El pasado, a simple vista, es el parabrisas del coche en el que viajamos en el tiempo. Allí aparecen estampados los bichos con los que nos hemos cruzado y hay que ponerse gafas especiales para distinguir qué especie de insecto hemos atropellado.

El aspecto que asume el pasado para entrar en nuestras vidas es variado. En las ciudades, en general toma la forma de callejero. Alguien en el Ayuntamiento coge unas pinzas y arranca los insectos del salpicadero para ponerlos en los letreros que nombran las calles. Así, caminamos por encima de coleópteros o de mosquitos y, generalmente, somos poco conscientes de qué clase de animales fueron.

En Valdebebas, que, de momento, sigue siendo parte del distrito de Hortaleza, convive con una cierta gracia Jordi Solé Tura con Manuel Fraga en el callejero y no está muy lejos Gregorio Peces Barba de Juan Antonio Samaranch. Como si alguno de ellos no hubiera fusilado a otros cuantos si los hubiera cazado cuando era ministro o como si todos se hubieran vestido con esas camisas azules, se hubieran engominado el pelo y saludado alegremente a la romana, glosando las virtudes de la gimnasia y el ejercicio físico para el desarrollo de la juventud española, alejándola, además, del vicio de leer.

Es la famosa Transición, que ya sabemos que evitó una sangría, y no es poca cosa, pero dejó tan confusa a la izquierda que ahora sabemos que todo vale. La expresión de moda es sin complejos, cuando deberían decir sin vergüenza, si supieran lo que significa.

En 2070, cuando urbanicemos hasta en vertical en la Operación Chamartín de esa década, habrá que nombrar más trayectos. Esa placa de fusilados podrá ser sustituida por el nombre de algún ilustre vecino del distrito, qué sé yo, Santiago Abascal

Pongamos un ejemplo. En 2070, cuando urbanicemos hasta en vertical en la Operación Chamartín de esa década, habrá que nombrar más trayectos, o quizá renombrar lo viejo. Esa placa de fusilados por el franquismo, una antigualla, a quién le importa ya, podrá ser sustituida por el nombre de algún ilustre vecino del distrito, qué sé yo, Santiago Abascal, ese hombre que integró unipersonalmente el nacionalcatolicismo de las esencias con el desparpajo de casarse por lo civil en una Junta Municipal que en su momento fue sede del PCE en la guerra, qué paradoja, y todo en una ceremonia a la que asistió una concejal que lo mismo era comunista.

Por seguir haciendo futuribles, podría cruzarse la avenida Ortega Smith (otro gran integrador: en este caso de la españolidad antiinmigración con el hecho de ser hijo de madre argentina) con los Jardines de las Mil Culturas-Manuela Carmena-Banco Hispanoamericano. La sonrisa franca (mucha sonrisa y muy franca) por delante.

Y así va la cosa. Si la falta de criterio se extiende, si todo vale ya lo mismo, en el futuro, podríamos seleccionar los nombres del callejero en un talent show. Yo ya propongo el título: Esto es la VOX.

 

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