El nombre de Sandro Pertini quizás no les diga mucho, aunque algunos conservarán en la memoria la imagen del antiguo presidente de Italia en el palco del Bernabéu, celebrando como un loco la victoria de la selección azzurra en la final del Mundial de Fútbol celebrado en nuestro país, en 1982. Pertini da nombre a una glorieta de Hortaleza donde, la noche del 29 de junio de 2008, varias decenas de jóvenes celebraron, también como unos locos, la victoria de su selección en la final de la Eurocopa de Fútbol jugada en Viena.
La mayoría no había nacido cuando se celebró aquel Mundial de Naranjito, ni mucho menos cuando España ganó, también en el Bernabéu, su primera Eurocopa. Aquella noche, los chavales del barrio acudieron a esa glorieta porque tenía fuente, y las victorias en el fútbol merecen un chapuzón en la vía pública. Ni siquiera les amedrentó tener a 20 metros la comisaría del barrio.
No eran conscientes de que el lugar escogido resultaba de lo más atinado, casi simbólico. Porque a un lado de la glorieta desemboca la calle Liberación, la que baja con una pendiente criminal desde el corazón del antiguo pueblo de Hortaleza, donde vino al mundo Luis Aragonés, el artífice desde el banquillo del éxito futbolístico que les estaba haciendo trasnochar.
Luis, en la fila de arriba el tercero por la derecha, durante su etapa en el Pinar de Hortaleza
DE EL PINAR A LA GLORIA
La victoria en la Eurocopa de 2008 fue el corolario a la interminable trayectoria profesional de Luis Aragonés. Aunque el epílogo lo escribió en Estambul (entrenaría durante una temporada más al Fenerbahçe turco, su último club), la final de Viena, la del gol del ‘Niño’ Torres a Alemania, fue la despedida de Luis como seleccionador, el capítulo final de una historia que comenzaba, medio siglo antes, todavía más cerca de la glorieta de Sandro Pertini, aledaña al centro comercial Gran Vía de Hortaleza.
Allí se extendía entonces un humilde campo de tierra que era la casa de El Pinar, un desaparecido equipo del barrio en el que Aragonés se hizo futbolista. Casi a regañadientes.
“A Luis Aragonés le costaba levantarse de la cama para ir a jugar al fútbol. Era Florencio, su amigo, su compañero de pupitre en la escuela La Humanitaria, el que se acercaba a su casa para llevárselo a jugar el partido. ‘¡Tenía que tirarle de las piernas para que saliera de la cama!’, recuerda este exjugador metido a hostelero en la terraza de su bar, en el corazón del barrio madrileño de Hortaleza, a apenas cien metros del hogar de infancia de Luis. Florencio y él jugaban en el equipo de juveniles del pueblo, el Pinar de Hortaleza. Porque Hortaleza, por aquel entonces, era un pueblo. ‘¡A Luis casi no le gustaba el fútbol!’, bromea Florencio; ‘prefería salir de noche’. Sí, claro, pero el que metía los goles era Luis. Por eso le despertaban. Sin él, perdían el partido. ‘Era inteligente y espabilado para todos los juegos’, recuerda, ‘ya fuera fútbol, cartas o rescate”.
Los periodistas Joseba Elola y Mábel Galaz retrataron así, en un reportaje publicado en 2008 en el diario El País, las primeras patadas al balón del que sigue siendo el máximo goleador de la historia del Atlético de Madrid y el entrenador de fútbol con más partidos en Primera División.
En el caso de Aragonés, la transición del césped al banquillo se produjo de un día para otro en 1974, cuando Vicente Calderón, presidente del club colchonero, le propuso cambiar la camiseta con el número 8 por el chándal. “Me convenció para que me acostase jugador y me levantase entrenador”, solía recordar Luis cuando ya se le conocía como ‘El sabio de Hortaleza’, un apelativo del que renegaba. “El sabio era mi hermano Matías; yo soy una persona muy normal”, aclaraba en cuanto podía.
Fotografía en el primer campo de fútbol del Club Pinar, un descampado que estaba en el cruce de la Gran Via de Hortaleza con López de Hoyos. Luego se trasladó a donde hoy está el centro comercial Gran Vía de Hortaleza.
HOMENAJE EN EL BARRIO
Paradójicamente, el mayor embajador de Hortaleza tenía su residencia en Alcobendas, municipio limítrofe con el antiguo pueblo que abandonó cuando se hizo futbolista profesional. Aunque nunca dejó de visitalo, a pesar de su eterno periplo por estadios de toda España.
A finales de 2012, los clubes de fútbol del barrio le prepararon un original homenaje, con un partido donde debutó la selección de Hortaleza, formada por jugadores de equipos de todo el distrito, enfrentándose al Moscardó, un clásico del fútbol madrileño.
“Llevo mucho tiempo sin venir, pero de vez en cuando voy al centro de Hortaleza, que es donde vive mi familia”, dijo El sabio en declaraciones a un programa deportivo de Radio Enlace. Aquel día, Luis se sentó en el banquillo del campo del Sporting de Hortaleza. Sería el último de su vida.
El pasado 1 de febrero, Aragonés fallecía a los 75 años tras padecer una leucemia que sólo conocía su entorno más próximo. Dos meses antes de su muerte, la prensa filtraba su retirada del fútbol. Luis, aunque ya estaba enfermo, quiso desmentir la noticia con rotundidad: “La edad nos va retirando a todos, pero yo sigo en activo. Yo no me retiro”. Una frase que ahora suena lapidaria.
Aragonés, durante el partido-homenaje en el campo del Sporting de Hortaleza en 2012. Fue su última aparición pública en el barrio.