Lo hemos sentido en el pregón de las fiestas o, cuando el pasado 1 de diciembre y pese a la lluvia, un centenar de personas que apareció en el parque Alfredo Kraus para la foto de los 50 números del periódico y del décimo aniversario. También lo sentimos cada vez que alguien nos comenta que nos sigue o que lee estas páginas. Ese sentimiento se puede llamar cariño y ha ido creciendo a lo largo de toda una década. ¡Cómo no agradecerlo?
¿Y cómo no sentir satisfacción o, incluso, autocomplacencia? Más nos vale que no sea así porque los zascas llegan cuando menos podemos esperarlo. Es algo que ocurre en las mejores familias y estas fiestas navideñas son uno de los momentos más peligrosos del año. ¿Quién no ha conocido situaciones incómodas por conversaciones que se repiten como el Día de la Marmota o por esos encuentros de familia o de compañeros de trabajo (incluso del cole) donde dos se enfrascan en un debate infinito?
Es en esas situaciones cuando, al calor del cariño, se emplean las más despiadadas técnicas de la retórica para salirse con la suya, porque la suya puede ser ese debate sobre qué equipo está mejor en la liga, cuál es el mejor turrón o qué pasa con los presupuestos participativos en el 2020.
En estos y en otros infinitos casos, el argumento ad hominem (en latín, “contra el hombre”) es el arma preferida cuando una de las partes está bien informada y la otra no sabe por dónde salir. Es entonces cuando se oyen expresiones como yo no creo a nadie (incluido el contrincante) o el implacable se te ve el plumero, una frasecita que cuestiona al oponente y desacredita cuanto diga.
El origen de esta rotunda expresión procede del decorativo plumaje del gorro de la Milicia Nacional, un cuerpo de voluntarios que surgió en 1812 por liberales de la época, que no coinciden con los autodenominados liberales de hoy. Según comenta la web aulafacil.com, “los absolutistas no estaban de acuerdo en la creación de este movimiento, lo que pronto hizo que surgiese esta expresión en las discusiones políticas que se llevaban a cabo en la época”.
Desde hace semanas, ante cualquier información relativa a los centros de primera acogida, empezaron a multiplicarse los comentarios cuestionando nuestra imparcialidad
Hace poco sentimos la punzada de esta dichosa expresión que tras su bicentenario sigue lacerando reuniones de todo tipo. Fue a través de las redes sociales y sobre un tema que desde hacía años estábamos informando: la situación de los centros de primera acogida Isabel Clara Eugenia y el Hortaleza.
Desde hace semanas, ante cualquier información relativa a estos centros, empezaron a multiplicarse en Facebook comentarios cuestionando nuestra imparcialidad. Daba igual si se cubría una manifestación o se trasladaban las declaraciones de la Fiscalía de Menores. El recurso era la manida expresión se os ve el plumero.
Estos eran los zascas que nos despertaron de la autocomplacencia tras recibir tantos apoyos y premios, como el Borja Valcárcel o el de Canal 33 en su gala del 25 aniversario. Nuestro periódico se sentía cómodo por el reconocimiento de una labor informativa independiente, rigurosa y de calidad, nacida del movimiento vecinal y hecha de forma altruista y por amor al barrio.
Bien mirado y continuando con el maldito plumero, podríamos admitir que siempre se nos vieron las plumas,es decir, los valores
Pero bien mirado y continuando con el maldito plumero, podríamos admitir que siempre se nos vieron las plumas, es decir, los valores. Desde nuestra fundación, tal y como se refleja en nuestros estatutos, nos hacemos herederos de la tradición reivindicativa del movimiento vecinal de Hortaleza, asumiendo esos valores como propios, así como otros de forma específica como el feminismo.
¡Claro que tenemos líneas rojas, por supuesto! Pocas, pero algunas de ellas son la xenofobia y el racismo, así como aquello que vulnere los derechos humanos. Por tener, tenemos hasta opinión, pero muy poca en comparación con cualquier periódico del mundo. Preferimos contar las cosas con claridad informativa porque algo que no hemos pretendido nunca es convencer a nadie. Lo contrario sería presuponer que somos más listos o importantes que cualquier lector.
Pero bien mirado y continuando con el maldito plumero, podríamos admitir que siempre se nos vieron las plumas,es decir, los valores
Hoy en día sería kamikaze para un soldado lucir las plumas de aquella milicia del siglo XIX; sin embargo, para un medio de información no hay nada mejor que mostrar qué valores hay tras él. Sin duda, la saturación, las fake news y la falta de independencia de los grandes medios han perjudicado el periodismo. El de barrio lo hacemos todas y todos por amor y eso marca la diferencia; por eso se nos ve el plumero.