Si estuviéramos en la Edad Media, calles de casitas bajas como Carrión de los Condes en el barrio de Manoteras serían su judería. Allí todo el vecindario se conocería, se hablaría de puerta a puerta o hasta la cocina. También las niñas y los niños serían libres jugando entre hileras de calles sin miedo y se compartirían nacimientos, bodas y velatorios. Esas sencillas casas estarían pobladas por industriosas manos artesanas y sonrisas.
Así es la calle de Jorge, de apellido Manuel, y así es él, un guitarrero en Hortaleza. Ya sé que no estamos en el Medievo, pero sus aceras me huelen a Sefarad. Fue su vecina de enfrente, la otra Belén D., quien me lo dijo: “Mi vecino es lutier”. La frase se quedó ahí sonando en el diapasón de la amistad.
Hoy he subido con Sandra, la fotógrafa, hasta la atalaya de ese artesano que convierte la madera en voz y emociones.
PREGUNTA: ¿De dónde eres?
RESPUESTA: Llegué al barrio de Manoteras con 8 años y, dentro del barrio, hemos tocado varias calles con mis padres y luego de casado.
¿De qué zona veníais?
De la avenida de los Toreros, de Ventas. Bueno, mi padre era marino de guerra. Lo cambiaron de destino y nos venimos a vivir aquí.
¿Qué hacía?
El último destino en activo de mi padre fue en el CHA (Colegio Huérfanos de la Armada). Era el director del colegio.
¿Era docente?
Curiosamente, en este colegio, el cargo de director lo ejerce un capitán de navío. No tiene por qué tener conocimientos de docencia ni nada. Mi padre sí estuvo dando clases en la Escuela Naval de Marín y, claro, el haber educado a diez hijos… (risas).
¿Cómo fue el cambio?
En la avenida de los Toreros, no se salía a la calle; en Manoteras, era todo lo contrario. Soy del 67, final del baby boom. En cada bloque, como poco, había ocho críos de la misma edad, con lo cual aquello era casi vivir en la calle.
Y el parque estaba cerca.
Ni siquiera nos acercábamos por allí. Nuestra área de influencia eran los tres bloques de alrededor. Nuestras aventuras las desarrollábamos ahí. Fui feliz en esa época.
"Cuando vine al barrio, empecé a tocar la guitarra en la parroquia con el padre José Luis"
¿Tienes hermanos?
Éramos diez hermanos. Yo era el penúltimo.
¿Cabíais todos?
Nosotros teníamos un bajo y un dúplex ahí, en el 104 de Somontín. Había habitaciones con tres.
¿Mucha relación con el barrio?
En el torneo de Navidad de baloncesto. Era muy bonito jugar con otros chavales del barrio que, aunque estaban muy cerca, el área de influencia de cada pandillita era muy reducida. El conocer gente diversa enriquece mucho.
¿Teníais zonas prohibidas?
No nos lo prohibían en casa porque nuestros padres sabían del barrio menos que nosotros. Nos lo prohibíamos nosotros mismos. Cuando se te caía el balón al campo del Chano, que estaba rodeado de chabolas, no bajabas. No te habían hecho nada nunca, pero pensábamos que, si te cogían, te rajaban. Yo era muy miedoso de pequeño.
¿Qué otras relaciones en el barrio?
Cuando vine al barrio, empecé a tocar la guitarra en la parroquia con el padre José Luis, uno de los sacerdotes que estaban en la iglesia de Jesús de Nazaret. Íbamos la pandillita de nuestro bloque: uno tocaba el laúd; otro, la bandurria; otro, la guitarra… Íbamos a tocar la guitarra y al coro de la parroquia.
¿Ya sabías tocar?
Aprendí en la parroquia las cuatro cosas básicas y, después, por mi cuenta. Autodidacta con los medios que había en aquella época, que eran pocos. Esos fueron mis inicios con la guitarra, con el mundo de la música y, después, con lo que sería la lutería.
¿Solo actuaciones en la parroquia?
Tuvimos un grupo de música folk en el barrio que tuvo varios nombres. Primero, se llamó Nosotros Mismos y después Nueva Estela. Llegamos a tocar una vez en el auditorio de Canillas, que fue un fracaso absoluto.
¿Por qué?
