Llevo unas semanas asomada a mi ventana, intento escribir la columna de este número, mirar más allá de los árboles que florecen, de las nubes que se abren tímidas al sol. Quiero encontrar en nuestra naturaleza cambiante, esa que determina nuestra vida, la que nos guía y acoge, una mirada para compartir con mis vecinos.

En ocasiones, los que escribimos con regularidad somos devorados por la realidad, a veces es tan dolorosa que las palabras no fluyen, se quedan atascadas en la garganta, construyen un extraño ovillo duro que, por mucho que intentemos deshacer, estirando de un extremo, no cede, no encontramos extremos.

La memoria afectiva es uno de los mejores recursos que tenemos para entender el dolor

La memoria afectiva es uno de los mejores recursos que tenemos para entender el dolor, es algo así como un dulce manto de imágenes tatuadas con el que nos arropamos. Un manto de estampas, de gestos, palabras sueltas y olores. Los sentidos nos mueven hacia el pasado y en ocasiones nos arrancan una sonrisa o, quizá, el llanto.

Dicen que la nostalgia es la dicha melancólica de aquello que no volverá, un lugar en el que no debemos permanecer mucho tiempo, un espacio peligroso que no nos deja construirnos, ni avanzar. Pero, en ocasiones, la nostalgia es también un estado bello, es como un extraño jardín privado, un perfume que nos impregna por unos minutos y nos aleja del aquí y el ahora.

La nostalgia quiere atrapar lo que se perdió, el recuerdo solo pretende asomarse al pasado

¿Qué diferencia hay entre la nostalgia y el recuerdo? La nostalgia quiere atrapar lo que se perdió, el recuerdo solo pretende asomarse al pasado. La diferencia, en el fondo, no existe, porque no puede haber nostalgia sin recuerdo, así que son complementarios.

Hace pocos días que perdí a mi madre, procuro que esa nostalgia de aquello que ya no volverá deje paso al recuerdo de lo que simplemente fue, y que ese recuerdo me acompañe cuando camino por el barrio sin ella del brazo. Le contaré que ha llegado la primavera, que hoy he escrito la nueva columna, le contaré que sus nietos regresarán cuando comience el cine de verano o que ha nacido una camada de gatitos dos calles más allá. A veces, cuando compartimos los espacios con los que ya no están, los traemos un rato junto a nosotros y vemos a través de sus ojos lo que no nos atrevemos a mirar.

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