Manoteras le dijo al sol “¡mujer tendrías que ser!” y el astro se engalanó en femenino para iluminar, el pasado sábado 16 de junio, cada rincón de un parque al que le crecían el este y el oeste de las fiestas porque incorporaba el salón de actos del IES Arturo Soria y el reinventado rocódromo de su otro extremo.

Antes, la noche se mantuvo en guardia y una uña de luna acunó a varios jóvenes de ojos combativos (Juventud Combativa) que vigilaban barras, refrigeradores, grifos, bebidas, equipos de sonido… Con la llegada del día no hubo canto de gallos sino de generadores; era más luz para dar frío al agua, a los refrescos, al grifo de cerveza…

Eran las once de la mañana cuando un taller de yoga en silla celebraba los veinte años de esta actividad en “la Soci”. Carmen, a modo de sacerdotisa, oficiaba en esa ceremonia interior que llenaba de otra luz el parque. Próximo, el mercadillo artesanal ofrecía sus irrepetibles tesoros y Radio Enlace conectaba espacios con su radio en vivo. En el centro, el punto violeta de información hacía cierto el lema de estas fiestas con dos figuras de un photocall traído de las mismísimas fiestas del Pinar. A su lado, Juventud Combativa compartía pabellón.

FIESTA EN EL ROCÓDROMO

Cruzando de acera en la calle Bacares, las gentes de montaña instalaban sus mesas, vías y agarres (o fichas) para escalar nuevos sueños. Se presentaba así el Club de Montaña Manoteras. Las más de una treintena de inscripciones que lograron en pocas horas y las camisetas con el logo del nuevo colectivo servían para costear una parte de la instalación de presas que escaladoras y escaladores habían sufragado.

Con orgullo, explicaban que “es el mejor rocódromo de Madrid”. El nuevo rostro del rocódromo de Manoteras es un álbum de geologías de acá y de allá, de piedras de distintos paisajes, alguna traída del lejano Chile. Con el rocódromo, el mundo se concentra en Manoteras, en el tacto de la caliza o el granito con el que después la montaña abraza.

FManotas02El rocódromo durante las fiestas / Foto Club de Montaña de Manoteras

A las doce, la luz se intensificaba en el espejo de las paelleras populares y el planeta se comprimía con comidas de Cuba, Paraguay, Perú, Rusia, Italia, Francia, Inglaterra, España, Marruecos, Senegal, Guinea Ecuatorial o África Oriental. Era un mundial de las comidas del mundo cuyo suculento trofeo era el encuentro de culturas y sabores, de palabras y de vecindad.

FIESTA VESPERTINA

Y el sol se acercaba más pero la fiesta continuaba en el IES Arturo Soria (el IBAS de generaciones anteriores). A las seis y veinte de la tarde, el grupo de baile de María Pérez saltaba a su escenario con dos temas y daba paso al grupo de flamenco de la Asociación Vecinal, un cuadro forjado por la bailaora Inma Lancho que arrancó con una soleá para terminar por alegrías.

Lucía y Rodrigo, ex alumnos del centro, presentaban a los Castizos de Hortaleza que Bea había convocado. El chotis se apropió de la fiesta hasta que otros ritmos venidos de Estados Unidos irrumpieron en el escenario con más de una treintena de voces, guitarras, teclados y batería. Era In Good Spirit Choir, el coro de góspel que celebraba su fin de curso. Cantaron y emocionaron a un salón de actos lleno de energía hasta que hacia las ocho y cuarto vibró la tierra.

Era la señal de que había llegado Sambaleza, la batucada del distrito sin la que las fiestas no son tan fiestas. Así se iniciaba el pasacalle desde el instituto hacia las canchas, donde ya actuaban desde las siete y media Tapa, Tapita Tapón, la empresa de animaciones que es uña y carne del barrio y cantera de futuros profesionales. Las gradas infantiles eran suyas y el pasacalle aguardó para crear una fusión única, la del coro de góspel y la batucada.