Porque era una maratón de grupos por categoría de música. Nosotros éramos los últimos que tocábamos por la categoría de folk y, a continuación, comenzaba la categoría de heavy. Entonces, estaba todo el público esperando a sus ídolos heavies y ahí nosotros tocando a Simon & Garfunkel… ¡Un fracaso! (Risas.)
¿Qué estudios has tenido?
Estuve un año estudiando primero de Ingeniería Forestal. Me atraía y me gustaba mucho, pero lo que se llevaba y lo que iba a tener auge, seguro sí o sí, era la informática. Así que, al final, acabé haciendo Ingeniería Técnica Informática de Gestión.
¿Sin vocación?
Me apasiona una parte de la informática, la más creativa de programación. Esa parte me gustaba, pero toda la parte más técnica, no demasiado. La hice y es lo que hoy en día me da de comer. En aquel momento, el paro ya era algo preocupante.
¿Dónde trabajas?
Estoy en Nielsen, una consultora: investigación de mercado.
¿Y qué haces?
En el área en la que estoy, lo que hacemos es vender a los clientes bases de datos con sus productos y con los de la competencia. ¿Cómo van tus productos, cómo van los de la competencia, cómo te ha funcionado una determinada promoción o no y a la competencia y, si cambias precios, cómo puede afectar a tu rendimiento…? Eso es lo que vendemos.
¿Cuánto tiempo llevas?
En esta empresa, llevo 28 años. He pasado por muchos departamentos. Ha habido departamentos en los que he estado muy cómodo y muy feliz. Ahora, en este, no estoy tan cómodo ni feliz, sinceramente.
¿Debemos tener miedo a dar nuestros datos?
Creo que es positivo siempre que no se abuse o que sea perjudicial para la persona. Mis datos no me importa darlos hasta cierto punto, pero datos básicos que es lo que creo enriquecedor. Hay pocas personas, compañías o lo que sea que vayan a utilizar tus datos para hacerte daño. Me parece que nos ayuda, cuando estás haciendo una búsqueda de determinado producto para que, después, las sugerencias de producto sean acordes a la tipología de producto o similar.
¿Os puede afectar la inteligencia artificial?
A mí poco porque espero jubilarme no dentro de mucho (risas). Yo creo que va a ser positivo. Si un día me va mal en la empresa, intentaría que mi plan B fuesen las guitarras.
¿Cómo te dio por ser guitarrero?
Fuimos una vez a un concierto de La Banda y aquello me encantó; oír un violín en directo me volvió loco. Entonces, decidí que quería tocar el violín. Al principio, me compré una birria de violín chino. Después, me construí uno que pesaba muchísimo. Me quedaba sin brazo cada vez que lo tocaba porque era de madera maciza.
¿Cómo aprendiste?
Leí mucho y empecé a buscar a alguien que me enseñara a hacer violines con los medios y la publicidad que había entonces, que no era mucha. Prácticamente, no había nada y, al final, sí encontré a un señor, Antonio González Cardenal, que me dijo “Yo soy constructor de guitarras, pero también sé hacer violines”. Me ofreció primero lo más sencillo, que es hacer guitarras, y después pasar al mundo de los violines.
Estuve con este señor dos años, yendo un día a la semana, y me construí dos guitarras estando con él. Ahí aprendí a hacer guitarra clásica y me gustó tanto que abandoné la idea de los violines.
"Aprendí a hacer guitarra clásica y me gustó tanto que abandoné la idea de los violines"
¿Cuántas haces al año?
Nada, al año puedo hacer dos porque el trabajo en Nielsen y las niñas te dejan poco tiempo.
¿Solo clásicas?
Empecé también haciendo acústicas formándome por internet y fabricándolas. Después, volví a las clásicas porque tenían más tirón. Lo veo más relacionado con la artesanía. Lo de la guitarra clásica me parecía que tenía como más romanticismo. Hubo más gente que me pedía guitarras clásicas que acústicas.
¿Cuánto tardas en hacer una guitarra?
Son 100 horas de trabajo como mínimo.
¿Quién te encarga una guitarra?
Ha habido un poco de todo. El profesor de mis hijas, amigos y conocidos… También un coleccionista me encargó una guitarra flamenca. En su oficina tenía una habitación repleta de estuches de guitarra flamenca.
¿En estuches?
