El Día del Libro, hubo un homenaje poco habitual en la biblioteca de Huerta de la Salud de Hortaleza. Era el reconocimiento a la Lectora Ejemplar, alguien que dos veces por semana leía entre cinco y seis libros y que, a sus noventa y tres marzos, compartía con vitalidad su pasión. ¿Quién era esa mujer voraz que llamó la atención de los bibliotecarios?
La hemos localizado en el barrio de Parque de Santa María, donde es bien conocida. En su labor de Ariadna con las mujeres, introdujo un hilo de libertad cuando esta palabra aún era clandestina. Casi centenaria, Josefina es independiente, da paseos, lee “mucho, mucho” y ve poca televisión. Nos recibe en su casa, un lugar vivido, y nos ofrece mucho más que un café y una torrija cocinada por ella. Es el momento de aprender.
PREGUNTA: ¿Cómo fue el homenaje?
RESPUESTA: Muy bonito. Lo tengo ahí porque van a venir mis nietas. Ya me dijeron: “Sabíamos que teníamos una abuela célebre” (risas e ironía).
¿Cómo se hace una lectora ejemplar?
En mi casa, el libro siempre fue algo vivo. Desde pequeños nos íbamos a la cama con un libro. Mi padre tenía mucho cuidado de que leyéramos una cosa que entendiéramos, que no nos pudiera confundir.
¿Te viene de familia?
Mira, mi padre era un fuera de serie. Cuando yo le decía “papá no entiendo por qué fulanito…” me decía “tú desde fuera no puedes entender su problema”. Nunca nos permitió censurar a nadie en su presencia.
¡Buen ejemplo!
Nunca dijo cállate o no tienes razón. Te dejaba hablar y, si tenías razón, preguntaba por qué. Siempre razonando.
¿Quién era?
Mi padre era alcalde de Medina del Campo (Valladolid), era de Izquierda Republicana y, aunque vivía en Madrid, iba dos días a la semana al Ayuntamiento porque no le admitían que dimitiera. Dio la casualidad de que la guerra lo pilló aquí porque, si lo pillan allí… Se cargaron a todo el ayuntamiento.
¿De dónde eres tú?
Soy castellana vieja porque soy de Madrigal de las Altas Torres (Ávila), el pueblo con el nombre más precioso.
¿Cuándo viniste a Madrid?
Un año antes de la guerra, mi mamá dijo que no podían tener a los niños en colegios privados internos, porque éramos seis; así que a Madrid todos.
¿Y cómo llegasteis a Hortaleza?
Pedro, mi marido, trabajaba en la calle Tomás Redondo, un almacén de papel de Las Cárcavas. Él se tenía que venir por la mañana e ir por la noche. Un día, me dije: “No me he casado para tener un marido que veo en la calle y me lo tienen que presentar” (risas). Así que me vine. Estaban estos pisos terminándolos, dejé una señal, fui a casa y dije: “Nos mudamos”.
En mi casa, el libro siempre fue algo vivo. Mi padre tenía mucho cuidado de que leyéramos una cosa que entendiéramos, que no nos pudiera confundir
Josefina Represa, en su domicilio / Foto David Navarro
¿Has estado muy implicada en el barrio?
Estuve en la junta directiva de la asociación de vecinos y en el centro social en representación de Santa María. El centro social (actual CEPA Dulce Chacón) era de la Falange. Nosotros lo llamamos la toma de la Bastilla.
Fuimos al Ministerio de Cultura y expusimos que el barrio necesitaba ese edificio para actividades colectivas. Fuimos casa por casa con las maestras para captar gente que fuera a leer y a escribir.
¿En qué participaste?
Tenía la clase de telares, pero mi clase era de blablablá. Yo iba metiendo… (gesto y sonrisa cómplice). Trabajé para que valoraran a las mujeres. Que pensaran que eran un individuo, que tenían su estatus en la sociedad, que tenían que valorarlo y tenían unos derechos como persona. Las mujeres en aquella época, para ir a gimnasia o para ir a telares, tenían que pedir permiso al marido.
¿Hacías política?
Si vives, tienes que ser política. De todos depende que funcionen las cosas. Todo es política, todo es un intercambio de intereses y de conveniencias.
¿Y el papel de la mujer?
Las mujeres somos las transmisoras de las ideas de la sociedad y la política porque somos las que criamos a nuestros hijos.
¿Qué aconsejas a las jóvenes?
La mujer tiene que quererse porque, si yo no me quiero, no puedo transmitir cariño ni nada. A mis niñas, de pequeñas, yo les decía “¿quién es la abuela más guapa del mundo?” y me miraban y decían “tú” (risas). Me equivocaré y me equivoco porque actúo. Si tengo que rectificar y rectifico, no me importa. ¿Por qué? Porque yo me valoro como persona primero y, al valorarme yo, valoro a los demás.
¿Has militado en un partido?
Yo he sido liberal. Cada uno puede pensar lo que quiera siempre que no agreda al vecino para mantener su idea. Yo me acerqué al PCE porque era el único que estaba contra Franco. Oye, creí que era otra cosa. Estaba confundida, rectifiqué y punto. He conocido gente de todos los partidos y, en todos, he encontrado malísimos y buenísimos. No depende del partido, depende de la persona.
Se nos olvidan tus lecturas. ¿Cuáles prefieres?
Me gusta mucho la poesía. Machado, aparte de poeta, es el hombre, es una persona tan entrañable. Me hubiera gustado hablar con él. Me gusta Miguel Hernández también. Mira, la ‘Nana de la cebolla’ me llega tan dentro que lloro. Los poetas me gustan mucho. También de Manolo Rico, mi ahijado, tengo todos sus libros.
¿Y además de los libros?
También me gusta el contacto con la gente. El que menos piensas te está dando una lección de vida. La gente te ayuda a aprender opiniones, vida, a cambiar. Por eso me gusta escuchar.
Trackbacks/Pingbacks