Mientras Alberto convertía sus pulmones en espadas o flores (globoflexia) y Patricia y Ruth metamorfoseaban los rostros infantiles en mariposas y seres de leyenda (pintacaras), llegó el momento del pregón (con permiso de un técnico de sonido que tenía que invertir las leyes de la naturaleza y dar a tres mil watios el valor de seis mil).

Sobre el escenario subió el heleno equipo del actual programa de Radio Enlace Manoteras Cuenta (los lunes a las 15.00 horas en el 107.5 de la FM). Las historias míticas y universales del lugar dieron paso a la concesión de la llave del barrio al presidente del Spartac de Manoteras, José Antonio Díaz, un campeón capaz de superar todos los obstáculos y abrir todas las puertas en favor de la convivencia y de que todos los jóvenes que lo quieran puedan acceder al deporte.

EL APAGÓN

La luz solar se despedía cuando el grupo subsahariano Los Griots de África traía al parque de Manoteras otros ritmos y tradiciones. Había llegado la noche. Los focos de las canchas daban luz a estos narradores de una tradición vital que invita al movimiento. Numeroso público se movía entre las gradas, la pista y la barra. Entonces, a las diez y media de la noche, repentinamente, todas las luces se apagaron. Gritos, nervios, caídas. Manos que se buscaban.

La situación era peligrosa. En la zona de las planchas era fácil tropezar, quemarse, caer… Un diputado de Podemos que reside en el barrio llamó a todos los contactos con responsabilidad, pero no sirvió. El público empezó a salir de la fiesta justo cuando entraba en su fase más intensa. Al tiempo, los Griots de África mantenían un coro animado en la ahora noche africana.

Pero la luz no podía volver a fallar en las fiestas. Esto ya ocurrió en 2014 con otros responsables en la Junta Municipal y hubo quien dudó sobre si era intencionado o no. Llamadas al 112, al 092… ¿Era el final anticipado y peligroso de la fiesta?

Entonces dos figuras anónimas se aproximaron a la base de uno de los focos. A unos siete metros de altura, un cajetín se mostraba como un triunfo imposible sin escalera. Llevaban cuerdas, arneses y mosquetones parar avanzar por una cucaña casi imposible. Nudo en los corazones y nudos que alcanzaban el cofre olvidado por el Ayuntamiento para reactivar la luz en las Fiestas de Manoteras. Fue un proceso lento, técnico e impecable para desatornillar y pulsar el botón rojo con lo que los rostros y la fiesta volvieron a iluminarse. ¿Quiénes eran esos brazos que devolvieron la luz a la fiesta?

Aunque mermado en número de público, comenzó pasadas las once el concierto de Speedyfun, el grupo punk rock cuya vocalista manoterana, Marta, elevó la temperatura sobre el escenario (préstamo del colegio público Méndez Núñez, porque las fiestas tienen un poco de todo lo que es el barrio).

La intensidad de Speedyfun dio paso al mismísimo Alfonso 13, un icono ya de las fiestas de Manoteras cuya versatilidad incombustible trajo temas de siempre. Sobre el escenario y a pie de pista, Alfonso 13 hizo que bailar y cantar no fuera algo exclusivo de artistas.

Era ya la una de la madrugada cuando el equipo de sonido recogía su hato de grandes watios y quedaba el equipo de Radio Enlace para el micro abierto. El rappero de Manoteras Pedro Ferrond puso sus bases y las palabras se hicieron denuncia, expresión poética. No fueron muchas las manos por las que el micro abierto pasó porque enseguida dieron las dos de la madrugada y los generadores se apagaron por el dispositivo de la responsabilidad. Era la hora final permitida.

Tocaba ahora recoger. Los voluntarios fueron cayendo y el trabajo duró hasta las seis de la mañana. El parque aparecía un campo de batalla. Pocas horas después, con la llegada del día, sin embargo, el parque mostraba su imagen habitual. Una cuadrilla de limpieza había borrado los restos de la fiesta. En la memoria quedarán muchos de los momentos de un día de celebración de la convivencia, el día de las fiestas del barrio. Cada quien que escoja el suyo.

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