George Bush Sr. iba lanzado a la reelección presidencial en 1992 después de machacar a los iraquíes (los polvos y los lodos, ya saben). En esas, un estratega de campaña de Bill Clinton tuvo la iluminación de convertir en una especie de eslogan de su candidatura lo de “¡Es la economía, estúpido!”, y así ganó las elecciones.

Aquí somos más de andar por casa. En la campaña de 2021 Isabel Díaz Ayuso mandó como propaganda un folio con su jeta acompañado de la palabra “Libertad”. Así en frío parece un acertijo cutre: qué tendrán que ver la velocidad y el tocino. Ahora hemos confirmado que sólo era libertad para tomar cañas. Si puedes pagarlas.

Detrás de la estampa con la dulce efigie de la presidenta, por mucho que se mirase, no se veían colegios públicos, porque Ayuso, en educación, entiende la libertad como la suya propia para regalarle a coste cero a alguna empresa parcelas de terreno público para que hagan allí negocio con colegios, como en Valdebebas, donde la oferta pública de escuelas en un barrio lleno de niños ya si eso la dejamos para otro momento.

No pasa nada, luego hacemos un concierto (ese engendro inexistente en Europa que sirve para que la Iglesia pueda educar a la clase media que ya no va a sus misas) y entre todos les pagamos a los dueños sus beneficios y a los padres su libertad. Yo voy a exigir que me paguen un Ferrari Testarossa, que también quiero libertad de elegir, en este caso mi coche.

Ayuso, en educación, entiende la libertad como la suya propia para regalarle parcelas públicas a empresas

Detrás de la carita de Ayuso lo que sí había eran centros de salud, pero al borde del colapso. Tampoco pasa nada, veníamos de una gestión de la pandemia con miles de muertos (ya saben: eso que, según Ossorio, las familias ya han olvidado) y a la salerosa del PP le salió gratis.

Pero volviendo a la sanidad, parece que lo de las urgencias ha despertado a la ciudadanía. Entre 200.000 y 600.000 personas salieron a la calle hace poco para decir que ya está bien. En el PP están nerviosos: que si eran pocos, que si eran todos títeres de la izquierda. Y ahí aparecieron los puros para jurar que ellos no están por el electoralismo, que todos los políticos son iguales. Como si hubiera sido una horda de extraterrestres la que ha arrasado con la sanidad en Madrid desde, al menos, el gobierno de Esperanza Aguirre, y no una decisión consciente y reiterada del PP, que además muchos han refrendado con su voto.

Pues ya va siendo hora de recordar a los clásicos: ¡Es la política, estúpido!

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