una serie de privilegios y obligaciones que deberían cumplir en base a su clase social, según fueran nobles, parte del clero, vasallos, campesinos o siervos. Y que marcaban para todos ellos la vida a la que tendrían que enfrentarse. Durante el reinado de Fernando III El Santo, Madrid se dividía en tres sexmos, y Hortaleza y Canillas pertenecían al de Vallecas.

Nucleos poblados en la Edad Media scaled

Debido a las dinámicas expansivas de repoblación del Reino de Castilla y la creciente demanda de servicios y productos agropecuarios de la Villa de Madrid, es como Hortaleza y Canillas “distando sólo cuatrocientos pasos entre ellos” (como decían en la época), se consolidaron como pueblos entorno al arroyo de Rejas, que transcurría por lo que hoy es la actual Gran Vía de Hortaleza. A lo largo de los siglos XIV y XV, los reinos cristianos se sumergieron en una profunda crisis: malas cosechas, hambrunas y brotes de peste fueron grandes factores que produjeron un gran aumento de la mortandad y la culpable de la despoblación de muchos pueblos de nuestro distrito. Pero también influyeron grandes problemas estructurales debido al sistema socioeconómico feudal de la época. Alfonso XI, en 1346, suprime los concejos libres de vecinos. A través de un nuevo estatuto real, promulga la creación de concejos cerrados, llamadas regidurías. Este cambio supuso en los pueblos que forman nuestro actual distrito la acumulación del poder administrativo y judicial de las localidades en las manos de unas pocas familias, y los vecinos perdieron el derecho de elegir a sus alcaldes y concejales, de administrar la fiscalidad de la localidad y de explotar los recursos naturales y bienes comunales en base a sus propios intereses.

HORTALEZA COMUNERA

La acumulación de poder entorno a diferentes linajes también propicio la sucesión de diversas guerras dinásticas en Madrid y sus comarcas cercanas, siendo los pequeños pueblos y sus vecinos quienes sufrirían las peores consecuencias, como la destrucción en 1445 del vecino pueblo de Fuencarral. El clero también se vio beneficiado de estos cambios, ya que por ejemplo, Enrique II de Trastámara en el año 1369 concedía el privilegio de 50 cargas de trigo anuales al Monasterio de Santo Domingo del Real, de las cuales 20 fanegas deberían darse en tributo por las dezmerías de Hortaleza y Canillas. Los libros de acuerdos del concejo madrileño permiten ver el funcionamiento de estas instituciones y gracias a ellos podemos empezar a conocer y poner nombre a los vecinos de los dos antiguos pueblos, entre ellos por ejemplo a Alonso López de Canillas y Joan de Yagüe Martin de Hortaleza, que el 11 de octubre de 1482 firman como “pecheros” (los que tienen que pagar tributo) un acuerdo con el concejal de Canillas. De esta época datan las primeras referencias que se encuentran sobre la ermita de San Blas de Canillas, actual iglesia de Santa Paula y que aún mantenemos como patrimonio del barrio.

Los vecinos del pueblo de Hortaleza participaron en el levantamiento de los Comuneros de 1520

Debido a las terribles condiciones de vida de la época, en 1520 surge un levantamiento armado por toda Castilla, la Revuelta de los Comuneros. La insurrección popular pretende volver a imponer el concejo libre de vecinos como organización política, 175 años después de su supresión por Alfonso XI. Son famosas las batallas de Torrelobatón, o de Villalar. Aquí en nuestro actual barrio los vecinos de Hortaleza encabezados por el alcalde Francisco de Daganzo y los concejales Juan Aguado y Pedro Gómez intentaron defenderse como pudieron según un documento de la época con la concesión de 25 picas por parte del Concejo de Madrid, adscrito al bando comunero. Poco pudieron hacer ante los ejércitos de los señores feudales, como el del Duque del Infantado y el Señor de Alcobendas, que tomaron Madrid el 15 de mayo de 1521, aplastando la revolución.

Durante el reinado de Felipe II, se establece la corte y se designa la Villa de Madrid como capital del imperio de los Austrias, cosa que haría extender la población de la misma a unos 100.000 habitantes. En una encuesta del año 1579 realizada al teniente del cura, al párroco, al regidor y a tres vecinos de Hortaleza llamados Rodrigo Zarzas, Martín de Diego y Juan Aguado, nombrados por ser “hombres antiguos y de experiencia en dicho lugar” se cuenta “que el lugar se llama Hortaleza y que nunca en su tiempo ni en el de sus antepasados han oído llamarlo de otro nombre” (…) En el dicho lugar de Hortaleza habrá noventa casas y noventa y seis vecinos (familias)”, las casas eran «de paredes de piedra y tierra aguaxa y la cumbre de madera de pino y ripias y cumbres de teja, estos materiales los compran en la Villa de Madrid”. La economía del pueblo es en su mayor parte agrícola: ”siembran trigo y cebada y centeno y que de estos se tiene poca cosecha, por ser las tierras delgadas y areniscas (…) no se crían ganados por que hay poco pasto (…) muchas personas de dicho lugar tienen por granjería el cocer (pan) a personas particulares, vecinos de la Villa de Madrid y cortesanos y las mujeres de lavar ropa blanca de las dichas personas (…) y las leñas que en sus casas queman y gastan la traen del Real Manzanares, que es tierra del Duque del Infantado y que desde ese lugar a Hortaleza habrá seis leguas no muy grandes. (…) Van a por la sal para el gasto de sus casas a las salinas de espartinas que hay a siete leguas o a las de Atienza. El agua la sacan de “una fuente de buen agua, de donde se sustenta y abastece dicho pueblo, con tres pilares donde se abrevan los ganados (…) de las demás cosas se proveen de la Villa de Madrid y de ferias y mercados que se celebran a la redonda”.

Canillas 1572

Dibujo del año 1572 que representa una zona de caza entre Canillas y Madrid. ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS

En la Castilla del siglo XVI y debido al comienzo de la acumulación de tierras y el surgimiento de grandes latifundios se crean los censos consignativos. Un instrumento novedoso de crédito por el cual un censatario puede recibir de manos de un prestamista una suma de dinero o un terreno a arrendar a cambio de retribuirle por una renta anual, hipotecando el deudor sus bienes si ésta no fuese pagada. Es así el caso de varios de los censos que poseía doña María de Villanueva, una hidalga de Madrid, con Pedro de Isidre y Alonso de Ayuso, vecinos de Canillas, quienes debían tributarla cada año 2,5 fanegas de trigo y una gallina por un préstamo de 73,5 reales; o el de Juan de Torrejón, también vecino de Canillas, que solicitaba un préstamo para pagar “la borrica de seis o siete años” que un mercader de la corte le había vendido por 44 reales.

Las proximidades a Madrid siguieron favoreciendo el aumento demográfico de los pueblos de sus alrededores y otro de los recursos más habituales de las familias humildes de nuestro actual barrio era la concertación con servicios de la capital. Pedro Centeno, vecino de Hortaleza, concertó con Pedro Sánchez, un calcetero de Madrid, que su hijo Cristóbal de 11 años realizara el servicio como criado en su casa y el aprendizaje del oficio por cinco años a cambio del sustento diario. Al final del contrato se le debería proporcionar un vestido nuevo de sayo y una capa de paño. Igualmente, Pedro Galán de Hortaleza concertó con el hidalgo Ruy Gómez, en el año 1580, que su hija María de 10 años de edad sirviese como criada durante tres años en su residencia a cambio de garantizarla el sustento diario y al final de cada año de servicio «proporcionársele un vestido de paño, una saya, un sayuelo, un corpiño, un manto de Frisia, unas calzas, unos zapatos y 22 reales».

En el siglo XVII, los vecinos de Hortaleza y Canillas, unidos y organizados, lograron revocar la venta de sus alcabalas al hidalgo Pedro de Porras

Durante estos siglos, la Casa de Austria se convirtió en una de las monarquías más extensas y poderosas del mundo, pero a su vez había fundado un imperio bajo las bases de una terrible desigualdad social, en cuyas tierras sus habitantes se hallaban sumidos en la pobreza. Para garantizar la liquidez y las sucesivas guerras internacionales, la corona se ve obligada a privatizar sus territorios realengos. Así de esta forma los pueblos de Hortaleza y Canillas se venden al mejor postor y sus vecinos pasarían de ser súbditos del rey a vasallos de los señores y terratenientes. Durante el siglo XVII aumentaba también drásticamente la carga fiscal de los ayuntamientos de las localidades, hasta tal punto de ser imposible pagar los respectivos tributos a la corona y la iglesia. De esta forma, en 1608 se venden las alcabalas (derechos fiscales) de Hortaleza y Canillas al hidalgo don Pedro de Porras. Tras una larga lucha de ocho años, los vecinos de ambos pueblos, unidos y organizados en un concejo abierto, deciden reaccionar ante la maniobra privatizadora y valiéndose del derecho de tanteo revocan el contrato de venta y recompran los derechos de precepción de sus alcabalas. Esta pequeña victoria no durará mucho ya que para conseguirla tienen que pedir un préstamo que ascendía a 52.058,82 reales a los prestamistas Diego de Perea y doña Alejandra de Lavanda, al cual dejan de poder hacer frente del pago en 1632.

Poco después, en septiembre de 1638, el corregidor de Madrid ordenaba abrir diligencias para averiguar las causas por las que ciertos vecinos se habían retrasado en el pago de sus obligaciones. Varios alguaciles de la Corte acompañados por un notario vinieron a embargar los enseres de los morosos como garantía de pago. Entraron en la casa de Pedro García, alcalde de Canillas, incautando cuatro fanegas de cebada y la paja que almacenaba, un gallo, cuatro gallinas y 15 pollos, dos tinajas pequeñas de vino, una tinaja con ocho fanegas de guisantes, 34 platos de cerámica y diversos utensilios de cocina. A continuación, entraron en la casa de Diego Martin Dana y después en la de Melchor García. Al final de la jornada, estos vecinos, junto a Llorente Rodríguez, Andrés de Benito y Urban y Antonio Aguado fueron apresados y llevados a la cárcel de la Corte, donde se les conminó a pagar una pena de 377,5 reales en concepto de fianza y costas salariales de los ejecutores.

