Este es el tercer borrador que escribo. Los otros dos acabaron en la papelera, no valían. Y el presente tal vez corra la misma suerte, porque estoy seco de ideas. Nunca antes me había pasado, como suele decirse, pero esta vez es verdad. También es verdad que nunca antes habíamos estado tantísimas semanas confinados en casa, sin salir más que para tirar la basura y comprar comida.

Nunca antes mi taxi se había visto aparcado en el garaje tanto tiempo, sin usuarios que llevarme a la espalda. Nunca antes el mundo había dejado de rodar por culpa de un enemigo común: silencioso, invisible y letal.

La COVID-19 nos ha pillado a todos tiesos, fríos, sin habla. Aún estamos en estado de shock, yo por lo menos. Y dudo que después, cuando todo esto pase y despertemos de tan larga pesadilla, volvamos a ser los mismos; algo sin duda cambiará, tal vez nuestro concepto del contacto, o nuestra forma de entender las relaciones humanas. Por no hablar de lo efectos que traerá en la economía de todo un país hoy abocado al colapso.

Han sido días de silencio y aplausos a las ocho. Hay caceroladas también, y defiendo la libertad de hacerlo, pero sigo sin verlo justo. Nadie merece gobernar en plena pandemia; nadie puede estar humanamente preparado para hacerlo bien, es imposible.

Debemos cuidar al personal sanitario y dotarlo de recursos por encima de cualquier otra cosa

Necesito creer que están haciendo lo posible, que están exhaustos, desnortados, y que continuarán cometiendo errores, algunos imperdonables. Y los que quedan. Supongo que habrá que asumirlos y preguntarnos también quién sería capaz de hacerlo mejor.

Llegados a este punto, solo nos queda confiar ciegamente en los expertos. Me refiero a los expertos de verdad y no al tertuliano de turno que lo mismo habla de la COVID-19, que del conflicto saharaui, que de fútbol. Expertos epidemiólogos, quiero decir. Primero, la salud; y luego, todo lo demás.

Del virus al menos hemos aprendido a distinguir qué debemos cuidar como país. Debemos cuidar al personal sanitario y dotarlo de recursos por encima de cualquier otra cosa. Debemos cuidarnos los unos a los otros porque el individualismo (en lo económico y lo social), el sálvese quien pueda, a la vista queda, no funciona.

Debemos replantearnos la importancia de lo público y, ya que estamos, replantearnos el modelo productivo del país. Habrá que resurgir de las cenizas, y estoy seguro de que lo haremos. Ojalá más sabios. Ojalá, sobre todo, más humildes.

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