Tan solo dos palabras que, claramente, identifican dos géneros, pero si la paleta de colores es infinita, ¿por qué quedarse solo con dos?
Desde los tiempos más remotos, las tareas estaban bien definidas, la caza para los hombres del clan y las tareas domésticas, el cuidado de niños, ancianos y enfermos y la recolección de frutos para ellas. Esto, que podría tener su lógica en el pensamiento de nuestros antecesores, se fue imponiendo en el tiempo.
Muchos de los trabajos que actualmente se desarrollan han seguido estos mismos patrones. Por si no se habían dado cuenta, la mayor parte del personal de enfermería son mujeres, por aquello que decíamos de estar ligado a los cuidados. Sin embargo, aunque originariamente fuesen las curanderas las que tuvieran el papel del médico actual, hasta hace no demasiado, este puesto también estaba destinado a los hombres.
Ahora, piensen en un partido de fútbol. Once jugadores de cada equipo, con su capitán al frente y con un objetivo común: meter un balón en la portería del equipo contrario el mayor número de veces. Vuelvan a pensar y retrocedan en el tiempo unos cuantos miles de años, ¿no les recuerda a los hombres del clan saliendo de caza capitaneados por su líder y con el único objeto de cobrarse el mayor número de presas?
Hubo un momento en el que la caza a ese nivel fue desapareciendo y, al mismo tiempo, aparecieron los juegos de equipo, quizá porque en lo más profundo del inconsciente seguían vivos los recuerdos ancestrales.
Si hablamos de jugar con una pelota usando los pies e incluso las manos, podemos remontarnos a la China de la dinastía de Han, en los siglos II y III a. de C., al epislcyros griego o al harpastum romano. En todos ellos, los jugadores eran hombres, por no hablar de los inicios del fútbol actual allá por el año 1863, cuando en Inglaterra se separaron los caminos del rugby-football (rugby) y del association football (fútbol).
Por eso, muchos se preguntan, ¿qué hacen las mujeres jugando al fútbol o al rugby? Una herejía para muchos, algo erótico para otros…
Lo de erótico no es hablar por hablar ya que, en algunos deportes como el vóley playa, la indumentaria deportiva es diferente si el equipo es femenino o masculino, ¿será porque, al ser más corto, puede ser más sensual? Sin importar la incomodidad de las jugadoras, pero claro, será que al ser mujeres el juego levanta otro tipo de pasiones.
Que personas de sexo distinto al de los cazadores jugaran al fútbol o al rugby o a cualquier otro tipo de deporte ha sido muy difícil de aceptar. No obstante, han tenido que rendirse a la evidencia, pues su nivel de juego es innegable y cada vez hay más personas que las siguen. Aunque estamos lejos de conseguir los más de 46.000 espectadores que la final femenina de fútbol gaélico consiguió reunir el pasado mes de septiembre en Dublín y echamos en falta a los patrocinadores, y más en los deportes minoritarios, pero, sobre todo, la visibilidad en todos ellos.
Tampoco podemos obviar comentarios ofensivos que nada tienen que ver con el tema deportivo y que de vez en cuando tienen que escuchar. Ya está bien. Las mujeres no solo valen para cuidar del hogar, de los enfermos, de los niños y recolectar frutos. Las mujeres también valen para cazar y, además, lo hacen bien.
Ya está bien de encasillar a las mujeres en determinados deportes, funciones o trabajos, porque las mujeres no son floreros decorativos. Al lado del Parlamento canadiense, en Ottawa, hay una escultura de la política feminista y activista social canadiense Nellie L. McCLung, nacida en 1873, que lleva un cartel entre sus manos que reza: “Las mujeres también somos personas”.
Piensen en esta petición –que aún hoy sigue vigente− porque el mundo no está compuesto por colores, el mundo está compuesto por personas. Algunas como Luis Aragonés han tenido su reconocimiento. ¿Qué pasa, sin embargo, con las deportistas? ¿Para cuándo el reconocimiento a nuestras campeonas? Nuestras futbolistas, patinadoras, jugadoras de rugby o ajedrez, tenistas…
Todas, nuestras hortalinas de ahora y del futuro, tienen nuestro aplauso y nuestro corazón. Son nuestro orgullo y el mejor ejemplo. Ya no vamos a cazar o a recolectar. Vamos juntos y juntas a ganar un mundo mejor desde Hortaleza, como en aquel himno, “para la humanidad”.