El lenguaje de la memoria se expresa a través de un sinfín de medios. La nomenclatura de las calles es uno de ellos. En el surgimiento de los nombres de las calles del distrito de Hortaleza, existen dos tendencias: una ligada a las acciones y prerrogativas del gobierno y otra que obedece a la decisión popular. Durante un tiempo en la historia, la decisión sobre el nombre de las calles se nutrió de la imaginación popular, de los usos y costumbres de las gentes que habitaron sus rincones. Era un sistema “espontáneo” que privilegiaba la memoria natural en lugar de la oficial.
La vida de Josefa Arquero Hernández es parte de la intrahistoria del barrio de Hortaleza, de su memoria natural. Nació en el antiguo pueblo en 1909 y falleció el 12 de octubre del 2017 con 107 años, lo que la convirtió en la persona más longeva del distrito. Su longevidad le dio muchas alegrías, como el homenaje con que la Junta honró sus 100 años vividos y la entrevista que Hortaleza Periódico Vecinal le hizo con motivo de su centenario.
UNA VIDA PARA RECORDAR
La suya fue una vecina sencilla y querida que pasó largas horas sentada en los bancos de la plazoleta de Mar de Japón y que muchos recuerdan con cariño. Su memoria privilegiada le permitió colaborar como informadora en el libro Más de cien años de historia de Hortaleza de Aquiles Obispo. Tuvo cinco hijos, tres de los cuales viven el barrio y su vida simboliza las de otros tantos hortalinos y hortalinas, gentes corrientes que conforman el verdadero tejido de nuestro distrito.
En el pasado mes de julio, en el Pleno de Hortaleza, su familia, con el respaldo de la asociación Danos Tiempo, solicitó a los grupos municipales que esa plazoleta, sin nombre en la actualidad, reciba la denominación de Plaza de Josefa Arquero Hernández. Falta saber si habrá consenso entre los grupos políticos para que esta proposición prospere. De ser así, pasaría al Área de Cultura del Ayuntamiento, que es quien tiene la competencia para asignar y modificar el nombre de vías y espacios urbanos.
Hoy, un año después de su fallecimiento, la vida sigue su curso: el barrio se gentrifica, bate nuevos récords de población y el precio de la vivienda se dispara. Por eso, más que nunca, son necesarias iniciativas como esta, para dignificar la memoria de las personas sin cuyo trabajo y esfuerzo este barrio no existiría tal y como lo conocemos.
Con su nombre en una placa de la plazoleta contigua a la calle Mar de Japón, tendrían mucho más sentido las palabras de Josefa en aquella entrevista de principios del 2010. “¿Se imaginaba que iba a vivir 100 años y que el pueblo se iba a convertir en lo que es ahora?”, la preguntábamos. “Ahora todo está más bonito”, respondía Pepa, como se la conocía en el barrio.
Mi abuelo Miguel Arroyo Arribas falleció en Hortaleza con 106 años. También le correspondería no?
Si nació en Hortaleza, y vivió los 106 años allí, y presumió siempre de Hortaleza, y contó sus historias, y era conocido por todo el mundo, como Josefa, pues a lo mejor
Los méritos de mi abuela
Hoy, escuchando la radio, me sorprende oír el nombre de mi abuela a través de las ondas. La periodista habla de un artículo aparecido en un periódico del Barrio de Hortaleza y de la propuesta de dedicar una plaza a Josefa Arquero, vecina del barrio que falleció con 107 años.
Y me pregunto ¿Cuáles fueron los méritos de mi abuela para ser distinguida con este honor? Y, rápidamente, sin esfuerzo alguno, me vienen estos pensamientos a la cabeza:
El mérito de mi abuela fue ser una mujer normal, sencilla y trabajadora, muy trabajadora, que siendo niña iba a Madrid, a lomos de un burro, a vender fruta con su madre y su tío a las casas de los señores de la capital
El mérito de mi abuela es ser una joven que sobrevivió al desgarro que provoca una guerra civil y al sufrimiento del encarcelamiento y el destierro a Valencia de su igual de joven marido
El mérito de mi abuela es convertirse en una madre excelente de cinco hijos y derrochar creatividad e inventarse mil trabajos para sacar adelante a cada uno de ellos durante la posguerra
El mérito de mi abuela es que cuando la vida la premió con quince nietos, fue una abuela entrañable que el día de su cumpleaños les invitaba a su casa y se pasaba la mañana en la cocina preparando tartas, bizcochos, pasteles y rosquillas para todos o a los que todas las navidades, no importaba que frío hiciera en Madrid, les llevaba a ver los belenes más bonitos y tradicionales y luego les obsequiaba con un chocolate en la Puerta del Sol para entrar en calor.
El mérito de mi abuela fue crecer y adaptarse a cada una de las circunstancias que le presentó la vida, fue cambiar su pensamiento del siglo XIX al siglo XXI y hacerse más tolerante al contrastar sus ideas y creencias con las vivencias de sus nietos.
El mérito de mi abuela fue ser una vecina cariñosa, generosa si alguien le pedía ayuda y sensible ante el dolor de los que tenía cerca, de conversación agradable y de memoria prodigiosa que recordaba todas las historias de su pueblo y a la que todos conocían y saludaban cuando se sentaba a la puerta de su casa ya anciana a “tomar el fresco”.
Finalmente, el mérito de mi abuela fue que cuando su cuerpo cedió a la fragilidad y a la dependencia sus ojos se mantuvieron llenos de luz para mirar a los suyos y cuando ya no reconocía a casi ninguno, al sentirse abrazada por ellos de su boca ,con un hilo de voz, salía un uy, uy, uy que no sonaba a quejido sino a agradecimiento.
Por eso estoy convencido de que en una ciudad tan grande como Madrid, con un callejero lleno de generales, capitanes, reyes, en su mayoría hombres, sería muy bonito y necesario que hubiera una calle, una plaza o un parque con el nombre de mi abuela o de tantas abuelas que no hicieron historia pero que son historia de esta ciudad.
Manuel Martín