Al hilo de la iniciativa socialista para bautizar cinco calles del distrito con los nombres de los alcaldes de Hortaleza durante la II República, me han animado a escribir sobre mi abuelo, y ésta es la síntesis de los 89 años de su vida.

Mi abuelo, Jonás Aragoneses Molpeceres, nació en Hortaleza en 1899 y fue el segundo de los cinco hijos de Ruperta y Felipe. Su madre pertenecía a una de las familias más antiguas del pueblo. De ella aprendió historias que ya forman parte de las leyendas familiares, como aquella del fanal de monedas de oro que aún debe de andar enterrado en algún lugar del casco viejo.

Su padre se dedicaba a la construcción, como muchos vecinos del pueblo, pues la mayoría de las tierras estaba en manos de los grandes propietarios. A pesar de ello, la familia tenía un hermoso viñedo, cuyos frutos servían para complementar el sueldo.

Jonás estudió en la escuela de Hortaleza y eligió la profesión de albañil, en la que con el tiempo llegó a encargado de obra. Ya en su juventud se forjó su conciencia de clase, y participó en las movilizaciones sindicales de principios del siglo XX. Por aquel entonces conoció a la que luego se convirtió en su mujer, María Freijanes, una joven trabajadora de Cuatro Caminos que pertenecía a una familia de convicciones republicanas.

Con la mayoría de edad fue llamado a filas y enviado a la guerra de Marruecos con el Regimiento Inmemorial del Rey. De aquellos tres años sacó un billete que Alfonso XIII le entregó en propia mano y la convicción de la injusticia que suponía el que las familias ricas pudieran evitar que sus hijos fueran a la guerra mediante el pago de una cuota.

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Jonás en Marruecos, en una fotografía de 1920.

A su regreso a la Península contrajo matrimonio con mi abuela María, y pronto llegó el primero de los ocho hijos. Poco después da el paso a la política y funda, junto a otros camaradas, la Agrupación de Hortaleza del Partido Comunista de España, presentándose a las elecciones municipales de abril de 1933. En el Ayuntamiento fue teniente de alcalde, alcalde y concejal, hasta enero de 1937.

En su mandato, el presupuesto municipal se multiplicó por cinco y, con ese dinero, se instaló el nuevo lavadero municipal, se arreglaron las escuelas, se construyó un grupo escolar en la plaza y se plantaron árboles en todo el pueblo.

“En los años que fui alcalde no recibí ni un céntimo, e incluso algunas veces tuve que poner dinero de mi bolsillo”, relataba Jonás Aragoneses

Un trabajo completamente altruista, según confesaba mi propio abuelo. “En los años que fui alcalde no recibí ni un céntimo, e incluso algunas veces tuve que poner dinero de mi bolsillo”. En aquellos años se puso especial énfasis en el control del fraude en el peso del pan y la calidad de la leche, así como en la reducción del desempleo.

“El problema del paro también era muy acuciante, pero lo resolvíamos con medios muy prácticos. Como antes no existía el subsidio, con el dinero de las contribuciones de los terratenientes todos los sábados pagábamos a los parados lo que se llamaba el jornal de socorro, que consistía en repartir seis pesetas a cada uno de los que estaban sin trabajo. Por otra parte, cuando había que hacer una obra en el pueblo, o incluso en alguna casa particular, el Ayuntamiento cedía a los obreros a cargo de su presupuesto, y el particular ponía los materiales”.

HORTALEZA EN GUERRA

El 18 de julio de 1936 se sublevaron los militares, se declaró el Estado de Guerra y se constituyó un Comité de Defensa, en cuya dirección participa mi abuelo Jonás. Este comité se aplica, desde las primeras horas de su formación, en mantener el orden en su jurisdicción, protegiendo personas y propiedades.

Enseguida se traslada a lugar seguro a las monjas de los tres conventos, se monta guardia en las entradas del pueblo y se colocan centinelas en el convento de los Paúles. El comité se enfrenta -al menos hasta en seis ocasiones en tres días- a grupos de milicianos de Madrid, que venían con no muy buenas intenciones.

El hecho que revistió más gravedad fue el intento de incendio de la iglesia San Matías. Milicianos de Hortaleza, con Jonás al frente, lo impidieron, estando a punto de abrir fuego los unos contra los otros. Después de tres días de defensa numantina, los religiosos del pueblo que quedaron a cargo del comité fueron evacuados sanos y salvos a Madrid.

Jonás entregaría el carnet del Partido Comunista a personas señaladas del pueblo para que lo utilizaran como salvoconducto en caso de tener algún problema

En días posteriores, mi abuelo entregó el carnet del Partido Comunista a personas señaladas del pueblo, para que lo pudieran utilizar como salvoconducto en caso de tener algún problema. Avanzada la guerra se alistó voluntario al ejército junto con su hermano Ignacio, encargándose del avituallamiento de las tropas republicanas.

El fin de la guerra les sorprendió en Morella (Castellón). Se les ofreció la oportunidad de marchar en barco a Rusia, pero decidieron regresar con sus familias. Así emprendieron un largo recorrido a pie hasta Hortaleza, donde fueron denunciados y conducidos presos a una Iglesia en Colmenar Viejo, utilizada como presidio. De esta Iglesia, la mañana del trece de julio de 1939, fue sacado su hermano Jerónimo, también detenido, para ser fusilado y arrojado a una cantera.

Poco después, mi abuelo Jonás fue trasladado a Navarra, donde pasó dos meses en condiciones infrahumanas, en el castillo de San Cristóbal. Desde allí le mandaron a la cárcel provincial de Pamplona y, dentro de un programa de redención de penas por trabajo, regresó a Madrid para la construcción de la nueva cárcel Modelo.

En esta última etapa fue recluido diez meses en la cárcel de Conde de Toreno, donde se hizo gran amigo del dramaturgo Antonio Buero Vallejo. Finalmente salió de la cárcel para cumplir un año de destierro en Zaragoza, al término del cual pudo por fin reencontrarse con su familia.

Tras pasar por la cárcel, Jonás pudo regresar a Madrid, aunque era rechazado cuando encontraba algún trabajo y fue forzado a asistir a misa

Ya en Madrid intentó recuperar su vida cotidiana, pero sufrió el ostracismo por sus antecedentes penales, y era rechazado sistemáticamente cuando encontraba algún trabajo. A estas dificultades se añadían las del propio régimen, que no perdía la oportunidad de humillar a los vencidos: mi abuelo debía presentarse en el cuartel de la Guardia Civil todos los domingos, desde donde era escoltado hasta la iglesia y forzado a escuchar misa.

Con el tiempo, mi abuelo consiguió reorganizar su vida. Pudo conocer a sus nietos y bisnietos, y vivió con orgullo el regreso de la democracia a nuestro país. En los primeros años de la Transición, miembros del Comité Central del Partido Comunista de España vinieron a Hortaleza para, en un acto de homenaje, entregarle de nuevo su carnet de militante. Mi abuelo Jonás murió el 14 de diciembre de 1988, día de Huelga General en España.

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