El parque Pinar del Rey es uno de mis rincones favoritos de Hortaleza, está a pocos minutos caminando de casa. Paseo por él desde hace más de 20 años, primero con Elvis, ahora con Ziggy. Huele distinto, a piña y romero. Lo conozco al atardecer, con el sol bajo; en otoño, cuando se tiñe de oro y miel; por la mañana temprano, cuando el ronroneo de la Gran Vía de Hortaleza se confunde con el mar y el sonido de las cotorras con el de las gaviotas.
Lo conozco reseco y sediento en verano, en esos días en los que la temperatura baja dos o tres grados en agosto y el cine de verano te invita a detenerte en el auditorio, y también lo conozco en pleno invierno, cuando el aire te corta las mejillas y el olor a pino te hace olvidar que estás en pleno Madrid. El parque lo atraviesa la calle López de Hoyos, una de las calles más largas de Madrid, que mira a sus dos riveras como el Nilo atravesando Egipto.
El parque lo atraviesa la calle López de Hoyos, una de las calles más largas de Madrid, que mira a sus dos riveras como el Nilo atravesando Egipto
Hay una diferencia importante entre la zona norte del parque y la zona sur. La zona norte está salvaje, no hay asfalto, los caminos son de tierra, pocas veces el calor asfixia y, dependiendo de dónde te sitúes, puedes imaginar que Madrid queda lejos, más allá del horizonte. Algunas parejas se tumban a los pies de los troncos, otros, lanzan pelotas a sus perros, que corren a sus anchas, sus dueños están tranquilos porque no hay parques infantiles, no hay bancos y no hay riesgo de que los perrunos se enfrenten a los no perrunos. Ambos bandos son extensos, ambos bandos tienen sus derechos y ambos bandos defienden esos derechos.
La zona sur del parque es bien distinta, está asfaltada, apenas hay zona verde, hay gravilla, cemento, un parque infantil, un bar con terraza, un auditorio, gradas y la temperatura es más elevada que la zona norte, pese a que apenas están separados por 40 metros.
Parece que lo singular no nos gusta, que preferimos uniformizar, que aquello distinto nos incomoda
Desde hace un mes la zona salvaje está vallada, van a construir caminos de asfalto, bancos, zona canina, zona de recreo e introducir cemento y plástico. ¿Para qué? Nos gusta así, como está, sin asfaltar, nos gusta pisar la hierba, los agujeros, sortear los troncos y a las hormigas. Nos gusta tener un parque que no es parque, que es un trozo de campo, una pequeña dehesa, una joyita, un rincón singular.
Parece que lo singular no nos gusta, que preferimos uniformizar, que aquello distinto nos incomoda. Es cierto que Filomena le produjo heridas, pero aquellos que vamos todos los días sabemos que él solo se ha regenerado, que solo necesitaba el mimo de unos jardineros y no la entrada de una empresa constructora. Los hortalinos, cuando nos tocan nuestros árboles, somos muy incómodos.
Qué horror. Qué manía de tocar lo que ya funciona y es perfecto como está. Espero que no puedan llevar a cabo sus planes, he pasado muy buenos ratos con mis perros.
Quiero mi rincón natural, si quiero sentarme lo hago entre pinos, es lo más parecido a sentirme libre dentro de esta ciudad llena de circulación y caos. Pero me lo quitan, nos lo quitan, en beneficio de no se qué …