Felipe Aragoneses Freijanes nació en el pueblo de Hortaleza en el año 1933. De profesión ebanista, aficionado del Atlético de Madrid, amante del campo y de la caza, buen jugador de mus, comprometido políticamente y con los movimientos vecinales, muy inquieto y con buen sentido del humor, ha fallecido el 10 de noviembre de 2022 a los 89 años.

Fue el quinto de los ocho hijos de María y Jonás. Su padre, nacido en Hortaleza, fue el fundador de la agrupación del Partido Comunista de España (PCE) en Hortaleza y alcalde durante la Segunda República. Su madre, de Cuatro Caminos, fue de las primeras sufragistas y verdadera heroína que le tocó sacar adelante a sus hijos, mientras Jonás estaba en el frente de la Guerra Civil y después encarcelado en Colmenar Viejo, Pamplona, en la cárcel de Conde de Toreno en Madrid y finalmente un año desterrado en Zaragoza.

Felipe, a pesar de no haber tenido una infancia fácil en aquellas circunstancias, siempre recordaba su niñez con alegría, en compañía de su prole de hermanos y correteando por las calles del pueblo. Uno de sus entretenimientos era quedar con los vecinos de Canillas, en la cuesta de los Paúles, a emular a los mayores en una guerra de pedradas, con un orinal como casco y con alguna brecha o chichón como resultado. Lo que sí recordaba era el hambre que pasó en los años de posguerra, y que con su particular sentido del humor decía que “de niño cuando oía la palabra filete creía que era una palabrota” o también “que de pequeño tenía cinco metros de tripas sin usar”.

De joven le gustaba ir a mover el esqueleto, junto con sus amigos y hermanos, a los bailes con orquesta en directo que había en Ciudad Lineal, como el Chuletín, la Geltru o la Charca. También disfrutaba en la fiestas del pueblo de Hortaleza, y contaba como un día se les ocurrió la feliz idea de ir a por una vaquilla que estaba en un corral al lado de la plaza de toros, que se montaba en el solar que hacía esquina entre la calle de la Iglesia y la calle del Mesón, para después soltarla dentro del patio del mesón El Garnacho, con el consecuente susto de los comensales que en ese momento estarían degustando seguramente unas chuletillas, regadas con unas jarritas de vino garnacho. Ya se sabe, bromas de pueblo y a los de Hortaleza nadie los ganaba.

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Felipe Aragoneses en el mesón El Garnacho de Hortaleza.

En 1959 se casó con Felisa de Castro Marín nacida también en Hortaleza, y procedente de una de las familias más antiguas del pueblo, fruto del matrimonio nacieron sus hijos Juan Carlos y Luis. De profesión ebanista e industrial, empezó como aprendiz en la carpintería de Gallardo en la calle de la Iglesia en Hortaleza y después en la calle Sambara en el barrio de Quintana.

Se fue como emigrante un año a Alemania, trabajando allí como carpintero-encofrador en obras de construcción, y a la vuelta montó un pequeño taller junto con su cuñado Julián de Castro en la calle Mar de Japón, antigua calle de la Fuente. Fruto de su trabajo y que les iba bien el negocio, se embarcaron en la compra de un local en Canillas de 500 metros cuadrados y en el que llegaron a tener más de 20 trabajadores. El taller se convirtió en una de las ebanisterías de referencia en Madrid, realizando trabajos para las mejores empresas de decoración, y para arquitectos y diseñadores de renombre. Algunos trabajos fueron para la Biblioteca Nacional, Fundación Santillana, o restaurantes como El Teatriz, del reconocido diseñador francés Philippe Strak.

Aficionado al Atlético de Madrid, fue durante muchos años abonado al club, junto con su hijo Luis, al que se llevaba al Vicente Calderón. Nunca fue un verdadero forofo del fútbol, y decía que era un poco del Atleti por Luis Aragonés, amigo de juventud de Hortaleza. También fue un amante del campo, lo mismo para ir a por setas a los cerros entre Hortaleza y La Moraleja, y que como buen setero no desvelaba el lugar a nadie, o a coger cangrejos a ríos de Soria y Segovia.

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Felipe Aragoneses (agachado, con bigote) posa en el campo del Pinar de Hortaleza junto a amigos como Luis Aragonés, que aparece de pie.

