Por el camino que iba de la villa de Hortaleza a la de Barajas, llegando a un pequeño valle y junto a un manantial que nacía a la sombra de unos viejos y esbeltos pinos, se encontraba una gran casa de labor, a la que todos llamaban La Casa de La Hinojosa.
Como una isla blanca, se encontraba rodeada de un mar verde, formado por 10.000 olivos y 55.600 cepas, que se extendía, desde Canillas, por los términos de Barajas y Rejas. Estos campos eran la tierra cultivada más hermosa y cuidada al este de la ciudad de Madrid.
La casa tenía molino de aceite, una bodega con numerosas tinajas, una era, cuadras, pajares y una alberca donde se recogía el agua del manantial, que, en una medición a principios del siglo XX, daba un caudal de 60 metros cúbicos al día y en verano.
El tiempo transcurrido desde la creación de esta posesión había transformado su nombre original. No era La Hinojosa (sitio poblado de hinojos), sino Olivar de Hinojosa, borrando así de la memoria colectiva el nombre del señor propietario de estas fincas.
Para saber quién fue este señor, hay que remontarse al siglo XVIII, cuando en Hortaleza y pueblos limítrofes se daba una buena cosecha de aristócratas y ricos burgueses en busca de clima saludable. Pero vamos al tajo: ¿quién fue el tal Hinojosa y cómo pudo acumular tan gran hacienda?
Nicolás de Hinojosa era un gaditano que, desde joven y con algún enchufe, se fue labrando una carrera de tesorero en el Ejército, en donde, por ser tiempo de guerras, se movían grandes cantidades de dinero. El hombre, de tanto manejar fondos públicos, se aficionó a la sustracción de algunas perrillas para sus gastos particulares.
Con una parte de lo que estafó compraría casas y fincas hasta conseguir los 3.600.000 metros cuadrados de terreno que ocupaba el latifundio
Debido a su maestría en la contabilidad, fue ascendiendo hasta convertirse en Tesorero General del rey Felipe V. Esto para don Nicolás era ya caza mayor: por sus manos pasaban fortunas que financiaban guerras y pagaban subsidios para satisfacer los deseos de la reina consorte Isabel de Farnesio, que pretendía colocar a sus retoños al frente de algún reino por Italia o Austria.
Con una parte de lo que estafó compraría casas y fincas hasta conseguir los 3.600.000 metros cuadrados de terreno que ocupaba el latifundio. Don Nicolás disfrutó en vida de sus posesiones y riquezas, pero sólo unos años después de su muerte, en Hacienda se percataron del agujero que dejó en las arcas públicas: unos 4.500.000 reales.
La Casa de La Hinojosa se encontraba muy cerca de lo que es hoy la rotonda de entrada a la ciudad deportiva del Real Madrid; con el paso de los años fue abandonada y se convirtió en refugio para las ovejas y lugar de citas para las parejas. En el año 1969 se hizo famosa por el conocido como “crimen de la tinaja”, uno de los sucesos en los que intervino la guardia civil de Hortaleza, pero esa es ya otra historia.