Había muchas cosas de aquella vieja normalidad que no funcionaban, pero nos habíamos acostumbrado a ella, nos era familiar y el cambio a esta llamada nueva normalidad no ha venido tras un proceso de reflexión o agotamiento. Llegó de golpe, con una crudeza y una fatalidad con la que no contábamos ni podríamos haber imaginado en nuestros peores sueños ni haber visionado en ninguna de todas las series distópicas que solemos consumir.

El concepto de nueva normalidad surge principalmente como respuesta a la pérdida, como adaptación a los cambios que tendremos que asumir. Sin duda lo peor y lo más difícil lo soportarán quienes han sufrido pérdidas personales, que también deben afrontar la tarea de aceptar y sobrellevar ese vacío. El dato en el distrito en los últimos 15 días de junio era de diez contagios, por lo tanto, el riesgo todavía sigue siendo alto.

Perdimos a personas queridas, o no tan cercanas, pero significativas, muchas veces incluso simbólicas de ese concepto de normalidad. Perdimos empleos, ingresos, ritmos de vida, relaciones, rutinas. Acompañando a la crisis sanitaria, empezó a hacerse patente la derivada crisis social, que siempre golpea más fuerte a aquellas personas que viven en una situación más vulnerable.

Los Servicios Sociales llegaron al colapso, mientras las iniciativas ciudadanas brotaban y en Hortaleza, gracias a las campañas de recogida de alimentos y productos básicos realizadas por asociaciones y redes de apoyo vecinal, se ha conseguido ayudar a más de 600 familias del distrito.

Toda esta respuesta funcionó mientras las asociaciones vecinales mantenían cerrados sus locales y cancelaban los campamentos y fiestas de verano, que tanto suponen para las propias entidades y para muchas usuarias y usuarios, y que con tanto esfuerzo y dedicación suelen organizarse en el distrito durante los meses de primavera y verano.

Sin duda lo peor y lo más difícil lo soportarán quienes han sufrido pérdidas personales, que también deben afrontar la tarea de aceptar y sobrellevar ese vacío

Pero el distanciamiento físico no supuso distanciamiento social, y el vecindario se movilizó temiendo la realización de un macroparking,poco disuasorio, en pleno Mar de Cristal, sumando más de 2.500 firmas en la plataforma Change.org y contribuyendo a que en el Pleno de Hortaleza aprobaran una proposición en la que se paralizaba la construcción del aparcamiento hasta que se aporte documentación y se informe tanto a los partidos políticos como a las asociaciones y entidades vecinales.

Un Pleno de Hortaleza que retomaba su actividad cuatro meses después sin acoger las propuestas de las asociaciones y los Foros Locales, que mantenían aún la suspensión de sus actividades el día en el que se celebró la sesión plenaria. Mientras que la participación vecinal seguía tomando más fuerza en la calle: parte de quienes participan en los Foros Locales se concentraban para reclamar su reactivación, que finalmente llegó por decreto unas semanas después.

Se reactivó la movilización de la Plataforma en Defensa del Casco Antiguo de Hortaleza contra la realización de un gimnasio en la centenaria plaza de la iglesia que amenaza con derruir parte del casco antiguo y que ya ha supuesto la tala de alrededor de 90 árboles.

Aparte de las pérdidas, parece que también ganamos tiempo, solidez en las relaciones, reflexión, respeto y poner en valor lo que queríamos, pero no podíamos disfrutar. Como las espigas de trigo que cosechaba Nemesio Aguado, el último agricultor en Hortaleza, las hortalinas y los hortalinos somos resilientes, y aunque azote el viento más fuerte y nos tumbe por un momento, al final acabamos volviendo a nuestra posición natural, algo más cambiados, con algún desperfecto, pero seguimos brillando al sol, haciendo ruido con el paso del aire, de las aves y de los insectos, moviéndonos, dando alimento y recibiéndolo; muriendo y viviendo.

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