HORTALEZA Y CANILLAS A LA VENTA

El cambio de dueños que se produce durante los siguientes siglos marcaría una segunda etapa en la vida de los vecinos de todos los barrios y pueblos de Madrid. Concretamente en nuestro actual barrio haría crecer una nueva casta de propietarios, que perduraría en el poder al menos otros trescientos años. Don Francisco de Ávila y Guzmán, Marqués de la Puebla, Caballero de la Orden de Alcántara y Comendador de la Casa de Calatrava, hijo del Conde de Uceda (uno de los títulos castellanos más ilustres) casado con doña Leonor de Guzmán, tía del Conde Duque de Olivares, que propone al consejo de Hacienda de la Villa (que él mismo presidia) la compra de Hortaleza por la suma de 30.882,3 reales. Así nace una casa que mantendría los títulos de Señores de Hortaleza, Marqueses de Loriana, Marqueses de la Puebla y Conde de Salvatierra hasta el siglo XX. En el caso del pueblo de Canillas, es primero comprado en 1627 por don Pedro de Mesía, hidalgo de la Corte, regidor de la ciudad de Toro, procurador de la Corte de Castilla, portador de la Cruz de Santiago y grado mayor de infantería de los Reales Ejércitos, y después éste lo revende a don Miguel de Salamanca, que había alcanzado grandes cotas de poder en los gobiernos de la monarquía en 1657 y que se dedicó a ir comprando pequeños terrenos a otros vecinos hasta concentrar una hacienda rústica de 25 hectáreas de terrenos y el Señorío de Canillas que daba derecho a la administración fiscal de los vecinos, acumulando un patrimonio de 1.430.000 reales. Pero es en 1680 cuando don Baltasar de Molinet, Barón de Molinet en Flandes y Grefier y miembro del Consejo de Flandes, conocido como el tesorero privado de la reina, paga 25.000 reales al contado por el Señorío de Canillas comprando el lote completo. Don Baltasar seguiría extendiendo sus territorios comprando la granja del monasterio de San Basilio por 6.100 ducados y la dehesa concejil de Valdecarros, que compró simplemente condonando la deuda de 8.000 reales que aún quedaba por pagar a los vecinos del préstamo que habían pedido para recomprar las alcabalas en 1614, deuda que acumulaban desde hacía 70 años. A final de ese mismo año don Baltasar Molinet y Ramírez de Ayala es nombrado primer Conde de Canillas, consiguiendo gracias a la corona ligar su linaje hereditariamente, acumulando la Baronía de Molinet en Flandes, el Condado de Canillas, el patronato de su Iglesia, 14 inmuebles en el casco del pueblo de Canillas, sus alcabalas y terrenos agregados, la dehesa de Valdecarros, 30 hectáreas de viñas, una granja, tres huertas y diferentes terrenos en Hortaleza. En total, una hacienda rustica de mas de 250 hectáreas que le convertía, sin duda, en el mayor terrateniente del término y acaparador del volumen rentístico mas elevado. En la iglesia de Santa Paula se conserva una antigua placa en su honor.

En el siglo XVII, el vecindario de Canillas y Hortaleza solo poseían el 22,3% de la tierra cultivable, y ambos municipios sufrieron un retroceso de su población

Por entonces los vecinos de Canillas y Hortaleza ya solo poseían 387,9 hectáreas de tierras en ambos términos, o lo que es lo mismo, sólo retenían para sí el 22,3 % de la tierra cultivable. En el archivo militar de Simancas se conservan los vecindarios de 1694, que son un buen reflejo del cambio estructural que se avecinaba. De las 84 familias que vivían en el pueblo de Hortaleza, las ocupaciones de los varones eran: un hidalgo sin labor, un cura párroco, dos alcaldes, dos regidores, uno de ellos también labrador; un procurador, un alguacil, un cirujano, 26 labradores de los cuales uno también es tabernero, un pastor carretero, dos hortelanos, un herrero, un albañil, un zapatero, dos sastres, un espadero, un tendero de pescado, un oficial de carnicería, un mozo de servicio y un mesonero. Es de entender que las mujeres también trabajaban en duras labores, aunque el catastro no lo contemplara, sólo hace referencia a la existencia de 12 mujeres viudas y todas ellas se dedicaban a lavar ropa. Durante el siglo XVII diferentes zonas quedaron despobladas: Hortaleza había sufrido una pérdida de una tercera parte de su población y Canillas de tres cuartas partes, quedando solo 22 familias.

Durante el siglo XVIII la polarización de la sociedad entorno a la propiedad de la tierra siguió aumentando. Por ejemplo, don Nicolás de la Hinojosa, Marqués de la Hinojosa, compra entre 1715 y 1722 incontables propiedades hasta conformar lo que sería el famoso Olivar de la Hinojosa. En esa época la estructura social era clara, y gracias a los censos de Campoflorido (1712), el censo de la Ensenada (1762) y el censo de Floridablanca (1787) se puede analizar a lo largo del siglo un claro aumento de la desigualad. A principios de siglo, los grandes labradores, propietarios o arrendatarios de la tierra que ocupaban la cúspide de la pirámide social eran un número muy reducido, en Canillas sólo cuatro vecinos, es decir el 13,8%, y en Hortaleza el 18,4%. Después había un escalón social intermedio que contemplaba pequeños propietarios o trabajadores de diferentes oficios. En la parte mas baja de la sociedad se encontraban los sin tierra, jornaleros sin propiedades que obtenían sus ingresos trabajando de manera asalariada. Este grupo englobaba la mayor parte de los vecinos del barrio. Después solo estaban “los pobres de solemnidad”, un 10% de los vecinos formados por las viudas, los ancianos que no podían trabajar o los campesinos y jornaleros víctimas del endeudamiento y las malas cosechas. El catastro de Canillas hace referencia ya en la época a dos personas pobres que mendigaban y una de ellas era viuda. Esta cifra aumentaba en Hortaleza. Allí de las once vecinas empadronadas y asignadas como “pobres de solemnidad”, siete eran viudas.

No olvidemos que en este momento y casi hasta mediados del siguiente siglo los vecinos tuvieron que seguir soportando una serie de impuestos que aun se conservaban desde los inicios del antiguo régimen. Por un lado, los Conde de Canillas seguía manteniendo los derechos de escribanía y los bienes mostrencos, así como el nombramiento de los ministerios de justicia y gobierno a la vez que percibía de los vecinos de Canillas, ya que seguían siendo considerados vasallos, la cantidad de 36 reales anuales por derecho de establecimiento de tierra. Además, poseía las alcabalas que agravan tanto el impuesto de producción como de comercialización, por ellas el Conde de Canillas recibía 1.100 reales anuales. Mientras que en Hortaleza el Conde de Salvatierra poseía esos mismos privilegios arrendando una de las escribanías del ayuntamiento de la que percibían una renta anual de 1.500 reales. Por otro lado, también tenían en su propiedad las alcabalas que suponía para el Conde de Salvatierra una renta anual de 5.700 reales. También era propietario de los cientos del ayuntamiento junto con el Marques de Mejorada, que aportaba a cada uno 300 reales al año. La iglesia se seguía beneficiando de la estructura local social y la desigualdad económica. Hasta principios de siglo, el clero seguía controlando casi dos terceras partes de la propiedad de la tierra. Además, los vecinos seguían teniendo que pagar el diezmo, una de las formas más antiguas de apropiación del excedente agrario. Los vecinos de Hortaleza y Canillas debían pagar un diez por ciento de su producción según el Catastro de Ensenada en tres partes iguales: un tercio correspondía al arzobispo, al cabildo de canónigos de la catedral de Toledo y al Arcediano de Madrid; otro a los curas párrocos; y el tercero se dividía un once por ciento a las parroquias y el resto había sido privatizado, como las alcabalas de los ayuntamientos, y se pagaba a un aristócrata de Madrid que cobraba por ellas 2.591,25 reales anuales. Como consecuencia del reparto desigual de la producción no era de extrañar que más de la mitad de la producción neta agrícola pasara a manos de la monarquía, el clero y la nobleza.

Hacia final de siglo, según el Catastro de Floridablanca en 1787, de los 36 cabezas de familia que vivían en Canillas, más de la mitad eran considerados jornaleros y otros cinco criados, y la propiedad de la tierra en manos de los vecinos había descendido drásticamente de 60,12 has a 15,42 hectáreas. En Hortaleza, por otro lado, el porcentaje de grandes labradores propietarios se había reducido a la mitad, sólo 8,8%. A su vez, el número de jornaleros y viudas lavanderas se había disparado hasta abarcar tres cuartas partes de los vecinos, 143 de los 180 que tenía el pueblo.

LOS AYUNTAMIENTOS LIBERALES

Durante el siglo XIX, la vida en Hortaleza y Canillas está marcada por los cambios políticos y sociales que traerán la caída del antiguo régimen y el nacimiento del nuevo estado liberal. Estos cambios afectarán especialmente a la organización política y social de los municipios, al surgimiento de los ayuntamientos constitucionales y a la evolución de las élites locales. El siglo comienza con unas pandemias de fiebre amarilla y varios años de malas cosechas. En 1808 Napoleón Bonaparte llega a Madrid dando comienzo la Guerra de Independencia hasta 1813, siendo Hortaleza y Canillas ocupados por las tropas francesas. La llegada del trienio liberal en los años 20 favoreció los intereses de la burguesía nacional e internacional. Pero no fue hasta septiembre de 1833, cuando la muerte de Fernando VII supuso la caída de las instituciones en el poder y el surgimiento de un estado constitucional pretendido y ansiado durante las ultimas décadas, preferentemente por la burguesía emergente. El régimen liberal trajo a los pueblos que conforman nuestro actual barrio la organización municipal que más o menos conocemos, con 197 ayuntamientos con jurisdicción de 225 poblaciones, integrando a Canillas en el partido judicial de Alcalá de Henares y a Hortaleza en el de Colmenar Viejo. Este cambio trajo la elección de concejales para los ayuntamientos, aunque sólo pudieran votar y ser elegidos varones. Otras funciones consistían en la aprobación de los presupuestos municipales, el nombramiento de cargos, la administración y gestión de los bienes de propios, la gestión de consumos o impuestos a pagar por el pueblo, la concesión de licencias y permisos y la dotación y mejora de servicios municipales como el matadero, las escuelas, el médico, entre otros.

