Nos encantaría que el 25 de noviembre, considerado el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, pudiese desaparecer de los calendarios, que no haya que salir a las calles y presionar a los Gobiernos para que mejoren sus leyes de protección y de educación. Nos gustaría que fuese así, pero que no desapareciese por una decisión política –como parece viendo los discursos que se escuchan en el Congreso, en las asambleas autonómicas y ciertos ayuntamientos de este país que tratan de negar la violencia de género–, sino porque realmente la sociedad llegue por fin a rechazar la violencia, que de verdad podamos decir que estamos trabajando para que desaparezca, y que las violencias hacia las mujeres se eliminen definitivamente. No obstante, parece que, a tenor de los acontecimientos, para que esto ocurra vamos a tener que esperar.
El pasado 20 de agosto, las jugadoras de la selección nacional de fútbol consiguieron poner su primera estrella en la camiseta, pero, al mismo tiempo que se escuchaba su grito de “Somos campeonas del puto mundo”, la opinión pública internacional, los medios de comunicación, los diarios y programas deportivos parecieron despertar y ver más allá de la punta del iceberg de la violencia machista que son los asesinatos, ya que ese día pudimos ver, no solo en España, sino en muchas partes del planeta, una agresión sexual en directo.
Gracias a la valentía de una mujer, de un equipo unido, en la sociedad se abrió un debate más allá de la existencia de un Ministerio de Igualdad, la ley del “solo sí es sí”, el 8M, el 25N, los foros especializados… Desde ese día, en el trabajo, en casa, en las asociaciones, en la salida del cole, en los bares, en la calle… el debate se enreda y desenreda, se va deshilachando con posicionamiento de mujeres, opiniones de hombres, apoyo de deportistas, al fin y al cabo, de las personas que forman parte en esta sociedad. También con un comunicado institucional de apoyo contra la discriminación hacia las mujeres en el fútbol (que no fútbol femenino, el fútbol es fútbol y lo juegan hombre y mujeres…). Este es un debate necesario, un debate para reflexionar, para poner en valor la lucha feminista en este país y para decir que ya basta, que se acabó. Para gritar a los cuatro vientos mi cuerpo es mío, solo mío y que, sin consentimiento, todo es agresión.
Según la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, son ya 52 las mujeres asesinadas en España a manos de sus parejas o exparejas en 2023
Según la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, son ya 52 las mujeres asesinadas en España a manos de sus parejas o exparejas en 2023. Nos están asesinando. El número de asesinatos es lo que sale en las noticias, lo que se publica en las portadas de los periódicos, pero, cuando los asesinatos llegan, ya es demasiado tarde. Pero esos no son los únicos datos que dan escalofríos. En los tres primeros meses del año 2023, en España, se han denunciado 1.021 violaciones, lo que supone una violación cada dos horas, y 4.303 delitos contra la libertad sexual, un 16,9% más que en 2022.
Sin embargo, el foco se sigue poniendo en ellas, en cómo iban vestidas, por dónde iban, con quién se juntaban… Cuando el foco ha de ponerse en ellos, reflexionar sobre cómo son, cómo piensan, qué se les pasa por la cabeza, cómo son educados, qué se les permite, cómo se los justifica, cómo se minimiza la violencia… Se vienen a la cabeza calificativos como que son “enfermos”, “monstruos”, “algo les debe pasar…”, pero la única enfermedad que tienen los agresores es una lacra social, que se llama machismo, y es un modelo de sociedad violento, que se llama patriarcado.
Cuando el porno, el machismo, el patriarcado se mezclan, se retroalimentan, surgen las agresiones sexuales en grupo. La manada y otras agresiones mediáticas, que son las que salen a la luz, ya que no salen todas por miedo, porque la justicia es lenta, porque a veces se cuestiona el relato, porque el apoyo de los recursos de acompañamiento a las víctimas en el proceso de recuperación es escaso, hay listas de espera, precariedad laboral en los equipos de trabajo… Y eso echa para atrás.
Este es un debate que debería traer al presente la necesidad de una educación sexoafectiva de una manera efectiva a las aulas de los centros escolares, desde la etapa infantil hasta las universidades. Llegar a las escuelas, al profesorado, a las familias y, visto lo visto, también al Congreso, a los platós de televisión, a las rotativas de los periódicos, a los estudios de radio, a las redes sociales…, porque, sin educación, el camino hacia una sociedad igualitaria, respetuosa y sana es un camino lleno de baches irrespetuosos, de obstáculos sin consentimiento, un camino lleno de curvas peligrosamente machistas.