Dentro, porque está más protegida de posibles golpes, de cambio de humedad, de cambio de temperatura… La humedad es enemiga de las guitarras y de la madera en sí por la condición higroscópica de la madera, que absorbe y expulsa humedad.
¿Cuánto cuesta una guitarra artesana?
Ahí tengo muchos conflictos. A ver, yo no tengo un nombre como lutier, como guitarrero conocido. Hay gente que me conoce, pero tampoco soy conocido. Tampoco soy un maestro artesano guitarrero que dedique diez horas al día a hacer guitarras. Entonces, ¿dónde sitúo mi precio? Si lo pones muy caro, no te la van a comprar; si lo pones barato, los lutieres que viven de esto se cabrean y, claro, “No compitas con nosotros de ese modo”.
¿Estás en contacto con otros lutieres?
He ido a una feria que hay en Petrer, Alicante. Bueno, es feria de guitarras y conciertos… Van guitarristas profesionales para probar instrumentos, hay másteres de guitarra, con lo cual hay muchos chavales que están aprendiendo y probando las guitarras. Está muy bien porque te ponen en tu sitio. ¿Estoy al nivel de todos estos? ¿Soy mucho peor? ¿Dónde estoy?
¿Dónde te han dicho que estás?
Las críticas hasta ahora han sido buenas. La guitarrista Anabel Montesinos me dijo que mis guitarras tienen “ese sonido tan bonito de la guitarra tradicional”.
¿Tú vas allí con tus guitarras?
Montas tu estand, pagas tu estand, estás ahí con esto montado y van gentes pasando por las salas donde están las guitarras expuestas y te van preguntando. Un par de guitarristas profesionales hacen una prueba de las guitarras que hay ahí, tocan todas las guitarras de todos lo lutieres que hay ahí y eso es como un examen. La primera vez dije “Dios, ¡no sé qué hago aquí!” (risas). Y bueno, parece que ha gustado. No se suelen comprar muchas guitarras ahí, pero ha habido gente interesada en comprarlas. Me siento más o menos satisfecho en ese sentido.
¿En qué horquilla están tus precios?
A ver, yo ahora estoy entre 1.500 y 2.500 euros, aproximadamente. Hay que tener en cuenta que los materiales con los que construimos las guitarras son caros. No vale cualquier madera para una guitarra.
¿Qué maderas utilizas?
Habitualmente, las tapas suelen ser abeto o cedro. Tiene que ser una veta fina, tiene que estar con las vetas en perpendicular al corte. Compro lo que es el juego, que es como un libro de las dos partes, las tapas y el fondo. De ese juego, solo la tapa son alrededor de 100 euros; los aros del fondo, si son de un palo santo bueno, lo mismo son 250 euros. Todo el resto (el mástil, las cuerdas, el diapasón, trastes, el clavijero…) y barnizado, que yo no barnizo, lo llevo a barnizar… Si se hace una guitarra con buenos materiales y el barnizado, pues igual se te van 700 euros.
"Si se hace una guitarra con buenos materiales y el barnizado, pues igual se te van 700 euros"
¿Qué le sacas entonces?
Para mí es un placer. Pasar la cuchilla por la madera y oírla es como mi yoga, ver cómo esas maderas sueltas van conformando el instrumento y la sorpresa…
¿Cuál?
El momento en que afinas y la tocas por primera vez. Entonces, no te suena como pensabas que iba a sonar, pero luego, al tercer día, se ha transformado en un sonido que dices “ahora sí que suena”. Es un material vivo y parece que tiene magia.
¿Has tenido algún conflicto con los lutieres?
Me decían que debía pedir más. No solo por mí, sino por el mercado. Cuando haces una cosa que te gusta, ¿qué precio le pones si, además, no vives de ello? Eso es parte del conflicto.
¿Lo ven como una injerencia?
No es robarles negocio, sino enriquecer el mundo de la guitarra y hacerla más asequible a mucha gente. No está al alcance de todos los estudiantes de guitarra clásica gastarse 8.000 euros en una guitarra para terminar la carrera.
¿Es fácil hacerse guitarrero?
Afortunadamente, cada vez hay más escuelas que enseñan el oficio o bien algún guitarrero lutier que deja que alguien aprenda el oficio en su taller.
Callo la última pregunta: ¿me enseñas a hacer mi propia guitarra?