Uno de los acontecimientos importantes para entender el auge de la nueva élite burguesa fueron los diferentes procesos de desamortización que se produjeron a lo largo del siglo XIX, primero el de los bienes eclesiásticos y posteriormente el de los bienes de propios o concejiles. Es decir, se pusieron a la venta una enorme cantidad de terrenos aún pertenecientes a la iglesia y los terrenos públicos que quedaban a los ayuntamientos después de siglos de privatización de la tierra comunal. Dos aspectos fundamentales muy ligados a los poderes del antiguo régimen hacen entender claramente esta evolución de los privilegios sociales y el aumento de poder de la burguesía. Por un lado, el estrecho lazo entre los nuevos propietarios de tierras y la participación o influencia en la política local de los nuevos ayuntamientos. Y por otro, el gran crecimiento poblacional que convertiría a los propietarios de la tierra en las nuevas élites de la pirámide social gracias al negocio urbanístico.

En 1864 el pueblo de Canillas estaba en una situación económica tan precaria que el propio ayuntamiento tuvo que vender parte de su casa consistorial

Estos son los casos, por un lado, de Valentín Cuadrado, campesino acaudalado de Canillas que era el encargado del régimen de arrendamiento de varios nobles de Madrid. Valentín Cuadrado fue uno de los más activos vecinos que en los procesos de desamortización de la tierra: adquirió 18 fincas en Canillas con una extensión total de 25 hectáreas, y a mitad de siglo se convirtió también en alcalde del pueblo durante casi quince años. Y por otro lado, el caso de Tomás Cavero, hijo de los Condes de Sobradiel, casado con Natalia Urzaiz, que acumuló uno de los patrimonios más grandes del barrio, compró en 1860 las antiguas posesiones del Conde de Canillas, acaparando más de 600 hectáreas. Poseía otras 50 fincas menores en el pueblo de Canillas y varias en Hortaleza, además en este pueblo había adquirido varias de las fincas más famosas pertenecientes a los antiguos nobles, como la quinta del Cristo de la Salud o la del Palacio de Buenavista. Este patrimonio, uno de los más grandes gestados en el actual distrito, esta totalmente ligado a buena parte de las promociones urbanísticas que se realizarían en nuestro barrio durante el siglo XX. En esta época, el pueblo de Canillas estaba en una situación tan precaria que el propio ayuntamiento tuvo que vender parte de su casa consistorial al notario Mariano García Sancha en 1864.

Algo que marcó y diferenció a Hortaleza y Canillas en las siguientes décadas fue la proximidad a la carretera de Aragón (actual N-II), convirtiendo al pueblo de Canillas en una de las barriadas más importantes de la zona. Hortaleza pasó de las 373 familias en 1848 a las 1.178 en el año 1930 y Canillas pasaría de 101 familias en 1.848 a 13.427 en 1930 y 20.924 en 1940, superando en apenas 80 años la población de capitales como Soria, Teruel o Ávila. De este modo, los antiguos grandes terratenientes pasarían de controlar la producción agraria al negocio inmobiliario y de la construcción hasta la actualidad. El tremendo aumento de la población debido al abanico de oportunidades que suponía la capital en cuanto a la construcción o la pequeña industria produjo el comienzo de un proceso de migración nacional del campo a la ciudad. Este colectivo estaba ampliamente constituido por una clase obrera, dependiente del trabajo asalariado y que, ante la imposibilidad de encontrar vivienda en el casco de la ciudad, se fue asentando en las barriadas y suburbios del extrarradio. Estos suburbios como Canillas crecerían con unas condiciones poco adecuadas de habitabilidad e higiene entorno a las principales vías de comunicación hacia el centro de la ciudad. Los vecinos de nuestro barrio, los “sin tierra” que habitaban Hortaleza y Canillas, aún tardaron mucho en conseguir las mínimas infraestructuras que garantizaran una vida digna: abastecimiento de agua, saneamientos, suministro de luz… Y aunque la industria y el comercio experimentó un lento desarrollo en Hortaleza, a comienzo de siglo se reducía a una fabrica de carros, una carpintería, una ferretería y tres herrerías. En Canillas, por el contrario, la industria tuvo un mayor crecimiento, y en la misma época ya había una fabrica de ladrillos llamada Cerámica Victoria, varios tejares vinculados al auge de la construcción de la zona, una fabrica de pucheros y numerosos locales comerciales. Así empezaron a surgir en nuestro barrio las primeras organizaciones obreras y la afiliación a los diversos sindicatos que reivindicaban una mejora de las condiciones laborales y de la calidad de vida. Podemos ver por ejemplo como la Agrupación Socialista de Canillas, Canillejas y Vicálvaro, ya tenía una gran actividad en 1927.

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La iglesia de Canillas, en una imagen de principios del siglo XX.

ECOS REVOLUCIONARIOS

A principios del siglo XX, el fin de la Primera Guerra Mundial supuso el comienzo de un movimiento revolucionario por toda Europa y la caída de los grandes imperios. En Portugal, la revolución del 5 de octubre de 1910 supuso la proclamación de la Primera República Portuguesa, poniendo fin a la monarquía. En 1917, la revolución rusa marcaría un referente a nivel mundial y supondría la caída de los zares y la proclamación de la posterior Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. En 1918 nace la República Checa. En 1919 tras un año de guerra en Finlandia, se proclama la República Finlandesa. Ese mismo año tras la revolución espartaquista en Alemania, surgió la República Alemana de Weimar. Hungría y Austria también se proclaman repúblicas con la caída del Imperio Austrohúngaro en 1919. En 1923 se proclama la República Irlandesa tras dos años de guerra civil. Tras la caída del Imperio Otomano y la guerra de independencia turca, en 1923 se proclama la República de Turquía. En 1924, se celebró un referéndum para abolir la monarquía en Grecia y se proclama la Segunda República Griega. En nuestro país, durante el reinado de Alfonso XIII de 1902 a 1931 se sucedieron 38 gobiernos, que distaron mucho de cumplir los derechos básicos de la mayoría de la población. Esta inestabilidad de la política institucional y los ecos revolucionarios del resto del continente supusieron en barrios como el nuestro el nacimiento de un fuerte y organizado movimiento obrero que no pararía de crecer durante dos décadas, aun teniendo que mantenerse en la clandestinidad, con multitud de organizaciones ilegalizadas durante la dictadura de Primo de Rivera.

El 12 de abril de 1931 se celebraron elecciones municipales en España, que desencadenaron en el fin del reinado de Alfonso XIII y la instauración de la Segunda República Española. Los partidos republicanos consiguieron mayoría en 43 de las 52 capitales de provincia. Madrid no fue una excepción, ganando en votos la candidatura republicana a la monárquica en los 10 distritos electorales en los que estaba dividida. En Hortaleza, como en el resto de municipios, se nombró una Comisión Gestora Municipal Republicana hasta la convocatoria de las nuevas elecciones el 20 de abril de 1931. De ellas salió elegido alcalde Rafael Ortega López. Su mandato se caracterizó por las dificultades que existían por el paro obrero, el problema con el suministro de agua y los conflictos con la iglesia. En esta época se construye el lavadero municipal de la actual calle Mar de Kara que aun conservamos en perfecto estado. En las elecciones municipales de 1933 fue de nuevo elegido Rafael Ortega López, aunque dimitió posteriormente siendo sustituido por Jonás Aragoneses Molpeceres, que a su vez presentó su dimisión, resultando elegido Andrés Molpeceres Barceló. Tras el cambio de gobierno nacional con la llegada del ejecutivo conservador fue destituido el alcalde debido a la participación del pueblo de Hortaleza en la Huelga General Revolucionaria de 1934, siendo nombrado por el Gobernador Civil Mariano Morales de la Fuente. No obstante Andrés Molpeceres volvió a ocupar la alcaldía con el nuevo gobierno nacional del Frente Popular resultante de las elecciones generales de 1936, que decidió restituir a los representantes municipales previos a la destitución de 1934. Otros alcaldes durante el periodo republicano en el pueblo de Canillas fueron Vicente Lillo Soler, Luis Heras Jiménez, Marco Arévalo Pérez, Joaquín Heras Jiménez y Cipriano Santillana Moreno.

Rafael Ortega López fue el primer alcalde republicano de Hortaleza tras las elecciones del 20 de abril de 1931

El 17 de julio de 1936 el general Francisco Franco, en una alocución radiada, lee un manifiesto llamando al golpe de estado en toda España. La conspiración, que llevaba fraguándose casi desde el inicio de la República, marcaria un punto y aparte en la historia de nuestro país y daría paso a una guerra que duraría casi 1.000 días. Para 1939 prácticamente todas las repúblicas que habían surgido durante la primera mitad del siglo en Europa habían sido derrocadas por regímenes fascistas. En Madrid el general Fanjul se hace cargo de la 1ª División Orgánica y se adhiere al golpe de estado, declarando el Estado de Guerra desde el Cuartel de la Montaña, junto con unos 1.500 soldados y 180 falangistas. Diversas manifestaciones recorren Madrid gritando “armas, armas, armas”. El 20 de julio, tras el fracaso de las negociaciones de paz con el general Mola, la sucesión de dos gobiernos en menos de 24 horas y la imposibilidad de parar el alzamiento en la capital, se ordena el reparto de armas y llegan los primeros fusiles a la Agrupación Socialista de Puerta del Ángel. Miles de personas toman la calle en Madrid y por la fuerza asaltan el Cuartel de la Montaña junto con los diferentes reductos rebeldes surgidos en el resto de la ciudad.

