Algunos acordes y cantos de prueba ya anunciaban al mediodía del pasado 3 de mayo que no iba a ser un viernes cualquiera en Hortaleza.
Metallica, una de las grandes bandas del thrash metal, había elegido Madrid como segunda cita de su nueva gira por Europa y, en concreto, el espacio al aire libre ubicado en la parcela destinada a la ampliación de los recintos feriales de IFEMA, situada en el desarrollo de Valdebebas y al oeste de Las Cárcavas, y que ha sido acondicionado para celebrar el festival Mad Cool, que repite este verano.
Aunque la apertura de puertas se anunciaba para las cuatro y media de la tarde, hasta casi dos horas después no empezaron a llegar las y los asistentes al concierto más multitudinario del cuarteto de San Francisco en nuestro país.
Casi 70.000 personas viajaron desde todos los rincones de España y también de diversas partes de Europa, como se intuía en los múltiples idiomas y acentos que pululaban en las conversaciones.
Riadas de gente que, como hormiguitas, recorrían en hilera un camino de casi un kilómetro para llegar desde el acceso sur, junto al metro Feria de Madrid, hasta el acceso norte, frente a la parada de Cercanías de Valdebebas, junto a la Ciudad Deportiva del Real Madrid.
Algunos rodeando los recintos feriales en peregrinación hasta el Espacio Mad Cool, pasando por túneles bajo la M-11 y visitando Las Cárcavas. Los más acomodados venían en taxi o en VTC, que te dejaban en la Avenida de las Fuerzas Armadas, mientras que los más inteligentes en autobús, como el 171, que te llevaba desde Mar de Cristal hasta casi la puerta del recinto en cinco minutos.
Eso sí, la media de edad era alta. Está claro que lo de tener que pagar, como poco, casi 100 euros por entrada hace que las nuevas generaciones tengan más difícil poder disfrutar de los conciertos de míticas bandas como Metallica y que solo puedan asistir cuando algún familiar decide invitarlos. Aun así, la juventud estuvo representada y muchos chavales y chavalas se acercaron al recinto, hasta niños que venían tan felices con sus madres o sus tíos.
También hubo seguidores más talluditos que no quisieron (o pudieron) rascarse el bolsillo para entrar en el recinto, aunque no se resignaron a perderse la visita de Metallica al distrito. Así, se contaban por decenas las personas, con familias enteras, que se plantaron en la avenida de Alejandro de la Sota, al otro lado de las vallas, para buscar el hueco que les permitiera ver de lejos a James Hetfield, Kirk Hammett, Lars Ulrich y Robert Trujillo. También escucharles, de aquella manera y a merced del viento, que se movía el sonido a su antojo.
El aire llevó canciones como Nothing Else Matters, One o Master Of Puppets hasta los salones de miles de hogares del distrito. Algunos lo gozaron, como se pudo comprobar en las redes sociales. “Se oye desde mi cama. Lujazo. Que caña y que cerquita se les oye”, escribía la fotógrafa rockera Carmen Molina.
Aunque nunca llueven decibelios a gusto de todos, y el vecindario de Valdebebas volvió a manifestar sus quejas, aunque en la parte norte del nuevo desarrollo apenas se distinguían las canciones del cuarteto californiano, que regresó a camerinos antes de medianoche.
Aquellos que acudieron a Valdebebas tardaron algo más en llegar a casa: algunos asistentes dejaron constancia en las redes de la dificultad de abandonar el recinto dignamente.