Decidir es inevitable, incluso cuando no queremos hacerlo. No decidir, por más que nos mintamos, se convierte en una decisión y tiene sus consecuencias. La envergadura de estas varía porque no es lo mismo decidir apagar la tele o elegir el color de la camiseta que responder a una llamada de teléfono al volante o no ir a votar en las elecciones.

Tras cada decisión pasa algo que puede influir a más o menos gente. Tras una de esas decisiones puede llegar una conversación, un cambio de ánimo, un accidente o que los objetivos de la política ganadora no sean los nuestros.

Sobre decidir, Hortaleza Periódico Vecinal sabe lo que es porque lleva diez años informando, que es como decir que este periódico lleva una década decidiendo. Para cualquier medio de comunicación, la objetividad es un deseo ensombrecido por las dependencias, los anunciantes, las ideologías, las prisas o los accionistas.

Aunque ninguna de estas sombras existiese, la selección del fragmento de la realidad que será noticia nos hace ser subjetivos a todos medios. Sin embargo, el nuestro carece de accionistas, casi de publicidad y de prisas, si bien no de ideología, y esto, a veces, hay quien no lo entiende porque a los grandes medios es lo que más les sobra.

Sí, llevamos una década decidiendo qué entra, qué tiene interés, a quién entrevistamos y qué se convierte en la imagen de lo que somos. Una pequeña muestra de ello ha colgado durante estas semanas hasta el 14 de junio en los muros del Silo de Hortaleza.

Este granero gigante se ha convertido en un depósito de nuestra cultura e historia y son muchas las imágenes que en él cuelgan, más de las habituales, pero aún fueron más las que se quedaron en el disco duro. La decisión fue parcial, pero, si no se hubiese hecho, si se hubiera procrastinado para alcanzar la perfección, todas las imágenes seguirían en los discos duros de la indecisión y del miedo.

A propósito de esta difícil y fea palabra que nos prestaron los ingleses, son precisamente la perfección y el miedo los que nos llevan a dilatar en el tiempo una decisión

A propósito de esta difícil y fea palabra que nos prestaron los ingleses, quienes, a su vez, la tomaron del latín, pero que el castellano no quiso guardar en su tesauro hasta que ya no se pudo procrastinar más, son precisamente la perfección y el miedo los que nos llevan a dilatar en el tiempo una decisión. Cuando esta actitud se vuelve crónica, dicen las y los psicólogos, es cuando estamos ante una patología y se producen los bloqueos porque no queremos equivocarnos o llegar a fracasar.

Pero este fenómeno se puede vivir de forma individual o de manera colectiva. Tras las triples elecciones del 26M, hay quien afirma que los barrios pobres dejan de votar más que los barrios ricos. Es algo así como pensar que la clase social a la que una o uno cree pertenecer determina que, una vez cada cuatro años –o incluso, a veces, cada menos tiempo–, se abstenga más o menos. Incluso se afirma que la población menos favorecida se moviliza durante cuatro años y procrastina el día de las elecciones, algo inverso a lo que ocurre a quienes están en una posición más relajada.

Sea como fuere, la realidad tozuda siempre se impone y, ante los problemas y los nuevos tiempos o rostros, es preciso tomar decisiones. ¿Qué hacemos? ¿Seguimos, nos renovamos o nos estancamos? ¿Nos mantenemos con los criterios que hemos mantenido o nos abrimos? ¿Hacemos el periódico más de las asociaciones o de los socios? ¿Le damos el mismo trato a Vox que a los otros partidos o no contribuimos a difundir su mensaje? ¿Mantenemos fuera los sucesos que ocurran en Hortaleza o introducimos algo de amarillismo en nuestras páginas? ¿Qué es lo relevante para los vecinos y las vecinas del distrito y qué noticias no son más que ruido mediático? ¿Qué…?

Está claro que hay que decidir. Seguiremos publicando en papel y en web, seguiremos renovándonos, seguiremos tomando criterios profesionales y seguiremos contando con asociaciones y socias, pero dejaremos fuera el amarillismo y el ruido mediático y, sobre otras decisiones, procrastinaremos poco. Prometido. ¿Y tú? Se abre un nuevo tiempo vecinal.

 

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