En el artículo ‘Mi abuelo, el alcalde Jonás‘, de Juan Carlos Aragoneses y publicado en Hortaleza Periódico Vecinal en recuerdo a Jonás Aragoneses, albañil, fundador de la agrupación del Partido Comunista de Hortaleza y alcalde de Hortaleza durante la República, se describen estos primeros momentos vividos en nuestro barrio: “El 18 de julio de 1936 se sublevaron los militares, se declaró el Estado de Guerra y se constituyó un Comité de Defensa, en cuya dirección participa mi abuelo Jonás. Este comité se aplica, desde las primeras horas de su formación, en mantener el orden en su jurisdicción, protegiendo personas y propiedades. Enseguida se traslada a lugar seguro a las monjas de los tres conventos, se monta guardia en las entradas del pueblo y se colocan centinelas en el convento de los Paúles. El comité se enfrenta -al menos hasta en seis ocasiones en tres días- a grupos de milicianos de Madrid, que venían con no muy buenas intenciones. El hecho que revistió más gravedad fue el intento de incendio de la iglesia San Matías. Milicianos de Hortaleza, con Jonás al frente, lo impidieron, estando a punto de abrir fuego los unos contra los otros. Después de tres días de defensa numantina, los religiosos del pueblo que quedaron a cargo del comité fueron evacuados sanos y salvos a Madrid”.

Tras el golpe de estado de Franco, el Comité de Defensa de Hortaleza protegió a los religiosos del pueblo, y un grupo de milicianos impidió el incendio de la iglesia de San Matías

GUERRA Y REPRESIÓN

Fallido el golpe de estado comenzó la guerra. Estudios basados en evoluciones demográficas cifran en aproximadamente 540.000 personas la sobremortalidad de los años de la Guerra Civil y la inmediata posguerra. Iniciada la guerra, comenzó la represión política en los dos bandos. La estimación de víctimas mortales en la Guerra Civil española sólo como consecuencia de la represión en retaguardia puede cifrarse en unas 200.000 personas. De ellas, se calcula que 50.000 fueron asesinadas en la retaguardia de la zona republicana y 150.000 las asesinadas por el bando nacional, 100.000 durante la guerra y otras 50.000 ejecuciones más por parte de la represión franquista que siguió durante la postguerra. Nuestro barrio fue testigo de la brutalidad de la represión del bando republicano por parte, sobre todo, de los llamados incontrolados. En aquellos días se vio la culminación de siglos de guerra de clases. La violencia provocaba nuevas brutalidades, y las noticias de las ejecuciones cometidas en una zona, provocaban un aumento de la violencia en la zona contraria.

La Causa General sobre la dominación roja en España fue un extenso proceso de investigación impulsado por el Ministro de Justicia franquista tras la Guerra Civil en 1940. Muchos autores han expresado dudas sobre la objetividad del proceso, ya que no sólo sirvió para depurar las responsabilidades del enemigo, sino que funcionó a su vez como herramienta propagandística para fijar un relato sobre los años republicanos, el conflicto y sus violencias. El expediente sobre exhumaciones en el término municipal de Hortaleza se basa en la declaración de Mariano Bernabé Vicente que fue desde 1926 secretario del juzgado local, quien asegura el 13 de agosto de 1942 que intervino personalmente en el registro de 80 personas ejecutadas por los revolucionarios en el cementerio de Hortaleza, pero que «cree fundadamente que el número total de personas asesinadas y enterradas en el cementerio de Hortaleza sea de unas 300». El magistrado Fernández Cancela; el padre Gómez Roji, magistral de la catedral de Burgos; el torero Valencia Segundo y un concejal de Chamartín de la Rosa son algunos de los datos que encontramos de los cuerpos que se identificaron durante el período revolucionario. De muchos no habría quedado rastro, al destruirse los archivos del juzgado de Colmenar Viejo en un incendio. El 14 de noviembre de 1944 Adelaida Palacios Oraá denuncia el asesinato el 18 de noviembre de 1936 de su sobrino, teniente de infantería, Pedro Guerra Palacios. La viuda presenta copia del libro de registro del juzgado de Hortaleza con descripción de nueve cadáveres aparecidos el 18 de noviembre de 1936. El 17 de noviembre de 1944 se ordena la exhumación de los cadáveres de esa fosa y su traslado al cementerio de Paracuellos.

Durante la Guerra Civil la estrategia militar del bando nacional era clara: tomar Madrid. El general Mola se había hecho con el control de la zona norte del bando nacional, declarando el Estado de Guerra y poniéndose al mando de la VI y VII División Orgánica del ejército. A finales de julio ordena el ataque a Madrid, enviando la columna del general Escamez desde Navarra y la columna del coronel Serrador desde Valladolid. En Madrid, en estos momentos son las organizaciones obreras quienes defenderán la capital. En todos los barrios surgen puntos de reclutamiento y se forman milicias de los principales sindicatos y partidos del Frente Popular. La clase obrera ha tomado las armas y en agosto de 1936 se calcula que ya había unos 40.000 milicianos encuadrados en columnas de unos 300 hombres, como la columna Comuna de París, la Primero de Octubre o la Columna Libertad. La batalla en la sierra es terrible y en ambos bandos se fusila a los prisioneros. Los republicanos cumplen sus objetivos y frenan el avance del ejército nacional. La sierra de Madrid desde Guadarrama a Somosierra sería un muro infranqueable para las tropas nacionales, este frente permanecería casi inmóvil desde el final de la batalla a mitad de agosto de 1936, hasta el final de la guerra.

La división del ejército desde el golpe de estado era clara y esta favorecía al bando nacional por diversos factores tanto organizativos, como cuantitativos. Izquierda Republicana, partido que se había constituido a nivel nacional en 1934 resultado de la fusión con el partido Acción Republicana de Manuel Azaña, el Partido Republicano Radical Socialista Independiente, la Organización Republicana Gallega Autónoma, el Partit Republicà d’Esquerra y otros pequeños partidos, como los republicanos autónomos de Álava y Navarra, hace un llamamiento el 31 de julio de 1936 convocando a una reunión a los militantes que prestaron servicio de armas, en su cuartel de la calle Marqués de Mondéjar 23, para reorganizar las milicias en arreglo a las instrucciones del Ministerio de Guerra. El documento esta firmado por Elías Moral Arroyo, secretario general de la Agrupación de Izquierda Republicana de Canillas, Vicálvaro y Canillejas. Otro vecino del barrio que fue nombrado secretario de esta agrupación y delegado de la misma en el Consejo Municipal, según las actas del 15 de Julio de 1938, fue Jesús Barrenchea López. Pero mientras que las columnas del norte fracasaban en su objetivo, el general Franco había conseguido en menos de dos meses traspasar, prácticamente en su totalidad, las tropas del Ejército de África a la península (unos 50.000 soldados) gracias a la ayuda militar de la Alemania nazi. Y estableciendo como punto de partida Sevilla, que había sido tomada por el general Queipo de Llano, avanzar hacia Madrid a través de Extremadura.

Así, la llamada “Columna de la Muerte” a causa de la brutal represión que aplicó en las localidades extremeñas, tomó el 10 de agosto Mérida, el 15 Badajoz, el 2 de septiembre Talavera de la Reina y el 27 de septiembre había tomado Toledo liberando el Alcázar, victoria que supondría para el general Franco el nombramiento de Jefe de Estado y Generalísimo de todos los ejércitos. Bajo el terrible avance del ejercito nacional, la República comenzó la gran labor de fortificar Madrid, construyendo alrededor de todo el perímetro urbano diferentes líneas defensivas. “Fortificar es resistir, resistir es vencer” o “Madrid fortificación inexpugnable” fueron algunos de los lemas que se extendieron por los barrios de Madrid. Las secciones de construcción de la UGT y la CNT se movilizaron, así como las organizaciones de barrio, ateneos libertarios, casas del pueblo y comités de barriada. Los periódicos de la época hablan de mas de 100.000 trabajadores divididos en batallones de fortificaciones de 500 unidades que se formaron en los diferentes barrios. Soldados que en aquel momento seguían estando más familiarizados con el cemento y la pala que con el fusil. En nuestro barrio Cirilo Aznar fue uno de ellos, según un documento firmado por José García, presidente del Comité Antifascista de Barranqueras en Canillas que atestigua su trabajo en unas trincheras el 1 de noviembre de 1936. En el supuesto plan de fortificación de Madrid, ideado por el general Masquelet, se contempla una serie de líneas defensivas contra un posible ataque de la ciudad por el sector norte-este, una más exterior que trascurría por Algete- San Sebastián de los Reyes-Alcobendas-Fuencarral, y una segunda mas próxima al centro urbano que atravesaba Fuencarral-Hortaleza-Barajas-Canillejas-Vicálvaro-Vallecas.

De las defensas construidas en el término municipal de Hortaleza aún conservamos diferentes vestigios, una primera posición defendía la entrada a Madrid por la carretera de Burgos, de la que todavía se conserva un fortín en el recinto de la parroquia San Pedro Mártir de los Dominicos. La línea defensiva trascurría paralela al arroyo de Valdebebas, hasta el Cerro de la Cabaña en el actual parque forestal, donde se extendía una segunda posición en la que podemos encontrar dos fortines en muy malas condiciones. Según una memoria de 1937, desde allí partía un tramo de trincheras de 900 metros con 13 refugios, cuatro retretes y dos puestos de ametralladora que llegaba hasta la posición del Cerro de los Perros. Esta tercera posición defensiva situada al noreste del casco viejo del pueblo de Hortaleza y que dominaba el antiguo Camino de Burgos, estaba constituida por otros dos fortines y varios depósitos de municiones. Todos estos vestigios están hoy desaparecidos, pero atravesarían lo que hoy es Las Cárcavas. De allí, otro tramo de 450 metros de trincheras, con ocho refugios, tres retretes y un puesto de ametralladora terminaban en la tercera y última posición que defendía nuestro barrio. Ésta se encuentra en el Cerro de Mataespesa y estaba compuesta por una larga trinchera que se extendía hacia el sur y dos fortines de hormigón que aun podemos visitar en perfecto estado y que están considerados de los mejores conservados de Madrid.

