Cuando la matraca navideña empieza a taladrarnos el cerebro millones de personas sienten deseos incontrolables de esconderse en alguna cueva hasta que pase la orgía de banquetes, se disipen las hordas de cuñados y decaiga el decreto de bobería universal.
Pero eso es porque no viven en Hortaleza.
Aquí los hortalinos descubrieron que la mejor opción para vencer a las navidades prefabricadas era hacerlas con sus propias manos. Año tras año, y ya son muchos, la Cabalgata Participativa sale no para recordar a unos monarcas o un dios niño, sino para reunir a unos vecinos que quieren pasarlo bien todos juntos, una cofradía que celebra cómo somos y que sueña un distrito aún mejor. Los reyes de esta anunciación en vez de oro, incienso y mirra vienen cargados de ilusión, imaginación y ganas de compartir. Y esos son los mejores regalos para los niños —y para los mayores— del distrito.
Habrá quien se sienta ofendido porque los de Hortaleza no son reyes tradicionales, (“¡No te lo perdonaré jamás, Manuela Carmena!”), pero si se dan una vuelta por la celebración seguro que capitulan ante el despliegue de alegría. Y es que hay que tener ganas de montar carrozas, construir disfraces y pintar carteles; pasar frío y dejar abandonados los langostinos y el cordero para salir a bailar y a tocar una batucada. Pero así es nuestra fiesta, pura vida.
Durante muchos años fue además nuestra reivindicación de nosotros mismos frente al despotismo oficial. Ahora afortunadamente no es así, pero seguimos siendo exigentes y también nos acordaremos mientras cogemos caramelos de quienes en Hortaleza lo han perdido todo, incluso su casa, porque la plaga de desahucios nunca se fue.
Lucharemos para que quienes menos tienen, y son muchos en un distrito donde también habitan millonarios, puedan comer, calentarse y vivir dignamente. Reiremos y cantaremos, pero no podemos olvidarnos de que sigue habiendo motivos de queja: cuando hemos pedido a los vecinos que nos dejen sus fotografías para guardar en la memoria colectiva los recuerdos de lo que fue Hortaleza no nos podemos resignar a perder lo mejor de nuestro casco antiguo para que aparezca en su lugar un gimnasio.
Si pasamos cerca de algún colegio podremos celebrar que han aumentado las inversiones en la educación del barrio, y eso sí que es un gran regalo de reyes. Miraremos con alegría cómo un pequeño ejército de operarios limpia los restos que quedan detrás de la Cabalgata, y nos preguntaremos si no podría ser fiesta todos los días, porque muchos vecinos de Hortaleza siguen descontentos con la limpieza y la recogida del distrito, que debería relucir todos los días del año.
Nos movemos, luego seguimos vivos, y la Cabalgata nos permite comprobar que aún andamos, a pesar del tiovivo de agitaciones que nos han sacudido desde finales de 2015, el año que votamos peligrosamente. Ahora es el tiempo de nuevas iniciativas, de seguir construyendo Hortaleza a la vez que miramos hacia fuera. Este mismo periódico, que durante este año ha hecho tantos amigos nuevos, intentará poner su parte en un proyecto más grande que dé El Salto a un nuevo modo de hacer información.
Así pues, aprovechemos el impulso de los reyes para convertir Hortaleza en una cabalgata continua hacia un distrito mejor. La unión, la sonrisa y la lucha son nuestras armas. Seguro que en 2017 las necesitaremos. Felices fiestas y próspero año nuevo, hortalinos.