En Manoteras, estamos tristes. El martes 17 de mayo, entró en el CIS (Centro de Inserción Social) de Meco una vecina. Al menos, evitaba la cárcel. Le han dicho que estará un mes, que, después, solo tendrá que ir a dormir y que, así, podrá estar con sus hijas, dos de ellas menores, hasta cumplir la condena.

La historia de esta mujer ha sido polémica, pero ha tenido cientos de miles de apoyos que, en gran medida, le han servido para evitar la cárcel. Ella se llama Esther Gabarre y sus señas de identidad, ahora, son las de mujer viuda, con cuatro hijas, con solo 500 euros de ingresos al mes, a la que desahuciaron de una vivienda social en la que la familia llevaba viviendo más de cincuenta años y a la que el mantenimiento de una denuncia de El Corte Inglés, por un intento de hurto de dos bañadores, la ha dejado sin libertad.

Pero estas señas de identidad son insuficientes. Hay mucho más en Esther. Por ejemplo, que es gitana y que, cada vez que se presentaba a un trabajo, era rechazada por ese motivo. Un segundo ejemplo de Esther es la defensa de su dignidad como mujer, pese a una presión que pocas personas se atreverían a resistir. Por tercer ejemplo, podemos mirar su integración (gitana con payos) en la Oficina de Apoyo Mutuo de Manoteras, la OFIAM, donde Esther ha apoyado a muchas familias.

Me emocionó saber que, doce horas antes de entrar en el CIS de Meco, Esther estuvo ayudando a difundir la manifestación del sábado 21 de mayo contra el racismo y el fascismo. Esto sí que es un ejemplo de ciudadanía. Sin embargo, ahora, la ciudadana Esther Gabarre no podrá cuidar de sus hijas porque ha de estar en un CIS para “la reeducación y reinserción social”. Como dice Daniel Amelang, su abogado, “se castiga la pobreza”. Por eso, pido que no la reeduquen, que le den trabajo. Esther ha demostrado dignidad, responsabilidad y compromiso social. Por favor, no nos la cambien. Gracias.

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