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Los fortines de la Mataespesa, tras su reciente restauración. DAVID NAVARRO

Podemos entrever la construcción de este sistema defensivo en diferentes documentos, como el del 23 de enero de 1937 que indica “el sector que empieza en el cementerio de Fuencarral” (…) «y termina en Canillas pasando por Hortaleza. En la actualidad los trabajos de este sector están próximos a terminarse con arreglo a lo previsto según las ordenes dadas. Los trabajos referentes a la construcción de nidos de hormigón se encuentran completamente terminados”, o el informe del 15 de octubre de 1938 firmado por un mayor de infantería perteneciente al Partido Comunista: “En la carretera de Burgos existen también tres casamatas, dos a la altura del kilometro 12, batiendo las primeras la carretera y el arroyo de la Vega y la segunda el arroyo de Valdebebas. Todos estos fortines están muy próximos a las trincheras, teniendo banqueta adaptable a toda clase de máquinas”.

Para octubre de 1936, con el frente establecido a escasos 50 kilómetros de Madrid, el general Francisco Franco se dispone a preparar un plan de ataque frontal desde el sur a la capital. El 16 de octubre de 1936 se publicó en La Gaceta de Madrid la orden del día anterior por la que el ministro de la Guerra, Largo Caballero, asumía el mando de las fuerzas armadas de la República. Dicha orden, contemplaba también la unificación e integración de las milicias de los diferentes sindicatos y partidos en el ejército regular. La república emprendía la gran labor de construir un ejército de albañiles, jornaleros, herreros, panaderos, camareros… La organización del ejército popular de la república se estructuró en base a las brigadas mixtas. Estas brigadas se caracterizan por combinar unidades menores de distintas armas, incorporaban cuatro batallones de infantería y unidades de artillería de campaña, reconocimiento, ingenieros y transmisiones, y otras unidades de apoyo y servicio. Cada brigada estaba compuesta por cuatro batallones y a su vez, cada batallón estaba formado por varias compañías. Para final de octubre, ya se habían formado en Madrid seis brigadas mixtas.

La 1ª Brigada Mixta del Ejército Popular de la República estableció su cuartel en el convento de los Padres Paúles de Hortaleza

El 9 de octubre de 1936 en la Casa del Pueblo de Hortaleza se formaba el Batallón “Líster” en un homenaje en el que las mujeres del pueblo regalaron una bandera bordada del Radio Este del 5º Regimiento al comandante comunista. En una foto publicada ese día también en el diario ABC se puede ver frente a la iglesia de San Matías de Hortaleza (templo de estilo neomudéjar construido en 1877 y cuya plaza hoy seguimos conservamos gracias a la lucha vecinal) a un grupo de mujeres del pueblo con una pancarta en la que se lee: “Recibir un saludo revolucionario y contad con la ayuda de las mujeres antifascistas”. La 1ª Brigada Mixta del Ejército Popular de la República establecería su cuartel en el convento de los Padres Paúles. La nueva unidad tuvo su bautismo de fuego durante la batalla de Seseña, el 30 de octubre, cuando apoyó un contraataque de los tanques republicanos contra las fuerzas sublevadas. La CNT de Hortaleza a su vez estableció su cuartel al otro lado de la calle en el Palacio de Buenavista, actual parque Isabel Clara Eugenia, por lo menos durante el principio de la guerra, y posteriormente en la que fue la finca del Quinto. El Palacio de Buenavista pasaría a ser el cuartel del coronel Valentín González, popularmente conocido como “El Campesino”.

El 6 de noviembre el gobierno de la República encarga al general Miaja la constitución de la Junta de Defensa de Madrid, con el objetivo de defender la ciudad a toda costa. La Junta esta compuesta por todas las organizaciones políticas que defienden la República: PSOE, PC, JSU, UGT, CNT, IR, UR, JJLL y PS. Con las tropas nacionales ocupando Getafe, el 8 de noviembre el general Varela ordena el ataque a la ciudad, comenzando la batalla de Madrid. Se producen fuertes combates por todas las barriadas del sur de la capital, por el flanco izquierdo las tropas nacionales toman la Casa de Campo, desde allí establecen posiciones y se inician los bombardeos. Al día siguiente llega a Madrid la XI Brigada Internacional al mando del general Kleber, desfilando por la Gran Vía cruza la ciudad estableciendo posiciones entorno al Puente de los Franceses y aumentando fuertemente la moral republicana. Durante la madrugada del día 16 la columna del comandante Asensio consiguió establecer una cabeza de puente en el Manzanares y después de un fuerte bombardeo las tropas sublevadas atraviesan el río a la altura de la Ciudad Universitaria. La lucha es brutal y el ejército nacional llega a conquistar el Hospital Clínico asegurando una posición que mantendrá durante toda la guerra. En la madrugada del día 20 Buenaventura Durruti muere en el Hotel Ritz de Madrid. El ejército popular de la República resiste los fuertes combates por todo el frente: el comandante Líster en la línea Villaverde-Entrevías, el teniente Coronel Bueno en Vallecas, coronel Prada en el Puente de la Princesa, comandante Rovira en Carabanchel, teniente coronel Arce de la carretera de Extremadura, teniente coronel Galán en la Casa de Campo y en el Puente de la República (Puente del Rey), comandante Enciso y Fernández Cavada jefe del Batallón presidencial se destaca en la Casa de Campo, comandante Romero en el Puente de los Franceses, comandante Galán en el eje Húmera-Pozuelo de Alarcón apoyado por Etelvino Vega y coronel Barceló en Boadilla del Monte.

Las bajas se cuentan por miles y Madrid no ha caído. La línea del frente parte la ciudad por la mitad, pero la moral republicana sigue en pie: «¡No Pasaran!». El 23 de noviembre se produce una reunión en el cuartel de Ferrocarriles de Leganés del Estado Mayor del bando nacional a la que acude Franco, Mola, Saliquet y Varela. En ella se plantea una nueva estrategia que consiste en la renuncia al ataque frontal a la ciudad y a la toma de Madrid como primer objetivo militar. Esta renuncia pasaba por estabilizar el frente y aceptar como consecuencia una prolongación de la Guerra Civil que se convertiría a partir de ahora en una guerra de desgaste. Al fracasar el ataque frontal los sublevados decidieron envolver Madrid por el noreste, concentrando sus fuerzas para cortar la carretera de La Coruña e intentar penetrar por allí hacia la capital, aislándola al mismo tiempo de las unidades republicanas que se mantenía en la Sierra de Guadarrama. En el primer intento sólo consiguieron avanzar tres de los siete kilómetros previstos. El segundo y tercer intento en diciembre y enero también resultaron un fracaso. Al desistir del plan de envolver Madrid por el noroeste y atacarla por el norte, los sublevados lo intentaron por el sureste avanzando hacia el río Jarama para cortar la vital carretera de Valencia, por donde llegaban a Madrid la mayoría de sus suministros. La batalla del Jarama se inició el 4 de febrero y terminó el 23 de febrero de 1937 sin que los nacionales lograran sus objetivos. Como último intento de envolver primero Madrid y después iniciar el asalto a la capital, una iniciativa del Corpo di Truppe Volontarie de Mussolini a la que accedió el «generalísimo» Franco dio lugar a la batalla de Guadalajara. El día 8 de marzo comenzó el ataque italiano, respondiendo a ello el 12 de marzo las tropas republicanas lanzaron una contraofensiva que hizo huir desmoralizada a la 3ª División italiana. El día 19 de marzo las fuerzas republicanas detuvieron su avance y organizaron líneas de defensa. El 23 de marzo terminó la batalla de Guadalajara, gracias en parte a la estrategia militar en esta contienda dirigida por Cipriano Mera, afiliado a la CNT que había llegado a teniente coronel del ejército republicano, cuando apenas un año antes solo era albañil. A la capital, y a todos sus vecinos, le sucedieron dos años de asedio y bombardeos hasta la caída política de la República en 1939. Aun así se puede decir que Madrid nunca fue tomada militarmente.

VECINOS EN EL FRENTE

Muchos vecinos del barrio lucharían en los diferentes frentes y en los diferentes bandos del conflicto. Como podemos ver en las actas del Consejo de Canillas en las que el 25 de junio de 1937 la presidencia informa que uno de los chóferes municipales del barrio ha cesado en su servicio por haber sido llamado a filas por la república en las ultimas quintas, o las del día 3 de septiembre de 1937 en el que se lee una instancia presentada por el empleado municipal Miguel García Martín, en la que da cuenta de su marcha al frente. Y, sobre todo, las actas de la asamblea extraordinaria del 23 de septiembre de 1938, en las que tras una votación se nombra nuevo alcalde por unanimidad a Cipriano Santillana Moreno, por la dimisión de Luis Heras Jiménez, que llevaba varios años en la alcaldía de Canillas por ingresar en el ejército popular. Fiel reflejo del ambiente bélico, del nivel de politización del conflicto y de la vida durante la guerra son la infinidad de periódicos y boletines publicados por sindicatos, partidos, agrupaciones y secciones del ejército. Uno de estos medios de expresión que se conservan es el Boletín de la 1ª Brigada Mixta, editados desde el cuartel de Hortaleza. En ellos se puede leer artículos como “El ejército popular es el instrumento que nuestra revolución necesita”, “La defensa de Madrid es necesaria para obtener la victoria” o “Nuestro cuartel de Hortaleza tiene que ser un cuartel modelo”. Entre las secciones de cada número podemos ver información sobre el contexto de la guerra, la vida en el cuartel del barrio, noticias internacionales, textos sobre Karl Marx o Lenin, recortes de prensa y hasta una sección de consejos militares como el buen uso de una ametralladora, la limpieza del fusil o la corrección de tiro. Otra de esa infinidad de publicaciones y periódicos que salen de las imprentas colectivizadas es La Voz del Combatiente, «diario de los comisarios de guerra del ejército del pueblo”, que el 20 de enero de 1937 también se hace eco de una curiosa noticia que dice así: “¡Al ejército y al pueblo antifascista! Camaradas no dejéis de contribuir a la suscripción abierta por los grupos comunistas del cuartel de Hortaleza para regalar un avión a la gloriosa primera Brigada Mixta de Lister, en agradecimiento por su heroico comportamiento durante la campaña. Enviad vuestros donativos a todos las radios comunistas o a la Jefatura de Sanidad, calle Velázquez número 10”. Otras de las referencias que podemos encontrar es la formación de la 206ª Brigada Mixta el mes de mayo de 1938 en Hortaleza, que fue adscrita a la 14ª División del XVI Cuerpo de Ejército, reserva del Grupo de Ejércitos de la Región Central (32), o la de un vecino de Canillas, Ladislao Hernández Marco, de 33 años, hijo de Isidro y de Claudia, de oficio empleado municipal y afiliado al PCE. que fue nombrado comisario político del 1º Batallón de la 192ª Brigada Mixta.

