La derecha es mucho de aparcar donde les pete. Si es madrileña, más. Ahí tenemos a la nunca suficientemente llorada Esperanza Aguirre dejando el coche en medio de la Gran Vía, decía que para bajarse a sacar del cajero automático unos euros, de los pocos que atesora. Luego arrancó con un ímpetu que ni el Pera en sus buenos tiempos.

En el diseño que está haciendo de Madrid, la derecha le ha colgado a Hortaleza un destino funesto: ser aparcamiento. Miraron el mapa y dijeron: a ver, hospital de pandemias, un lujo; Valdebebas, un paraíso; además tienen el honor de que el Parque Conde de Orgaz está cerca y pueden oler a los ricos. Pues nada, en Mar de Cristal les calzamos un megaaparcamiento, que algo malo tenían que tener.

Y decimos “algo malo” por decir, porque, ¿qué mejores vistas que cientos de coches aparcados enfrente mientras esperas en el Centro de Especialidades de Emigrantes? Y los chicos del instituto García Márquez, ¿acaso pueden concebir un paisaje mejor que los vehículos tirados allí? ¿Quién quiere bibliotecas o parques, cosas de rojos? La armonía está asegurada: del Comité Olímpico Español al Comité Automovilístico Español, sin solución de continuidad.

Y luego están los que se quejan de todo. Ahora resulta que el aparcamiento de Iberdrola también les parece mal. ¿Qué quieren, ampliar un colegio? No hombre no, eso no cotiza en Bolsa.

Los que más tienen siguen creando Madrid a su antojo, y a las barriadas los ven como sus gorrilas

El otro día la Comunidad de Madrid anunció una ampliación gigantesca del suburbano que va a llevar otra línea de metro a Mar de Cristal, y después a Valdebebas con varias paradas. Luego están los gurús que profetizan el coche compartido (perdón, car sharing, que hay que usar con propiedad el lenguaje). Entonces, ¿para qué queremos aparcamientos con cientos de plazas para unos coches que en breve serán tan prácticos como el zepelín Von Hindenburg?

La idea clave es “lugar de paso”. Así como concibieron ciudades dormitorio, los que más tienen siguen creando Madrid a su antojo. Entre sus villas y campos de golf, por un lado, y por el otro la pocholada del centro, con sus luces rojas y gualdas y el Palacio Real, pero que muy Real (agarren sus carteras por si acaso), quedan esas molestias, las barriadas, cuyo destino es el de almacén temporal de coches. A los de estas zonas los ven como sus gorrillas.

Pero mira, lo mismo pensaban del casco histórico de Hortaleza, que estaba abocado a ser palestra, y hoy, gracias a la movilización vecinal, ya está protegido por ley. A ver si les va a tocar irse con el Audi a otro lado.

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