En el barrio de Valdebebas, el último gran desarrollo del distrito, se han acostumbrado a que la vuelta al cole sea con obras. Desde que se produjo la inauguración de su primer colegio público en 2017, el Alfredo Di Stéfano, los escolares se han encontrado cada septiembre con maquinaria trabajando en la ampliación de este centro, acometida por fases que siempre llegaron con retraso.

Este año estaba previsto que, después de verano, abriera sus puertas el segundo colegio del barrio, el Nuria Espert, como prometió la Comunidad de Madrid. Sin embargo, su construcción en una parcela de la calle María Reche ni siquiera ha comenzado.

El retraso obliga a que los 225 escolares del Nuria Espert, huérfanos de centro, tengan que volver a compartir colegio con los del Di Stéfano, que serán 600 según la Consejería de Educación. Todo en un curso donde evitar las aglomeraciones es obligatorio para evitar que se produzcan nuevos contagios de coronavirus.

BARRIO JOVEN SIN PLAZAS

En Valdebebas no salen las cuentas: el nuevo desarrollo es uno de los barrios más jóvenes de toda la ciudad de Madrid, pero apenas tiene plazas escolares. Esta primavera se contaban 21.532 habitantes censados, y uno de cada cuatro son menores en edad escolar. De 6 a 11 años, la etapa que corresponde a Primaria, la cifra de niños y niñas asciende a 2.392.

En Valdebebas hay 2.392 niños y niñas en edad de Primaria, pero solo un colegio construido

“No solo hace falta un segundo colegio, deberíamos tener ya un tercero y un instituto”, reclama Javier Castillo, de la Plataforma por la Educación Pública de Valdebebas. La suya es una de las muchas familias que han buscado plaza fuera de este barrio situado al noreste del distrito y en los confines de la ciudad, lo que provoca que los niños y niñas de la zona tengan que hacer una excursión diaria para ir a clase lejos de Valdebebas. Javier tiene matriculados a sus hijos en el Juan Zaragüeta de Hortaleza, el colegio que está más cercano al nuevo desarrollo, pero que, aun así, se encuentra a más de cuatro kilómetros en coche.

“Muchos vecinos este año ni se han molestado en pedir plaza en Valdebebas porque saben que no hay”, explica Marta López de Lucio, que el año pasado se encontró ante ese mismo dilema. Al final, terminó decantándose por matricular a su hija en un colegio público sin edificio, el Nuria Espert, porque confió en la promesa que les había hecho la Comunidad de Madrid. “Nos dijeron que todos los niños y niñas que se matriculasen en este nuevo colegio pasarían solo un curso en el Alfredo Di Stéfano, porque este septiembre ya tendríamos listo el nuevo centro”, rememora.

COLEGIO FANTASMA

Hace meses que el Gobierno regional anunció que no cumpliría con el compromiso que se había establecido. En el mes de febrero comunicó a las familias que el colegio no estaría listo para septiembre porque ni siquiera había comenzado el proceso de licitación de las obras. Después, la pandemia por la COVID-19 acabó por postergar todos los plazos.

“Ahora sabemos que hasta septiembre no empezarían las obras, y durarían ocho meses” Marta López, presidenta del AMPA del Nuria Espert

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Parcela donde se construirá el colegio público Nuria Espert en Valdebebas. SANDRA BLANCO

“Ahora sabemos que hasta septiembre, como mínimo, no empezarían las obras, y durarían ocho meses”, apunta Marta López, que también es presidenta del AMPA del Nuria Espert. La Comunidad de Madrid lo confirma. “Las obras comenzarán próximamente con el objetivo de que estén para el curso 2021-2022”, responden desde la Consejería de Educación, señalando que también van a realizarse reformas en el Alfredo Di Stéfano para poder acoger un curso más a todos los alumnos y alumnas del Nuria Espert.

Sin embargo, esas obras tampoco han comenzado, apuntan desde el AMPA del Nuria Espert, que por el momento es un colegio fantasma que solo existe jurídicamente. Además, la masificación del único centro educativo de Valdebebas el próximo curso, con 36 clases y más de 800 alumnos, complicará llevar a cabo cualquier tipo de recomendación sanitaria frente al coronavirus, como que cada grupo deba estar aislado del resto y sin mezclarse en los espacios comunes como, por ejemplo, los patios o el comedor.

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