En el aspecto político la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 trajo la unión de todos los partidos de izquierdas. Los partidos representados en el parlamento pertenecientes al Frente Popular fueron Partido Socialista Obrero Español con 99 escaños, Izquierda Republicana con 87, Unión Republicana con 38, Esquerra Republicana de Catalunya con 22, Partido Comunista de España con 17, Acció Catalana con cinco, Unió Socialista de Catalunya con cuatro, Partido Galleguista con tres, Partit Nacionalista Republicà d’Esquerra con dos, Unió de Rabassaires con dos, Partido Republicano Democrático Federal con dos, Republicanos independientes de Izquierdas con dos, Partit Català Proletari con uno, Partido Obrero de Unificación Marxista con uno, Partido Sindicalista con uno y Partido Sindicalista Independiente con uno. El Frente Popular no formó grupo conjunto, sino que se articuló en diversas minorías parlamentarias. Con la constitución del primer gobierno de Largo Caballero y hasta el final de la guerra, los gobiernos de la República estuvieron integrados por representantes de los principales partidos del Frente Popular, así como en diversos periodos formaron gobierno junto con Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y del Partido Nacionalista Vasco.

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Cartel de la Agrupación Socialista de Vicálvaro y Canillas durante la Guerra Civil.

La política local en los ayuntamientos fue parecida. En los pueblos de Hortaleza y Canillas los alcaldes, tenientes de alcaldes y delegados estaban elegidos en mismo porcentaje que en las elecciones, uniéndose a muchos de ellos agrupaciones anarquistas de barrio. En el archivo de memoria histórica de Salamanca, en la categoría de la policía político-social franquista, podemos encontrar una carpeta que hace referencia a la Agrupación Anarquista de Canillas, Vicálvaro y Canillejas adherida a la Federación Anarquista Ibérica (FAI). En ella se conservan las actas de los plenos del consejo municipal de Canillas, desde junio de 1937 hasta noviembre de 1938. La estructura de los plenos se basa en la aprobación de las anteriores actas, presentación de facturas, lectura de nuevos decretos o informaciones de instancias superiores, presentación de mociones, ruegos y preguntas. En el Ayuntamiento de Canillas estaban representadas las opciones políticas mayoritarias del barrio: como alcalde por el PSOE tenemos a Luis Heras Jiménez y como delegados del mismo partido al vecino Rafael Mota Ortega y Félix Cazón Ureta; representando a Izquierda Republicana a Leopoldo Corronchano; por parte del Partido Comunista a Víctor Abajo Miravalles y José Espí Colominas Pozuelo por parte de la UGT, y de la CNT los vecinos Manuel Querol y Julián Hernández entre otros.

Destacan informes como el leído el 25 de junio de 1937 en el que el sindicato de la compañía de transportes pide ayuda a las localidades del extrarradio de Madrid para socializar la industria, información regional como la de que el Ayuntamiento de Madrid se ha incautado de la vega de Mejorada del Campo y San Fernando para el uso agrícola, o bandos municipales en relación a la fijación de precios de productos de primera necesidad. El régimen republicano se plantea como uno de sus objetivos primordiales la creación de 27.000 escuelas, debido al gran porcentaje de analfabetismo de la población, y en este cometido se puede destacar la gran labor conjunta entre el Ministerio de Instrucción Pública y los ayuntamientos de los municipios. Si en 1931 en Canillas había nueve escuelas y nueve maestros, para 1934 ya había 30 escuelas y 36 maestros. En las actas se pueden ver la creación de alguna de ellas y de un centro de puericultura. El 15 de octubre también se trata el tema de la unificación de los ayuntamientos de Canillas y Vicálvaro. Pero lo realmente curioso es que, con las instituciones estatales y regionales en difícil situación por la guerra y el proceso revolucionario desatado, los ayuntamientos pasaron a regular muchos más aspectos de la vida cotidiana de los vecinos. Los delegados presentan y debaten las problemáticas del contexto, en base a un municipalismo mucho más autónomo y local que el previo al golpe de estado. Entre todos estos debates podemos ver, por ejemplo, la municipalización de los servicios básicos, la gestión de las cartillas de racionamiento de los vecinos, las problemáticas de la reparación o compra de varias furgonetas para el trasporte de los productos básicos (una Chevrolet por 25.000 pesetas y una Dodge por 32.000 pesetas), los problemas de la comisión de abastos por la escasez de algunos productos, la regulación del precio de las sandías y la gestión de diversos asuntos relacionados con la administración de las panaderías por parte de la Cooperativa de Artes Blancas (como se les conocía por el color de la harina). El 17 de agosto de 1937 se lee un informe realizado por el Ministerio de Defensa sobre la defensa contra aeronaves y se comienza la construcción de varios refugios en el pueblo y la presentación de un escrito a la compañía de luz informándoles de que los enganches del alumbrado de los refugios serían gratis. Se debaten infinidad de problemas de la comisión de fomento en cuanto a la construcción de estos y de fuentes publicas para solventar los problemas de suministros de agua.

Por el problema de vivienda surgido ya que los pueblos del extrarradio de Madrid empezaron a recibir multitud de refugiados de guerra que venían huyendo del avance del ejercito nacional, el 3 de septiembre de 1937 se acuerda la creación de un estudio de viviendas en malas condiciones en las que viven muchos vecinos, para su arreglo. También tratan la cesión de algunos espacios municipales para el uso por parte del Socorro Rojo Internacional o la aprobación de la cesión de uso de un edificio en la calle Pablo Iglesias para el disfrute después de clase por parte de las Juventudes Socialistas Unificadas del Pueblo. Gestionan la aprobación o no de las peticiones de subidas de sueldo de los funcionarios, entre ellos las limpiadoras, los matarifes o los choferes. Y la gestión de servicios sociales en las que se aprueba el disfrute de los servicios del ayuntamiento totalmente gratis por parte de las personas que acrediten no tener recursos o cobrar menos de 10 pesetas. Estos documentos son un fiel reflejo del cambio de perspectiva política y de participación ciudadana, y podemos leer ideas curiosas de los delegados y propuestas de los propios vecinos como la petición a la comandancia de fortificaciones de 2.000 kilos de cemento para unos arreglos en el cementerio de Canillas, la creación de una bolsa de trabajo municipal, la aceptación de la propuesta del Comité de Vecinos del barrio de San Fernando de dotar a la escuela de la barriada de luz para el estudio nocturno de las personas adultas y que es aprobada por unanimidad en noviembre de 1937, o la propuesta del camarada Dueñas de enviar a la embajada de la URSS un telegrama de adhesión y felicitación por el vigésimoprimer aniversario de su revolución.

Por otro lado, desde 1931 la República se tuvo que enfrentar al terrible problema de la propiedad de la tierra, y la Ley de Reforma Agraria de España promulgada el 9 de septiembre de 1932 fue uno de sus proyectos más ambiciosos porque pretendía resolver un problema histórico: la tremenda desigualdad social que existía en España, pues junto a los latifundios, propiedad de unos miles de familias, casi dos millones de jornaleros sin tierras vivían en condiciones miserables. El método que finalmente se escogió para resolver el problema fue la expropiación con indemnización de una parte de los latifundios que serían entregados en pequeños lotes de tierra a los jornaleros. Las organizaciones campesinas crecen y se multiplican las huelgas, mediante la lucha sindical los jornales consiguen diferentes decretos como la prohibición a los propietarios de tierras de echar a los campesinos que arrendaran, que se aplicase también a los campesinos la jornada laboral de ocho horas ya conseguidas por los obreros industriales o que se obligara a contratar para el trabajo de las tierras a jornaleros del propio municipio. A pesar de los avances y derechos adquiridos, como en otros aspectos, la República no había cumplido los sueños de verdadero cambio de muchos obreros y campesinos. Organizaciones como la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra, sindicato adherido a la UGT, cuenta en ese momento con casi 50.000 afiliados en unas 275 secciones locales. Comienzan las ocupaciones de tierras. En la provincia de Badajoz, organizado por la FNTT se ocupan unas 2.000 propiedades en un solo día en una acción en la que participan unos 60.000 jornaleros. Entre el 1 de mayo y el 8 de julio de 1936 se contabilizaron 192 huelgas agrarias. A finales de mayo, la detención de unos campesinos que pretendían talar árboles en una finca particular en Yeste (Albacete) condujo a un sangriento enfrentamiento con la Guardia Civil, en el que muere un guardia y 17 campesinos, varios de ellos asesinados a sangre fría por los agentes. La matanza de Yeste del 29 de mayo no produjo ninguna movilización social, ningún clamor. Así no es difícil de entender que esta problemática tan arraigada durante siglos fuera uno de los aspectos mas importantes de la revolución social española, la tierra que durante siglos había sido robada a los campesinos pasó, como si de un día para otro se tratara, a ser propiedad del que la trabajaba.

