A mediados de los años cuarenta del siglo pasado, los hermanos Ascensión, Luis, Felipa, Ramón y Vicente Ortega Casado crearon en el patio de su casa baja en la calle Mar Caspio número 4 un cine de verano que, con los años, se convertiría en el cine Hortaleza.

El dinero lo obtuvieron gracias al reparto de la herencia que siguió al fallecimiento de su madre viuda, Victoria Casado, en 1945.

La casa y los terrenos que la circundaban habían pertenecido al marqués de Cerralbo. Su padre, Rafael Ortega López, alcalde de Hortaleza durante la II República, había adquirido estas propiedades en 1919, cuando el edificio era la sede del cuartel de la Guardia Civil.

Al improvisado cine lo rodeaban, aunque separados, cuadras con bueyes y mulas para trabajar el campo, un granero y establos de una vaquería; entorno que dotaba al espacio de un llamativo ambiente rural.

La idea de un proyecto tan ensoñador, en un pequeño pueblo sin apenas industria y que vivía bastante aislado, fue de Felipa y Luis. Los animó en el empeño que las labores en el campo estaban proporcionando escasos beneficios.

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Familia Ortega Casado. Arriba, de izquierda a derecha, Luis, Ascensión, Vicente, Felipa y Andrés. Abajo, Ramón y sus padres, Rafael y Victoria. CEDIDA POR SAGRARIO RODRÍGUEZ

El cine no tenía aseos. Cada día se rastrillaba y regaba el suelo de tierra antes de la llegada de los espectadores. Los domingos se organizaban bailes, a los que acudía el joven vecino, años más tarde famoso futbolista y entrenador, Luis Aragonés, que vivía a menos de cien metros.

Los también vecinos Florencio Elipe y Anselmo López, a los que agradecemos que nos hayan contado sus recuerdos, rememoran con afecto las proyecciones y los bailes sintiéndolos como disfrutados dentro de un corral.

Los domingos se organizaban bailes, a los que acudía el joven vecino, años más tarde famoso futbolista y entrenador, Luis Aragonés

En 1955, Ascensión, dueña de la mayor parte del terreno, solicitó al Ayuntamiento de Madrid la construcción de un cinematógrafo. Los otros cuatro hermanos continuaban en el negocio.

Existían dos hermanos más que se mantuvieron siempre al margen del cine: Rafael, el mayor de los siete, que era maestro de obras, y Andrés, el menor de todos, que era dueño de una espartería en la calle López de Hoyos.

Con la solicitud se adjuntaron planos y una memoria descriptiva. El ayuntamiento concedió el permiso. Sin embargo, los Ortega Casado optaron solo por levantar paredes a los dos lados del cine de verano, afianzando así la explotación de la sala estival que con tanto éxito regían.

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Plano de sección y fachada del proyecto presentado en 1955. ARCHIVO DE VILLA DEL AYUNTAMIENTO DE MADRID

Los ladrillos los compraron en el tejar que poseían los hermanos Matías y Luis Aragonés, heredado de su fallecido padre, Hipólito, que estaba enfrente del lavadero municipal.

Luis, que todavía no había empezado su carrera como jugador, acompañó a su hermano trasladándolos a la obra en la furgoneta Ford 4 que usaban para el reparto.

En 1962, los hermanos Ortega se lanzaron a por la sala estable, que obtuvo la licencia definitiva al año siguiente. En 1963 comenzaron las obras, con Rafael, el hermano constructor, al frente del trabajo diario.

En 1962, los hermanos Ortega se lanzaron a la construcción de una sala estable con patio de butacas, que obtuvo la licencia definitiva al año siguiente

El arquitecto que ideó el cine fue Daniel Zavala Aguilar (1894-1972), que se había encargado de la ampliación del Liceo Francés, en la calle Marqués de la Ensenada, y de las reformas de la Casa de Tomás Allende, en la plaza de Canalejas, y de la Casa de Velázquez, en la Ciudad Universitaria.

Era hijo del también arquitecto Daniel Zavala Álvarez, responsable de los planos del Frontón Central de Madrid y de la sede del diario El Imparcial, en la calle Duque de Alba.

