A 108 familias de la UVA de Hortaleza, los Reyes Magos les trajeron un regalo especial: una llamada del IVIMA (actual Agencia de la Vivienda Social de la Comunidad de Madrid) para comunicarles que los traslados a sus nuevas viviendas comenzaban el 14 de enero.
Ese día, en las calles de la zona, pudo verse a Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid, acompañando a una familia en su mudanza. Imagen del inicio de unos realojos muy esperados y de la que solo pudieron ser testigos los escasos medios que fueron informados.
Sea como fuere, los vecinos afortunados se han pasado las últimas semanas metiendo sus bienes en cajas y esperando a los camiones que el IVIMA ha facilitado para su transporte, salvo a 15 familias que “por el tipo de contrato que poseen, no tienen derecho a ello”. Eso sí, parece que los servicios contratados han sido muy eficientes y se han cumplido los plazos establecidos, con lo que, el pasado 8 de febrero, se han terminado los traslados.
Más costes tras las mudanzas
Sin embargo, al llegar a sus nuevas viviendas, ubicadas en la calle Mar de las Antillas y que han permanecido tres años vacías, se han topado con muchas sorpresas. En primer lugar, los vecinos han tenido que pagar el IBI de los últimos cinco años de sus antiguas casas para obtener las llaves del nuevo domicilio. En segundo lugar, han tenido que adelantar el pago del alta de la luz y el agua, que, supuestamente, va a ser restituido por el IVIMA, pero solo a los que tuviesen contratos antiguos.
Estos pagos inesperados, unidos al aumento del precio del alquiler mensual (entre 36,26 y 351,75 € por las viviendas y entre 17 y 70,60 € por los garajes) en relación con el que pagaban antes más los gastos de comunidad, ha supuesto para muchas familias la obligación de pedir un préstamo. Sin olvidar que entran en las casas en concepto de inquilinos y no de propietarios cuando, al reubicarlos en la UVA de Hortaleza, se les aseguró que pagarían una cantidad que les daría derecho a ser dueños de las viviendas que se les asignaran en el futuro.
Sin embargo, según les ha hecho saber el IVIMA, su derecho a la adquisición en propiedad se aplaza durante siete años y se condiciona al valor de mercado que tengan los nuevos pisos en esas fechas.
Vecinos y vecinas el pasado 14 de enero, antes los nuevos bloques de realojo en la UVA / Foto Sandra Blanco
Desigual reparto
Por otra parte, no es cierto que la distribución de las viviendas se haya hecho en función del número de miembros, pues hay familias de cuatro personas que han recibido pisos de dos dormitorios con un total de 64 metros cuadrados, 20 menos de los que Cristina Cifuentes aseguraba que tenían.
Aunque puede que estuviesen añadiendo los metros que ocupan las zonas estanciales que, según nos cuentan los vecinos, están cerradas con llave y no se la han entregado. “Seguramente, se habrá perdido”, como contestó el IVIMA a un vecino cuando le comunicó que faltaba una de las llaves del juego de cinco que siempre se da para la puerta de una casa. El dato curioso es que se ha perdido la quinta llave de todos los pisos.
Además, las viviendas tienen múltiples desperfectos (tuberías de la caldera sin juntas o sin salida al desagüe y que producen goteras, desconchones y nidos de abejas, armarios sin baldas ni cajones, etc.) y solo los bajos se encuentran adaptados a personas con escasa movilidad, por lo que los muchos ancianos realojados se han encontrado con que, para salir a la terraza, tienen que salvar un escalón y los servicios tienen bañera, en vez de ducha.
“Lo peor es que, para solucionar estos problemas, hay que hablar con el IVIMA y no cogen el teléfono”, nos comenta una vecina. En cambio, estas deficiencias contrastan con los televisores que hay dentro de los ascensores y que informan del tiempo mientras dan publicidad empresarial. “Así, no nos aburrimos mientras bajamos”, dice un vecino entre risas cuando le preguntamos qué le parecen.
Montañas de escombros en la UVA tras el derribo de las antiguas viviendas / Foto Sandra Blanco
Casa desalojada, casa derribada
Una vez vacía, cada casa ha sido derribada por dentro para evitar que fuese okupada antes de que se tirase el bloque entero, como ha pasado en anteriores realojos. Por ello, algunas casas de los bloques derribados han tenido que mantenerse en pie a la espera de una orden judicial que dictamine el desalojo de los okupas, hecho que supone alargar aún más el proceso de rehabilitación de la zona, donde 50 años después de su construcción como una solución temporal, hay más de 300 familias esperando el prometido realojo.
Para agilizar los derribos sin que nadie se quedase en la calle, José Manuel Cáceres, presidente de la asociación vecinal UVA de Hortaleza, trasladó una propuesta al IVIMA durante una de sus reuniones: “Que trasladasen a los okupas a las casas que el IVIMA tiene en el Ensanche de Vallecas a cambio de un alquiler social”.
Los derribos han dejado las calles de la zona llenas de cascotes, cristales y desechos de todo tipo, por no hablar del desagradable olor a desagüe que impregna el aire. Parece que la rapidez con la que se han hecho los derribos no se ha visto reflejada en los servicios de desescombro y limpieza, lo que se traduce en graves problemas de salubridad y es peligroso para los niños, que juegan rodeados de toda esta debacle.