Recuerdo el día que me hice mayor. Tenía siete años y la tripa descompuesta. Mi madre, hasta arriba de tareas, me dijo que ya era mayor (he ahí la prueba irrefutable), y me mandó a comprar unos yogures y un poco de jamón de york, la dieta del intestino dañado.

Para ello tenía que ir solito donde el señor Emiliano (excurso: durante años pensé que era italiano, el señore Miliano. Qué decepción cuando me enteré de que no). Bajé desde el poblado a Gomeznarro y, algo asustado, le pedí al tendero lo que iba a cenar. Muy orgulloso volví a casa con mi compra de tipo mayor, y la cena, por si se lo preguntan, me sentó genial.

Ahora el señor Emiliano sería reponedor en un híper de los que han arrasado el comercio local en el barrio, y en su tienda dormirán inquilinos en el mostrador, junto a la báscula, o en las estanterías, entre el pan y los bollos.

Es el destino de estos locales. En Madrid en cuatro años ha crecido un 8.500% la conversión de pequeños locales comerciales en los bajos de edificios en viviendas. Son casi 700 en Hortaleza, 700 lecherías, pollerías, carnicerías, 700 señores Emilianos que ya no atienden a vecinos, 700 familias que duermen en lugares con poca luz, con ventanas cubiertas por rejas (¡ojo con los okupas!).

Ah, es el mercado, ese que hace que una inversión en este tipo de viviendas sea un chollo. Por la red se encuentran muchas páginas contando lo fácil que es la gestión, sobre todo con un Ayuntamiento como el nuestro, tan flexible con este tipo de apaños y tan rígido con, qué sé yo, las fiestas vecinales. (Un saludo al señor concejal de distrito David Pérez y a su pelazo).

Teniendo en cuenta que en Madrid se encuentran ofertas de supuestas casas en antiguos palomares, trasteros o, simplemente, cuchitriles, no es de extrañar que el mostrador del señor Emiliano haga relamerse a algún avezado inversor buscando rentabilidad para un magnífico piso turístico en Gomeznarro, tal vez un alegre loft, hasta un estudio juvenil.

Desde aquí lanzo más ideas de emprendimiento. Cuando visitas el Coliseo, en Roma, te cuentan cómo en la Edad Media, cuando ya no se usaba para espectáculos de gladiadores ni de leones comecristianos, la gente aprovechó ese espacio inmenso para sus necesidades. Hay una maqueta preciosa en la que se ve a cerdos en un corral improvisado en estancias que habían pisado emperadores romanos. Tomemos nota, que si el mercado lo demanda lo mismo la tienda del señor Emiliano termina siendo una cochiquera.

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