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Plano del patio de butacas presentado en 1962. ARCHIVO DE VILLA DEL AYUNTAMIENTO DE MADRID

El cine comenzó a funcionar en 1965. Los cinco hermanos se repartieron las tareas. Ramón y Vicente, que tenían carné de proyeccionistas, exhibían las películas.

Ramón, mientras circulaban las bobinas, aprovechaba para dibujar junto al proyector los carteles de los films que iban a programarse.

En una fotografía con él en la cabina, proporcionada por su hija Ascensión, podemos revivir la emoción de la inolvidable Cinema Paradiso.

Ascensión y sus primos Sagrario y Rafael (hijos de tres de los hermanos dueños) nos han guiado con infinito cariño por la historia del recordado cine.

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Ramón Ortega en la cabina de proyección. CEDIDA POR ASCENSIÓN ORTEGA

Luis controlaba el acceso al local y su funcionamiento general e iba con Ramón, en el taxi de un vecino del barrio de San Lorenzo, a las distribuidoras –en su mayoría ubicadas en la Gran Vía de Madrid– donde recogían los sacos con los enormes rollos de celuloide.

Ascensión y Felipa se encargaban de la taquilla y de la limpieza diaria. La primera, con su característico moño, rociaba con ambientador de ozonopino la sala en medio de cada sesión.

Completaban la plantilla acomodadores como el carismático Salomón (trabajaba también de panadero, por eso luchaba contra el sueño y se quedó algunas noches dormido encerrado en el cine), Tani, Jesús y Julián.

“Todos vendimos palomitas y sugus”, evoca Sagrario Rodríguez, hija de Felipa Ortega

El Sr. Ortiz –por todos conocido así–, siempre muy serio, era el infranqueable portero, imponente con su uniforme de librea y su poblado bigote. Paquita, vecina de la UVA, era la señora de los aseos. Y al frente del bar se iban turnando los familiares de los cinco hermanos. “Todos vendimos palomitas y sugus”, evoca Sagrario, hija de Felipa.

El Hortaleza era un cine de barrio de sesión doble de películas de reestreno, o podríamos decir, de rerreestreno. Disponía de un proyector Ossa. Su aforo era de 833 espectadores. Siete de las entradas de cada nuevo programa se reservaban por obligación para el cuartel de la Guardia Civil de la Rusia.

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Patio de butacas del cine Hortaleza durante una asamblea de la asociación vecinal La Unión de Hortaleza celebrada en 1979. ARCHIVO DE LA UNIÓN DE HORTALEZA

Por su pantalla fueron pasando los films que habían triunfado en la cartelera madrileña semanas o, incluso, meses atrás. Por cada varios títulos menores, los distribuidores proporcionaban a los hermanos un éxito con renombre. La fórmula funcionó mientras ir al cine fue uno de los entretenimientos favoritos de la clase media.

En el Hortaleza destacaron clásicos extranjeros como Locos por el circo o Qué noche la de aquel día, con seguidores de los Beatles formando una cola que daba la vuelta a la manzana; o producciones españolas de la época. Algunos géneros, a su vez, contaron con numerosos adeptos, como las películas de romanos, del oeste o las de kárate, generalmente protagonizadas por Bruce Lee.

Destacaron clásicos extranjeros como 'Qué noche la de aquel día', con seguidores de los Beatles formando una cola que daba la vuelta a la manzana

Al ser uno de los lugares más espaciosos del distrito, el cine funcionó como foro de encuentro del vecindario. Durante una época, se organizaron los sábados por la mañana matinés que contaron con la actuación de figuras del espectáculo como Juanito Valderrama y Dolores Abril, Rafael Farina o Santi el Mago. 

Además, la sala la alquilaban asociaciones de vecinos, como La Unión de Hortaleza, para sus reuniones o actos públicos, y colegios para sus veladas de fin de curso u otras actividades, como hicieron los centros Santa Fe, Nuestra Señora de la Hoz o Azorín. Se celebraron también exhibiciones deportivas y mítines de partidos políticos.

Emulando el apodo de el Covacha con que se conocía al cine Covadonga, de Prosperidad, existían espectadores jóvenes que llamaban al cine Hortaleza el Hortaja.

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Exterior del cine durante la asamblea celebrada por La Unión de Hortaleza en 1979. ARCHIVO DE LA UNIÓN DE HORTALEZA

Con la llegada de los ochenta, se inició el lento declive de la sala, como ocurrió con el cine como espectáculo en sí. Factores como el auge del vídeo doméstico y los cambios en los hábitos de ocio resultaron determinantes.

