En la Guerra Civil, el pueblo de Hortaleza quedó alejado del cruento frente que durante tres largos años contuvo la incursión de las tropas sublevadas en el Madrid republicano, un intercambio de fuego que resultó devastador para poblaciones de la periferia de la capital como los Carabancheles. Sin embargo, en las afueras del antiguo pueblo se construyeron fortificaciones defensivas a lo largo de 1936 para contener los posibles ataques del ejército nacional por este flanco de la ciudad.

“Las maniobras envolventes de 1937 en el Jarama y Guadalajara, de haberse consumado, hubieran alcanzado en primera instancia estos pueblos del este, donde la escasez de obstáculos naturales hubieran supuesto la rápida caída de la capital”, explica José Ignacio Fernández, vecino de Hortaleza y miembro de la asociación Grupo de Estudios del Frente de Madrid (Gefrema), que lleva años poniendo en valor las construcciones militares de la Guerra Civil, muchas de ellas amenazadas “por la especulación y la desinformación”.

Algunas de estas fortificaciones desaparecieron en las últimas décadas, como el búnker de Pinar del Rey, que fue destruido para construir la Gran Vía de Hortaleza. Como desveló el historiador Ricardo Márquez, esta fortificación tenía el cometido de proteger el acceso al secreto cuartel general del Partido Comunista de España que albergaba el Palacete de Villa Rosa, actual sede de la Junta Municipal de Hortaleza.

Otras construcciones se han preservado con distinta suerte. El arquitecto Miguel Fisac integró en los jardines de su celebrada iglesia de San Pedro Mártir de los Padres Dominicos, en Sanchinarro, un búnker que vigilaba la carretera de Burgos. En mucho peor estado ha quedado, dentro del parque forestal de Valdebebas, la pareja de fortines del camino del Cerro de la Cabaña. No muy lejos de allí también sobrevivieron los fortines de La Mata Espesa, en el terreno donde IFEMA prepara su expansión entre los barrios de Las Cárcavas y Valdebebas.

IFEMA espera que la Comunidad de Madrid asuma la gestión del recinto donde han sido trasladados los fortines, a cien metros de su ubicación original

Según José Ignacio Fernández, los fortines de La Mata Espesa son de gran “originalidad” porque estaban conectados “por una trinchera al fortín doble gemelo que está todavía enterrado en el Cerro de los Perros, en la zona de Las Cárcavas”. Además, tenían una “comunicación heliográfica, con señales de un aparato de reflejo solar, con un fortín-observatorio situado en Los Berrocales, cerca de Paracuellos de Jarama” que avisaba de ataques de la aviación nacional en el entorno del aeropuerto de Barajas.

INÉDITO TRASLADO

El año pasado, IFEMA emprendió las obras de ampliación en la parcela de los fortines republicanos, y logró autorización para trasladar estas fortificaciones de hormigón (protegidas en 2013) desde su emplazamiento original hasta una nueva ubicación, situada a unos cien metros de distancia, junto a la glorieta Pascual Bravo, y así mantener su “contextualización histórica”.

Esta inédita operación ejecutada con grúa hidráulicas culminó hace meses, y los antiguos nidos de ametralladoras ya se encuentran restaurados en un recinto musealizado. Sin embargo, una valla impide el acceso de visitantes, a la espera un informe final de la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid. “Además estamos pendientes también de saber si se hacen con la gestión de este patrimonio”, explica una portavoz de IFEMA, que desconoce cuándo podrán abrir los fortines al público.

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Estado en el que se encontraban los fortines el año pasado, antes de su restauración. DAVID NAVARRO

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