Este editorial se dedica a un doble hito en la historia de nuestro distrito. Por un lado, celebramos que Hortaleza ha superado los 200.000 habitantes, una cifra que refleja el gran crecimiento de nuestra comunidad. Por otro, se conmemora el 75.˚ aniversario de la adhesión de los pueblos de Hortaleza y Canillas a Madrid.
Pero ¿cómo crecemos sin perder lo que nos hace únicos? El crecimiento de una ciudad o un distrito no solo se mide en números. No basta con sumar habitantes, infraestructuras o servicios si olvidamos nuestra identidad en el proceso. Es en las pequeñas decisiones –políticas, urbanísticas, culturales…– donde realmente se decide qué tipo de distrito y ciudad queremos. Crecer sin reconocer lo que ya existe, sin valorar la historia y las tradiciones que han construido nuestra identidad, nos pone en riesgo de perder lo propio, nuestra esencia, de homogeneizarnos hasta que no quede nada que celebrar.
Este aniversario es una oportunidad para que la Administración reconozca y valore lo que ya existe en el distrito. Sin embargo, algunas decisiones recientes hacen temer que no será así. Un ejemplo claro es el anuncio de la creación de una “radio cultural de Hortaleza” obviando que en Hortaleza ya existe una radio con más de 35 años de trayectoria en el distrito, Radio Enlace, que no es un pódcast pasajero ni una emisora cualquiera, sino un proyecto comunitario, un espacio abierto, participativo y construido desde el propio vecindario. Crear algo nuevo ignorando lo que ya existe no es crecimiento: es tratar de borrar la historia, lo que podría interpretarse como un intento de controlar el relato y reducir el espacio para los medios críticos e independientes.
"Cuidar Hortaleza es garantizar que su historia y su identidad no desaparezcan"
Otro ejemplo es el futuro de Huerta de Mena. A pesar de que un informe técnico de la Comunidad de Madrid avala su protección, el Ayuntamiento de la ciudad ha decidido obviar su protección y permitir la urbanización de este enclave histórico, vestigio de la Hortaleza rural y agrícola, ignorando los informes encargados por la Dirección General de Patrimonio Cultural.
Proteger este espacio sí que sería un gesto de respeto por la memoria del distrito y por la calidad de vida de quienes vivimos en él, además de preservar espacios verdes necesarios, fomentar la cultura y recordar la herencia de la Generación del 27 que se reunía en Huerta de Mena. Porque cuidar Hortaleza no es solo favorecer los intereses económicos y empresariales particulares, sino garantizar también que su historia y su identidad no desaparezcan, evitar problemas de tráfico innecesarios y reconocer que ya hay suficientes oficinas, muchas vacías.
Las ciudades no solo se definen por su historia, sino también por su presente. No queremos que las calles de Hortaleza pierdan su personalidad, que sus locales comerciales se conviertan únicamente en viviendas turísticas o que desaparezca el pequeño comercio que da vida a nuestros barrios. Cada vez que una tintorería como París o una librería como El Bosque resisten, lo hacen contra un modelo de ciudad donde lo local es reemplazado por lo global, donde el comercio de proximidad cede terreno a los grandes conglomerados. En este número también nos despedimos de La Chuletera de Las Cárcavas, un establecimiento emblemático que pronto desaparecerá para convertirse en un anodino chalé.
Sabemos que dar visibilidad a estos espacios es una manera de defenderlos. Como también lo es acercar la historia del distrito a los más pequeños, como nuestra sección Menud@s Hortalin@s, que busca que las nuevas generaciones conozcan y valoren su entorno. Porque si algo hace diferencial a Hortaleza es que sus tradiciones y fiestas las ha creado su vecindario.
Celebramos que Hortaleza crezca, pero queremos que ese crecimiento sea consciente, respetuoso con su historia y comprometido con su comunidad. Un distrito que olvida su identidad pierde lo que lo hace único, su esencia. Y nosotros queremos seguir celebrando Hortaleza, en su diversidad, en su memoria y en su futuro.