Cuando el porno, el machismo, el patriarcado se mezclan, se retroalimentan, surgen las agresiones sexuales en grupo
Otro debate que hay que tener es el de la situación real de los recursos y profesionales que atendemos a las mujeres víctimas de violencia machista. La precariedad laboral, las condiciones de trabajo a la baja que recogen los convenios del tercer sector, la inestabilidad de los equipos, las listas de espera… también son una forma de maltrato institucional hacia las mujeres que sufren violencia de género. Porque se revictimiza, porque la atención tarda, porque no hay medidas ni recursos suficientes, las ayudas tardan en llegar, los juicios se prolongan en el tiempo, no hay plazas suficientes… y nos hace precarias en la atención y así, en este sistema, la red de atención a las mujeres las echa para atrás muchas veces a la hora de tomar una decisión y decir se acabó. Decisión que no es fácil, y menos cuando te lo ponen difícil.
Son ellas las que deben dejar sus vidas (sus casas, sus trabajos, los coles de sus criaturas y cambiar su vida para ser protegidas), cuestionadas por el poder judicial, por las autoridades y por la policía, mientras ellos se quedan en casa, en sus trabajos, en su entorno… y nadie los señala.
Es deber de toda sociedad avanzar hacia la igualdad real, no solo en la ley –que también, que es muy necesaria–, sino también en la práctica, en el día a día. Desterrando comentarios, bromas, chistes… porque esta sociedad quiere avanzar, porque estamos muy cansadas de hablar, de definir, de debatir, de luchar, de hacer ver lo que está pasando. Las feministas seguimos dando paso a paso, muchas veces acompañadas, otras veces con vientos del pasado en contra. A pesar del cansancio, no nos van a parar: “Porque fueron somos, porque somos serán.”
Por tanto, se hace patente la necesidad de recuperar espacios educativos en educación sexual afectiva desde edades tempranas, donde el consentimiento, el respeto, la comunicación y el autoconocimiento del propio cuerpo, de la sexualidad y de las relaciones sean tratadas de manera natural y con el objetivo de protegernos de las posibles agresiones, pero, sobre todo, de concienciar a quienes agreden de que ese no es el camino, que es un delito y que tiene consecuencias muy graves.
Para sentir que te agreden o para saber que estás agrediendo, tienes que saber cuáles son los límites y para eso tienes que saber ponerlos, pero también tienes que saber respetarlos. Poner el foco en ellos, en los agresores, en los hombres que agreden a las mujeres por el hecho de ser mujeres, es urgente y necesario. Para dejar de victimizar a aquellas mujeres que reciben maltrato por parte de sus parejas, sus exparejas, sus compañeros de trabajo, sus jefes y sus abuelos, padres, hermanos, primos o tíos.
Cada día del año hay que seguir luchando y visibilizando la violencia hacia las mujeres en todas sus formas
Leí una vez, desconozco la fuente, que habría que educar a los niños de tal manera que la violencia en general, y la violencia de género/machista en particular, tuviese que resultar tan desagradable como en nuestra cultura lo es pensar en comer carne humana (canibalismo).
Cuando logremos en nuestra sociedad y en nuestras culturas ese rechazo social a la violencia hacia las mujeres, ese rechazo personal hacia las violencias machistas, quizá podríamos empezar a hablar de que estamos haciendo algo para acabar con las violencias hacia las mujeres, con las violencias machistas, con la violencia de género. Porque sí hay que hablar de este tipo de violencias, hay que nombrarlas, ponerles nombre y apellido, porque lo que no se nombra no existe y el lenguaje es tan importante que necesitamos ponerle palabras, desarrollar los conceptos, masticarlos, hacerlos comprensibles, para que esta lacra social, que, como dice la Organización Mundial de la Salud, es un problema de salud, acabe. Porque la violencia de género es una pandemia mundial, una lacra social en el mundo.
Por todas estas razones, es preciso salir a la calle cada 25 de noviembre, día señalado de manera internacional para reivindicar la eliminación de la violencia contra las mujeres. No obstante, cada día del año hay que seguir luchando y visibilizando la violencia hacia las mujeres en todas sus formas: violencia psicológica, sexual, física, económica, vicaria, estructural… Por un mundo, una ciudad, un barrio sin violencias machistas.
Igual que decimos que todos los días son 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, por alusión a que todos los días se lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, que todos los días somos feministas.