Cinco tintorerías había en la zona de Villa Rosa en los mejores tiempos: ahora, Tintorería París es la única que resiste en Mota del Cuervo, y Manolo y Julia, sus propietarios, cuentan los años que les quedan para la jubilación y cerrar el negocio, que no tendrá relevo generacional.
Manolo Díaz aprendió de su padre, que se hizo cargo del negocio allá por el año 1982, cuando sus jefes, titulares originales del tinte Dymar, decidieron mudarse. “Mi padre vio que no queríamos estudiar, y decidió hipotecarse con 50 años para darnos un oficio –cuenta Manolo, que se hizo cargo con su hermano Benito en 1996– y no nos ha ido mal, hemos tenido una buena vida”. Precisamente el negocio tiene un nombre tan cosmopolita porque sus padres emigraron a Francia en los años cincuenta y fue en París donde aprendieron los secretos de las planchas, los maniquíes y las lavadoras industriales.
Los hijos crecieron ya en Villa Rosa: “Yo iba al colegio a Santa Rosalía, luego al Juan Zaragüeta. Yo he visto todo esto sembrado de cereal, de olivares. Hice la comunión en Santa Paula, que me tuvieron que poner unas katiuskas para subir porque esto era un barrizal, no llegaba ni la camioneta”, recuerda Manolo, que ahora vive en otro municipio.
Pero ninguna de las tres hijas de Manolo y Benito quiere hacerse cargo del negocio familiar. “Yo tampoco las he animado, ¿eh? El oficio da muchos problemas, trabajamos con ropa usada, y la gente a veces se queja, y luego la vida del autónomo es complicada, y se une a los problemas propios del negocio, en verano es muy duro porque pasas mucho calor y es cuando más trabajo hay”. Y eso que las niñas “se han criado aquí, la grande sobre todo, me la traía –relata Julia entre risas– la chica ya se quedaba con una mujer, igual por eso no les gusta”.
Sus padres emigraron a Francia en los años cincuenta y aprendieron los secretos de las planchas, los maniquíes y las lavadoras industriales
Desde este local han visto cambiar el barrio, la clientela y hasta el oficio. Hoy día solo queda una franquicia de limpieza en seco en el centro comercial Gran Vía de Hortaleza, “es lo único que quedará, porque ya este tipo de planchas de prensa que usamos nosotros no saben usarlas, ellos tienen mucha maquinaria soplante que hace todo, está muy mecanizado, no te deja una raya del pantalón en condiciones”. También ha cambiado la forma de vestir de las nuevas generaciones: la camiseta y los vaqueros han sustituido al traje y la corbata que antes “llevaban hasta los obreros”, dice Manolo, “hoy solo se usa para bodas”.
Su valor añadido es el trato familiar y el servicio que ofrecen: “nosotros guardamos las alfombras y edredones en verano: mucha gente, que no tiene sitio en casa, nos lo trae en mayo, y yo lo limpio y lo guardo hasta septiembre u octubre”.
El futuro del local de la calle Mota del Cuervo, número 27, depende de su propietario, apuntan Manolo y Julia, pero no les extrañaría que se convirtiera en vivienda, como la tienda de puertas y bricolaje de enfrente.