El gobierno de Largo Caballero firmó un nuevo decreto agrario el 7 de octubre de 1936, que además de guardar el derecho de incautación de la tierra por motivos como «las que… fueron compradas con fines de especulación o con el único objeto de percibir una renta. Las que constituyeron señoríos jurisdiccionales y que se hayan transmitido hasta llegar a sus actuales dueños por herencia, legado o donación. Las incultas o manifiestamente mal cultivadas… Las explotadas sistemáticamente en régimen de arrendamiento a renta fija, en dinero o en especie, durante doce años o más… “, a las que añadía el de “aquellas propiedades rurales pertenecientes a cualquiera que hubiera estado implicado en la sublevación militar de julio, sin compensación económica para los afectados”. En nuestro actual barrio, según el informe del servicio de expropiación de fincas rusticas sin indemnización del Ministerio de Agricultura referente al término de Canillas, podemos ver como se le incauta una finca a Antonio Arco Escobar porque “pagaba jornales inferiores a los establecidos por el Ministerio de Agricultura y hacia trabajar mas horas de las estipuladas”. El 9 de abril de 1938, como señala el archivo, se le incauta al antiguo Marqués de Casa Torres una finca “por tener tierras sin cultivar y otras llevarlas en arrendamiento”, y se añade “que hacia propaganda de derechas entre sus colonos”. El expediente a José Tomas Cavero y Urzaiz, que como indicamos anteriormente fue uno de los terratenientes con más propiedades en la zona, se dice que “tenía las tierras dedicadas a pasto, en completo estado de abandono vendiendo estas en parcelas por las que hacia pagar a precios fabulosos” añadiendo “que cuando se retrasaban en el pago de las mensualidades los compradores de dichas parcelas, se las quitaba en el acto, encargándose de esto el administrador García Morcillo en combinación con el juez municipal”. También se procede a la expropiación a la Compañía Madrileña Urbanización de unos terrenos en Canillas porque “llevaban en régimen de arrendamiento y no se cultivaban pues sus representantes legales de esta localidad desaparecieron tras la huelga general revolucionaria de 1934, que las tierras las arrendaban a precios fabuloso” y además “explotaban la línea de tranvías de Ciudad Lineal y trataban a los obreros como negreros”. Todas las órdenes de incautación de este expediente están firmadas por unanimidad.

Aun con todo esto, en los momentos más revolucionarios, en muchas localidades la política institucional pasó a un segundo lugar siendo los comités de barrio, sindicatos y comités de defensa quienes tomaron el control político de forma espontánea, gestionado la vida cotidiana de las comunidades en base a asambleas popular abiertas como si del comienzo de la historia de estos pueblos se tratase, 700 años atrás. El 26 de junio 1936 se funda la Agrupación Socialista de Hortaleza con una reunión en el salón de la Callejuela del Mediodía donde se da lectura del reglamento de la agrupación, y acto seguido queda constituida pasando a la elección de cargos: presidente del comité Victoriano Elipe Sánchez, vicepresidente Valentín de Castro López, secretario Anselmo Sánchez Álvarez y tesorero Eugenio Morales Sanz, entre otros cargos como los vocales, la comisión de cuentas, la mesa de discusión o la comisión electoral (37).

LA REVOLUCIÓN EN EL BARRIO

El 18 de julio de 1936 con el golpe de estado triunfando en muchas partes de España, la CNT y la UGT hacen un llamamiento a la huelga general revolucionaria. Durante los próximos meses en las zonas republicanas comenzaría una revolución sin precedentes, mucho más profunda y radical que la propia Revolución Rusa, según diversos autores. Surgen todo tipo de organizaciones de izquierdas, agrupaciones, sindicatos, periódicos, comités de defensa, comités de barriada, casas del pueblo, ateneos libertarios, cooperativas de trabajo, fábricas socializadas y colectividades agrarias. El 3 de agosto de 1936 “por iniciativa de un buen número de compañeros pertenecientes a la Confederación Nacional del Trabajo y todos ellos con domicilio en esta localidad, deciden por unanimidad, y a los fines de constituirse el sindicato, incautar una casa situada en la calle de Cervantes nº 12, que se encuentra en la fecha deshabitada”. En el mismo documento dan fe de que la casa se encuentra amueblada y redactan un inventario que ponen en conocimiento de la regional. El documento esta firmado por Félix Alcalde y Telesforo Plaza, en nombre del Sindicato Único de Oficios Varios de Hortaleza adherido a la CNT-AIT, que para ese momento contaba con mas de un millón y medio de afiliados. El surgimiento y crecimiento de las organizaciones obreras nos da un fiel reflejo del contexto de politización social del periodo revolucionario.

“Si seguís nuestra actuación con independencia de criterio; no dejando embostar por los disfrazados de antifascistas, que ya no saben como obstaculizar nuestra labor, veréis en nuestras campañas una sola obsesión rectilínea: defender los intereses de la barriada… Nuestra labor, que es vuestra, ha de ser limpia y honrada, trabajando todos por el bien común. Sólo así lograremos que la voz de la barriada sirva de ejemplo y orientación ciudadana y que su eco llegue a los oídos y despierte de su letargo a los que aún siguen dormidos” dice La Voz de la Barriada, periódico del barrio editado por el Comité de Ciudad Lineal y Portugalete en Canillas el 28 de septiembre de 1937, remarcando en un artículo sobre pedagogía que “a la monarquía no le convenía que el pueblo pensara, porque los pueblos que piensan no se dejan subyugar”. En 1938, el movimiento anarquista en Canillas también contaba con la presencia de un Sindicato de Oficios Varios federado a la comarcal regional de CNT cuyo secretario general era Antonio Cascales de 41 años y que a su vez era primer teniente de alcalde del ayuntamiento. El sindicato también pertenecía al Frente Popular Antifascista de Canillas y Vicálvaro; se había fundado un Comité de Defensa Confederal del que era secretario José L. Villaverde; existía la Agrupación Anarquista de Canillas, Canillejas y Vicálvaro adherida a la FAI con local en la Carretera de Aragón nº21, de la que era secretario Manuel Querol de 42 años; una organización de Juventudes Libertarias de las que era consejera Marcelina Márquez; un Ateneo Libertario cuyo delegado era José Ramos de 41 años, y un cine libertario en Las Ventas administrado por Julián Antón Jerez de 39 años. Es curioso como este incremento de organizaciones y de la coordinación de las mismas se puede ver casi hasta en los momentos mas difíciles, ya que el 7 de febrero de 1939, a menos de un mes del final del conflicto y del derrumbe de la República, en nuestro actual barrio aún se funda, firmando los estatutos de la UGT, la sección de Canillas y Vicálvaro del Sindicato del Vestido.

La revolución tuvo como objetivo principal subvertir los esquemas tradicionales y capitalistas de la economía. Los elementos más importantes fueron los relacionados con la propiedad y desarrollo de la economía en todas sus fases: gestión, producción y distribución. Se llevaron a cabo numerosas experiencias de control obrero de fábricas y colectivizaciones agrarias en todo el territorio en manos de la República. Éstas se rigieron por una estructura que se puede definir como de abajo a arriba, es decir, todas las decisiones y nombramientos de delegados se tomaban en asamblea, donde participaban todos los trabajadores. Uno de los aspectos más destacados de las colectividades fueron los planteamientos con los que afrontaron el problema del dinero y la distribución de los productos. En un plano organizativo más amplio, las colectividades agrarias o fábricas colectivizadas se coordinaban unas con otras en confederaciones, siguiendo el ejemplo del Consejo de Defensa de Aragón o las Federaciones de Industria. Se dieron casos de federalismo muy interesantes como el CLUEA, organismo gestor de las exportaciones de agrarios en Levante. El Sindicato Único de Espectáculos de la C.N.T. fue, en cierto modo, un modelo de organización y funcionamiento. El entusiasmo revolucionario organizó y dinamizó todas las actividades cinematográficas y teatrales de Barcelona desde el 6 de agosto de 1936 hasta mayo de 1937. Consiguieron unificar los salarios para todas las categorías de trabajo de las ramas de la industria del cine. Se estableció con carácter permanente el subsidio de enfermedad, invalidez, vejez y paro forzoso. Todo este sistema permitió dar trabajo a unas 6.000 personas y sostuvo durante ese período 114 salas de cine, 12 salas de teatro y diez «music-halls». Se puede decir que fue uno de los sectores que mejor funcionó a nivel económico, construyéndose incluso algunas salas de cine como el Ascaso o el cine Durruti y produciéndose más de un centenar de películas impulsadas por la productora y distribuidoras SIE Films o Spartacus Films, 25 de ellas fueron rodadas en Madrid, probablemente alguna en Canillas, ya que los estudidos de la CEA se encontraban en Ciudad Lineal y disponían de de seis platós de rodajes, laboratorios, talleres de decorados, camerinos y hasta una piscina. O la socialización de la industria de la madera que dio trabajo a entre 7.000 y 10.000 personas logrando la jornada de ocho horas, la unificación de los salarios, la mejora de las condiciones laborales, y lo que es más indicativo, el aumento de la producción. Se organizaba de manera asamblearia desde la tala de árboles en los Pirineos hasta la distribución de los muebles ya hechos, pasando por todas las fases de serrería, ebanistería y carpintería. Con parte de los beneficios económicos llegaron a construir una escuela profesional, bibliotecas e incluso organizar la Feria del Mueble Socializado en 1937.

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Soldados del ejército popular de la República ayudando a los campesinos de Hortaleza a recoger las cosechas.

