En las últimas semanas, meses quizás, nuestro barrio está siendo noticia en algunos medios a causa de la situación de algunos menores acogidos, en su mayoría, en el centro de la Comunidad de Madrid situado en las inmediaciones del parque Clara Eugenia.

Lo que estos medios están poniendo de manifiesto es la inquietud de una parte muy importante del vecindario del distrito por los problemas de seguridad que la situación de estos menores está provocando. Se habla de los robos y la violencia ejercida por algunos de estos chavales.

Suele ser habitual que la agenda de los medios de comunicación, en estos tiempos que corren, ponga el centro de los debates en un lugar que consigue llamar más la atención del conjunto de la ciudadanía pero que provoca a la vez que el centro del problema aparezca desfigurado. Es decir, el centro de la supuesta preocupación de la opinión pública pasa a ser el problema de la seguridad y desplazamos la raíz, la causa desencadenante del conflicto, a un lugar secundario.

LA SEGURIDAD

Ahora la preocupación única es la seguridad. No diremos nosotros que la seguridad no sea un asunto importante, claro que lo es, y que cuando no nos sentimos seguras caminando o paseando por las calles de nuestros barrios, nuestra libertad y nuestros derechos se ven limitados.

Sin embargo, de lo que se trata es de saber si plantear la cuestión solo desde la seguridad nos lleva a la solución del problema. Es indudable que no. Y esa lección ya debiéramos haberla aprendido hace muchos años.

Cuando hace décadas la heroína castigó cruelmente nuestros barrios, ya hubo quienes pusieron de manifiesto que el problema real no se solucionaba con mayor policía en las calles, que las medidas para abordar temas tan complejos no pueden desarrollarse en una sola dirección, porque esas respuestas no solucionan más que un síntoma pero no atacan las causas que los provocan.

LOS CHAVALES

Hace ya muchos años, la fundación Raíces viene denunciando con mucha claridad los problemas que afectan al sistema de protección en nuestra comunidad. Se habla de casos de malos tratos (hay denuncias en curso), desatención, hacinamiento, falta de expectativas para los niños.

En definitiva, es muy probable que estemos fracasando en la atención a unos niños que, según establece la ley, son también nuestros. Es el estado quien ejerce la tutela de unos chicos que se encuentran en este país tras recorrer un camino que para otros no terminó nada bien. Los menores no acompañados que viven en los centros de protección de la Comunidad de Madrid son solo uno de las derivadas de unas políticas de frontera que en realidad matan a miles de seres humanos cuyo único delito es querer vivir, sobrevivir en muchos casos.

No debería asumirse sin más que sea factible conmoverse con la famosa y terrible imagen de Aylan muerto sobre la arena de una playa y a la vez considerar a otros niños que afortunadamente corrieron otra suerte en sus viajes como simples delincuentes. No debiéramos caer en la trampa de una doble moral que dice muy poco de la respuesta humanitaria de nuestra sociedad.

Lo que estamos viendo en nuestro barrio es una derivada más de la cruel política de acogida que se viene desarrollando años desde algunas instituciones. Los niños son el eslabón más débil de una cadena que comienza con la huida de la miseria, la guerra o la pobreza, continúa con un viaje lleno de peligros, mafias, vallas y concertinas y culmina en la llegada al supuesto lugar seguro, la Europa de los derechos, las libertades y la democracia para encontrar realmente, en muchos casos, el último de los muros, el más alto si cabe, el que te condena a la marginación, la expulsión de la sociedad y, como consecuencia de ello, la cárcel o la deportación como destinos últimos de aquellos que nunca consiguen integrarse.

Es probable que estemos fracasando en la atención a unos niños que, según establece la ley, son también nuestros

Este es el periplo para muchos. Pareciera, incluso, que en el caso de estos niños de la calle, (digámoslo sin tapujos, porque es lo que son) la cuestión de fondo fuese solo el tiempo en que este final llega.

No podemos culpabilizar exclusivamente a los chicos. No son solo ellos responsables de su adicción al pegamento o al disolvente, no son los únicos responsables de no encajar en un sistema educativo que apenas encuentra recursos para atender sus necesidades, no son responsables de vivir en centros donde no es sencillo encontrar referencias formativas y educativas duraderas y comprometidas con sus vidas y destinos.