Apasionado de la caza, siempre acompañado de sus queridos perros spaniel bretón, de los que tuvo varias camadas, y que gozaban de fama entres sus amigos cazadores por su habilidad para la caza menor de perdices, codornices y conejos. A Felipe se le esperaba con los brazos abiertos en su casa, cuando venía del campo, para que después de pasar por las buenas manos en la cocina que tenía su mujer Felisa, degustar unas setitas de cardo a la plancha, cangrejos de río con salsa picante, unas apetitosas codornices estofadas, perdices escabechadas o conejos al ajillo.

Comprometido políticamente con la democracia y los valores comunistas, fundó en la clandestinidad, junto con otros camaradas del barrio, la célula Ho Chi Minh del PCE. Con ellos se reunía en su casa para escuchar Radio Pirenaica debajo de una manta para amortiguar el sonido y que no se escuchara en la calle. También para repartir las octavillas con las proclamas contra el dictador, que tiraban por las calles de Hortaleza, y que Felipe se encargaba de dejar a la puerta de sus vecinos del cuartel de la Guardia Civil situado en el barrio de la Rusia.

Felipe tuvo una de las primeras televisiones que llegaron al barrio, y en su casa se acercaba un teniente del cuartel, con el que entabló cierta amistad, para ver películas en casa. Este le contaba que estaban buscando a un desgraciado que le estaba tirando octavillas en la puerta del cuartel y como le pillaran se le iba a caer el pelo: quién sabe si eran indirectas y sabía perfectamente quien era el autor…

Anécdotas al respecto había muchas. La más sonada fue una noche de lluvia que Felipe salió de casa y al volver y abrirle la puerta su mujer, a la pobre casi le dio un infarto. Venía con la camisa blanca llena de manchas rojas y se temió lo peor creyendo que le habían pegado un tiro. Todo quedó en un susto, Felipe se había metido los panfletos rojos dentro de la camisa para protegerlas del aguacero, y con el agua destiñeron.

También muy comprometido con los movimientos vecinales, siempre estaba dispuesto a participar en las reivindicaciones de sus vecinos, a colaborar con las asociaciones vecinales de La Unión de Hortaleza, Huerta de la Salud, asociación Pueblo Hortaleza o para la organización de las fiestas, cabalgatas y demás actividades. Participó activamente en algunas de las reivindicaciones de aquellos años, para que se asfaltaran las calles embarradas del barrio, se arreglaran los baches de la carretera de Canillas, se mantuviera parte de la Huerta de la Salud como un parque ante la amenaza de la construcción de más pisos, o se crease la Casa de Campo de Hortaleza, hoy el Parque de Valdebebas.

Le encantaba involucrarse en las fiestas, lo mismo para ir a comprar los chorizos y panceta para los bocatas, como ir a por los cohetes y fuegos artificiales, montar la cucaña, negociar con los feriantes para conseguir fondos, decorar las carrozas de la cabalgata de Reyes… A sus 74 años de edad, participó activamente en las protestas por la colocación de los parquímetros por el alcalde Alberto Ruiz-Gallardón en el casco de Hortaleza, que obviamente los vecinos no vieron con buenos ojos, y no dudó en disfrazarse de parquímetro, de ‘Ruiz Vampirón’, o salir completamente desnudo en un calendario reivindicativo.

Siempre recordaba que uno de los días más felices de su vida fue el 11 de febrero de 1977, cuando se legalizó el PCE y salió a celebrarlo por las calles de Madrid acompañado de su hijo Juan Carlos en un Seat 600. Estando parados en un semáforo, tuvieron un serio percance con un grupo de ultras de Fuerza Nueva que se acercaban al coche con bates y con no muy buenas intenciones: al verlos se saltaron varios semáforos en rojo hasta que los perdieron de vista y por suerte todo quedó en un susto.

Se dice que en la pronta legalización del partido por el presidente Adolfo Suarez influyó el gran ejemplo que se dio de serenidad, contención y organización del cordón de seguridad, en la gran manifestación silenciosa por la matanza de los abogados laboralistas de la calle de Atocha de enero del 1977. Uno de los asesinados fue Luis Javier Benavides, que colaboraba como abogado laboralista para vecinos sin recursos en la asociación La Unión de Hortaleza y la asociación de Villa Rosa, y era amigo personal de Felipe.

Felipe falleció el 10 de noviembre del 2022, a punto de cumplir los 90 años. Es innegable que tuvo una vida intensa y comprometida, tanto para los suyos, como con su barrio. Fiel defensor de la libertad y la democracia, hasta el último momento ejerció su derecho al voto recordando siempre que había que votar, porque antes no se podía. Persona muy querida en el pueblo, por sus amigos y familiares, que siempre le recordarán con mucho cariño.

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Felipe Aragoneses con sus perros spaniel bretón.

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