Los primeros en desaparecer fueron los cines de barrio. Algunos se convirtieron en bingos, o en salones de boda, o en discotecas o salas de fiestas. Otros acabaron siendo locales de cadenas de restauración o gimnasios o derribados para la construcción de edificios de viviendas.

Con la llegada de los ochenta, se inició el lento declive del cine como espectáculo debido al auge del vídeo doméstico y a los cambios en los hábitos de ocio

Desde finales de 1983, con la inauguración del complejo M2 La Vaguada, los hubo que reabrieron como multicines. El Pinar (López de Hoyos, 472), el otro cine de Hortaleza, que había nacido en 1968 como cine de verano, se transformó en bingo y años después en salón de banquetes.

El cine Hortaleza no se transformó en nada. Intentó sobrevivir como lo que era, pero poco a poco fue muriendo. Se probó con alternativas como la proyección de películas clasificadas S (eróticas) que solo sirvieron para alargar más la agonía.

Para las familias dueñas era muy duro ver cómo la afluencia de público era en ocasiones de una o dos personas. El corazón y el estómago apenas lo podían soportar. En 1985 el cine cerró sus puertas, aunque no se dio de baja en el REC (Registro de Empresas Cinematográficas) hasta el 25 de noviembre de 1987.

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Entradas del cine Hortaleza sin fechar. CEDIDA POR SAGRARIO RODRÍGUEZ

La sala, aunque sin vida, siguió en pie. A primeros de los noventa, generó expectación en Hortaleza porque comenzó a ser visitada por Chicho Ibáñez Serrador, por lo que circuló el rumor de que dentro se iba a grabar el famoso programa televisivo Un, dos, tres…, o al menos partes de él. Chicho alquiló el cine durante aproximadamente un año, retirando las butacas y transformando el local en unos estudios de cine y televisión, con los hermanos Moro, dueños de Estudios Moro, como socios.

José Luis Moro, el hermano artista, era uno de los mejores dibujantes de la industria audiovisual española, con creaciones tan populares como la familia Telerín o la calabaza Ruperta del Un, dos, tres… Su hermano Santiago era el que más trataba con los dueños del cine porque su parcela era la gestión.

Chicho Ibáñez Serrador alquiló el cine durante aproximadamente un año, transformando el local en los estudios de cine y televisión MC43

Chicho llegó a dar nombre, de manera informal, a los estudios: MC43 (Mar Caspio 43, la dirección entonces del cine, que completa era 41-43). Que se sepa, solo se llegaron a rodar secuencias de la serie de Televisión Española Para Elisa, emitida en 1993, y algún anuncio. Problemas económicos nunca aclarados provocaron que Chicho y sus socios renunciasen de manera repentina al proyecto. Antes intentaron, sin éxito, vendérselo a los hermanos Almodóvar.

Lo último filmado en el cine, no obstante, tiene sabor hortalino. A finales de los noventa, se rodaba íntegramente en su interior el cortometraje 2.8, dirigido por Ángel Luis Dueñas. La desnudez de los estudios abandonados y algunos de sus elementos sirvieron de marco a una pequeña historia experimental protagonizada por el actor-cómico Agustín Jiménez, un referente en Hortaleza. El cortometraje participó en el festival Notodofilmfest de 2002.

Poco después, el cine Hortaleza era derribado. Se tardó en hacerlo porque el madrileño Plan General de Ordenación Urbana de 1997 exigía que los cines y teatros respetaran un uso cultural. No se podían destruir ni utilizar con otros fines.

Numerosos exhibidores, sin embargo, lograron la venta para otro tipo de negocios gracias a una aplicación flexible de la norma por parte del Ayuntamiento de Madrid.

Rafael Ortega, hijo de Luis, uno de los cinco hermanos dueños del cine, no puede contener el dolor al contemplar las fotos del edificio demolido. “Sueños derruidos”, anota bajo ellas con nostalgia. En el año 2000 se estrenaba un edificio de viviendas donde antes estaba el cine Hortaleza: el siglo del cine había terminado.

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El cine Hortaleza hecho escombros. CEDIDA POR RAFAEL ORTEGA

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