No son los únicos responsable de la violencia con la que a veces se expresan y que nos es más que la respuesta a las violencias que ellos también han sufrido y sufren, incluida la institucional. No son los únicos culpables de huir de la miseria de sus países de origen y no encontrar aquí la acogida a la que, no nos olvidemos, tienen derecho.

Son niños. Y también son nuestros. Igual que esos otros chavales que pasan con miedo por temor a que les atraquen por algunas zonas del barrio. Trazar la línea entre víctimas y culpables en este caso es más difícil que nunca puesto que, de una forma u otra, todos somos parte de las dos realidades.

LAS SOLUCIONES

Llevar casi 30 años trabajando con determinados colectivos nos permite tener una perspectiva seguramente diferente. Nadie tiene aquí el patrimonio de la verdad absoluta. No diremos que la solución es sencilla, pero si nos sentimos obligados a expresar aquello que hemos aprendido en todo este tiempo.

Si obviamos la razón principal del problema no habrá solución para todos. Por eso, creemos imprescindible, en primer lugar, abordar la cuestión desde un tema de salud pública. Hablamos de niños adictos, muchos de ellos, a sustancias que para nuestro conocimiento del tema suponen nuevas dificultades.

Menores Claruja 1 1Foto Save The Children

Es imprescindible crear un plan de atención específico para este problema. En segundo lugar, es evidente que estos chicos prefieren pasar la mayoría de su tiempo en la calle. Algo tendremos que hacer con el sistema de protección para evitar que esto ocurra. Sin educadores en las calles y sin atender educativamente a estos chicos donde están va a ser muy difícil conseguir que vuelvan a experimentar en sus vidas que los centros tienen algo bueno que ofrecerles. Y si una vez que vuelven no encuentran solución a sus problemas y, sobre todo, no sienten que lo que les damos les ilusiona y les hace ser más felices y vivir su presente y su futuro como todo niño y niña debiera hacer, protegidos, queridos y apoyados, de nada servirá todo lo demás. El derecho a un futuro mejor debiera ser prioritario para cada niño, para cada niña que crece en nuestras sociedades, no lo olvidemos.

No olvidemos que es como trata una sociedad a sus niños y niñas lo que más nos dice el nivel de desarrollo moral y ético de la misma

Por último, debería implicarse a todos aquellos capaces de aportar soluciones o , al menos, contribuir a la búsqueda de las mismas. Es imprescindible dotar a los centros educativos de los recursos necesarios para atender a estos niños como necesitan. La escuela sigue siendo el principal instrumento de inclusión de la sociedad.

Hay que intentar implicar a los agentes sociales que trabajan ya con la infancia en nuestros barrios, escucharles, implicarles y apoyarles en las opciones que puedan aportar para la inclusión de estos críos. Y algo fundamental, imprescindible, que depende tanto de la Comunidad de Madrid como del Gobierno del estado, estos menores, todos, sin excepción, y solo por el hecho de haber sido tutelados, deben salir de la tutela con su situación legal regularizada y con todas las opciones abiertas, incluida la posibilidad de trabajar. Todo lo demás es condenarles a la marginación y cerrarles todas las opciones de integrarse en nuestras ciudades y barrios.

Este es un barrio acogedor. Hace años que vivimos sin problemas en él personas de múltiples procedencias. Los colegios del distrito son ejemplos magníficos de convivencia entre personas venidas de cualquier lugar. Compartimos las calles, el ocio, la fiesta, el día a día en definitiva y venimos haciéndolo hace muchos años. No dejemos que ciertas expresiones den una imagen de nuestro barrio que no es la real.

Un barrio diverso, abierto y respetuoso, presto a la convivencia. Pongamos el cuidado de los más débiles en el centro del problema, sin caer en análisis simplistas de la realidad que nos lleven a conclusiones equivocadas sobre la solución de los problemas. Y no olvidemos que es como trata una sociedad a sus niños y niñas lo que más nos dice el nivel de desarrollo moral y ético de la misma.

 

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