En Hortaleza ese proceso revolucionario también se ve en los archivos históricos, por un lado la Agrupación Socialista del pueblo funda La Animosa, Sociedad de Obreros Agricultores de la Tierra de Hortaleza, colectivizando la quinta de la Huerta de la Salud, la histórica finca del distrito de la que aun conservamos el Silo de Hortaleza y la puerta principal con una placa en latín que dice: “Aunque los hombres reinan en las ciudades, sus mejores gozos residen en la vida campestre, año 1749”. Como dice algún vecino del barrio, si todavía hoy la conservamos es gracias a que años después el mismo Juan Carlos Aragoneses se interpuso entre ella y la excavadora que iba a derruirla. Se tiene constancia de la colectividad agraria y de una curiosa anécdota en el verano de 1937, cuando la 11ª división del ejército de la República ayuda en la labor de la siega a los vecinos del pueblo de Hortaleza. “Donde sí, en cambio, ayudamos de veras a la recolección fue en Hortaleza, un pueblo de Madrid donde acampamos mientras nos preparábamos para la próxima operación. El caso es que faltaba mano de obra, los mozos estaban en la guerra, como nosotros, pero lejos de allí, y la República necesitaba pan. Nuestros soldados dejaron por unos días sus fusiles y empuñaron las hoces: también lo hicieron Líster y Santiago, con todos sus galones. Así se ganaban el nombre y la fama de Ejército Popular”. Y la referencia que hace y consta en el diario ABC que dice así: ”Al camarada comandante Líster: salud. Viendo la buena voluntad con que los soldados de tu división se nos ofrecen para ayudarnos a recoger la cosecha que está seca, durante los días que ellos están en la retaguardia, te dirigimos la presente para decirte que, por lo de hoy, vengan solamente treinta o treinta y cinco camaradas que sean hábiles, pues si necesitamos más ya os avisaremos, ya que vemos con tanta alegría que todos los soldados de tu División quieren ayudarnos. Probablemente te pediremos también algunos para hacinar las mieses. Te saludamos a ti y a todos tus soldados, quedando tuyos y de la causa. Salud y República. Por la Colectividad de Campesinos de Hortaleza. 10 de junio de 1937”.

Por su parte el Sindicato Único de Campesinos y Similares de la CNT-AIT de Hortaleza recibe la donación de la finca Las Moreras, situada en el Charco del Pescador y propiedad de Pedro Tovar y Gutiérrez que había sido incautada por el Sindicato Único de Campesinos de Fuencarral CNT-AIT. Esta cesión solidaria queda atestiguada en un documento del 30 de mayo de 1937, firmado por los secretarios de ambos sindicatos. Dos meses después, el 18 de agosto, en una reunión del sindicato en Hortaleza se decide por unanimidad la creación de la colectividad agraria estando presentes Celestino de Castro Molpeceres, José Lucas González Iglesias Agustín González Iglesias, nombrando de secretario a Telesforo Plaza y vicesecretario Félix Alcalde. Veinte días después, el 8 de septiembre de 1937, podemos ver tanto la relación de aperos de labranza, semillas y piensos que necesitaban para empezar el trabajo colectivo: “dos vertederas hispano-americanas, dos arados comunes, dos yugos, una rastra, una horquilla de hierro, diez fanegas de cebada para siembra y pienso, 200 kilos de habas para siembra, 20 kilos de guisantes para siembra, 100 kilos de paja para pienso”, así como la relación de los bienes propios que los compañeros aportan a la colectividad para el bien común: “una finca propia de dos fanegas de superficie aproximada y las semillas necesarias para su siembra, 4.000 ladrillos gordos para la construcción de estanques, un asno capao (sic) de 9 años son aportados por Telesforo Plaza; una cerda de aproximadamente un año, dos de cuatro meses y uno de un mes y 10.000 ladrillos gordos son aportados por Félix Alcalde; dos mulas aporta Dionisio González y Agustín González dos mulas y un carro con arreos”. De esta bonita forma, poniendo cada uno lo que tenía en común, es como se hizo la revolución en nuestro barrio.

EL FIN DE LA GUERRA

Tras el fracasado intento de tomar Madrid, el general Franco opta por la estrategia de desgaste, el conflicto pasaría de una guerra de columnas a una guerra de frentes. El resto del año 1937 Franco pone gran parte del esfuerzo de guerra en la campaña del norte, tomando el 19 de junio Bilbao, el 1 de julio Vizcaya, el 2 de septiembre Santander y el 21 de octubre Asturias. La República va perdiendo terreno, los nacionales preparan una gran maniobra militar para romper el frente y dividir la zona republicana en dos, cortando las comunicaciones entre Madrid y Barcelona. El 7 de marzo de 1938 las tropas franquistas llegan al Mediterráneo, cumpliendo todos los objetivos de la ofensiva y dejando estratégicamente al gobierno republicano en una terrible situación. Unos meses después comienza una de las batallas mas importantes de la guerra, la batalla del Ebro. Ésta fue decisiva: más de 250.000 personas combatieron durante casi cuatro meses. La victoria del los nacionales supuso la pérdida total de la moral en las tropas republicanas, y el 26 de enero de 1939 cae Barcelona. Ante esta situación se derrumba el frente y la República se divide. El 5 de marzo, el general Casado da un golpe de estado en Madrid derribando al gobierno de Juan Negrín que defendía continuar resistiendo a pesar de la situación casi desesperada. Apoderándose de los puntos neurálgicos de Madrid y anuncia la formación de un Consejo Nacional de Defensa presidido por el general Miaja con el objetivo de firmar la paz. El palacete de Villa Rosa, actual sede de la Junta del Distrito, albergaba entonces un cuartel secreto del Partido Comunista y fue lugar de varios de estos terribles combates, una guerra dentro de la guerra que supondría la derrota total.

Tras la guerra, 143 vecinos fueron depurados y 32 fusilados por el régimen franquista

Las cifras de la represión durante el franquismo se pueden resumir en más de 180 campos de concentración, unas 3.000 fosas comunes y mas de 120.000 personas desparecidas. Pero la represión no solo fue física, también política, económica y cultural. En Canillas por ejemplo son depurados casi el 50% de los maestros, entre ellos Norberto Cerezo, afiliado a la Federación de Trabajadores de la Enseñanza de la UGT y profesor en la escuela mixta del Cerro de la Cabaña, que fue fusilado en 1936 junto a uno de sus hijo de 15 años y posteriormente depurado en 1939 del magisterio, lo que impedía a su mujer y el resto de sus cinco hijos cobrar la pensión de viudedad. De los aproximadamente 143 represaliados tras la guerra que he podido encontrar en nuestro barrio, 32 fueron fusilados:

  • Lino Abajo Calvo
  • Eduardo Aguilar Lorenz
  • Rafael Alosete Sánchez
  • Juan Artolachipi Cabañas
  • Rafael Cantillo González
  • Ramón Cantillo González
  • Gabriel Carmona Campillo
  • Francisca Carrero Olias
  • Felix Cezón Ureña
  • Andrés Colao Martínez
  • Eladio Díaz Almunia
  • Mariano García Torres
  • Liborio García Arnau
  • Gregorio Gil Fayos
  • Mariano Hernández Fernández
  • Lucas Jodra Del Amo
  • Rufino Jordán García
  • Esteban Loeches Villalba
  • Andrés Molpeceres Barceló
  • Rafael Mota Ortega
  • José Mota Ortega
  • Joaquín Navarro Gómez
  • Alejandro Porras Isla
  • Mariano Ramos Fraile
  • Mauricio Robledo Ávila
  • Florentino Rodríguez Alonso
  • Mariano Romero Pérez
  • Fusto Valdeolivas De Diego
  • Juan Aragoneses Barceló
  • Jerónimo Aragoneses Molpeceres
  • Florencio Elipe Sánchez
  • Vitoriano Elipe Sánchez
  • Mariano García Torres
  • Pedro Gómez de la Cruz
  • Félix Molpeceres Barceló
  • Ángel Pérez López
  • Francisco Pérez López
  • Florentino Rodríguez Alonso
  • Benito Rubio Ruíz
  • Anselmo Sánchez Álvarez
  • Telesforo Plaza Sánchez
  • Félix Alcalde Otero

Así de triste termina esta historia, “1 de abril de 1939, cautivos y desarmados”. Como decíamos en un principio, esta es la historia de los “sin tierra”, es la historia de los perdedores. Sirva este artículo, humildemente, para no dejar que esta parte de la historia del barrio y sus gentes se olvide, para recuperar la memoria y ponerla en común, y quizás así, poco a poco, poder ir dando nombre a algunos de los sin nombre. «Los que hemos vivido estos días únicos, no los olvidaremos nunca. Y hemos podido comprobar, por experiencia propia, harto dura, que una cosa es la teoría, incólume y bella siempre, y otra la realidad, aleccionadora y cruel en todo momento. Hemos aprendido a andar, y andamos ya con paso firme, sereno, resuelto, en medio de un laberinto intrincado, sin más luz que el deseo de impedir el triunfo del fascismo y la voluntad ferviente de salvar a España de todo género de dictadura. ¡Cuántas cosas nos ha enseñado este ensayo! Por ejemplo, que es necesario tener un plan constructivo antes de destruir. Hemos comprobado, por otra parte, algo que sólo sabíamos en teoría. Que la revolución es una fuerza destructora y ciega, grandiosa y bárbara, en la que actúan formidablemente, fuerzas incontroladas e incontrolables. Que una vez el primer eslabón, el primer peldaño bajado, el pueblo se precipita como un torrente por la brecha abierta. Y que no es posible detener, a voluntad, la marcha desbordada de las aguas. En el fragor del combate, en la furia ciega de la tormenta, ¡cuántas cosas también naufragan! Los hombres no son mejores ni peores de cómo los hemos visto. Son como son, con realidad verdadera y subjetiva. Sus vicios y sus virtudes se manifiestan, surgiendo del fondo de los tahúres la honradez dormida y de lo más hondo de los hombres honrados el apetito voraz, la sed de exterminio, el afán de sangre, que parecía más que imposible. Pero, pasada la tempestad, en calma los nervios y los espíritus, somos capaces de recapitular y recapitulamos. Nos damos cuenta de que es preciso dar ojos a la fuerza ciega y un cerebro constructor al brazo iracundo que destruye. De que sepamos realizar la reconstrucción económica que nos ha sido encomendada por la historia, depende el triunfo internacional, si no del anarquismo, por lo menos de la concepción libertaria de la sociedad y de los hombres. Y en la dignidad de las palabras y de la actitud, desprovista de miedo; de aceptación serena de las cosas tal como ellas son, se comprende que la revolución, no sólo se ha hecho en la calle, con las armas, sino que también se está haciendo en las conciencias”, escribió Federica Montseny.

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