Nos avisó Santi Martínez, el de los conciertos de jazz de Portugalete. Un periódico cántabro ya lo había publicado el pasado 13 de febrero. Era el Diario de Cantabria y decía “Los ‘Campeones’ también juegan al bolo palma”. El WhatsApp de Santi avisaba de que quien llevaba esto era del barrio y de que los campeones también, pues residen en uno de los dos centros que la fundación Betesda tiene en Hortaleza.

Todo fue muy rápido. ¿La película de Fesser, el bolo palma, una fundación, los mismísimos campeones…? Todo un cóctel de ingredientes que se agitaban en la cabeza para convencer al consejo de redacción de que este sería el tema de la contraportada. Entonces, llegó la clave. Se llama Alfonso Azpiazu, uno de los históricos de Portugalete y presidente de la Peña Bolística Madrileña.

Teníamos que traspasar por pocos metros los límites de la geografía hortalina para llegar hasta el número 86 de la calle Agastia. La cita solo podía ser en lunes si no llovía.

El lugar es una isla de los años cincuenta que ha sobrevivido a la especulación y a las malas artes. A quienes ignoramos la cultura bolística propia y solo hemos oído hablar de los bolos americanos o bowling, esta construcción nos pareció inaudita, casi irreal.

Allí nos esperaba Alfonso con los campeones sentados a la mesa después del entrenamiento y concentrados en los generosos aperitivos que el bar de la bolera les había servido. Allí la realidad es más consistente, tanto por los platos de patatas y albóndigas como por la bola del juego, que no son de goma, sino de madera de encina.

Mirando la fotografía de esta página, de izquierda a derecha y de abajo arriba, ellos son David, Atila, Carlos, Pepe, Pablo, Ignacio y Jesús. En la fila superior, están Óscar, el monitor de Betesda de ese día, Alfonso y Fernando, padre de Atila, quien realmente está en el colegio especial Estudio 3.

El riojano Pepe hablaba de la Semana Santa; Iñaki juega muy bien, pero hoy no se ha traído las gafas, y Carlos, cuya novia Teresa baila y baja también a la bolera, demostraba su gusto por el flamenco. Sin embargo, la entrevista es con Azpiazu, un voluntario que sigue una rutina especial todos los lunes.

PREGUNTA: ¿Cómo empezaste?

RESPUESTA: Mi mujer estuvo de voluntaria varios años en Betesda aquí en Belisana. Estaba con los autistas de voluntaria sin que mediara nada. Tenían un psicólogo y, hablando un día, les dije que “si queréis, les enseño a jugar a los bolos a los que quieran venir”. Ella lo dejó y yo llevo once años con ellos. (Risas.)

¿Qué hacéis?

Los lunes, los recojo, los traigo aquí, jugamos, merendamos y los vuelvo a llevar. Todos los lunes, menos los que llueve.

(Alguien reclama las seis cuarenta y cinco.)

Tienen su horario. A las siete tienen que ducharse. (Hacia mí.) ¿Me dejáis un ratito más que nos va a sacar en el periódico? (A los campeones.)

El ejercicio que hacemos con ellos es que tiren y que los cojan también. Lo de ponerlos, el equilibrio y todo eso se les da bien. Se les dan bien los bolos y la merienda. (Risas.)

¿Aprendes con ellos?

Sí, claro que aprendes. Les terminas cogiendo un cariño que además… Ellos te están esperando y eso hace que no falles, claro.

¿Me contáis secretos de él? (A los campeones.)

(Murmullo.) ¿Qué hago cuando me enfado? Les doy un barragazo. (Risas.)

¿Qué es mejor, una pelota de bolos o de baloncesto? (A los campeones.)

La de los bolos. (Sentencia unánime.)

¿Cuántas formas de jugar a los bolos hay?

Se conoce solo el bolo americano que es el único bolo que no es autóctono de aquí, o sea que… (risas). En la Federación Española de Bolos, habrá unas ocho o diez modalidades. No están todas, ¿eh! En jugadores federados, la modalidad que más jugadores tiene es el bolo palma.

¿Bolo palma?

Sí, la bola de Cantabria. El noventa y cinco por ciento se juega en Cantabria, se juega algo en Asturias, en el País Vasco, en Madrid y en Cádiz.

¿Todos juegan igual?

Aquí las reglas son muy complicadas. Son nueve bolos. Según la categoría que tengas, es la distancia desde la que tiras.

¿Eres cántabro?

No, de Bilbao, de Barakaldo. Yo vine a vivir aquí a Madrid con 9 años al parque de San Juan Bautista. Conocí la bolera y empecé a jugar de crío con mi padre.

¿Dónde estudiaste?

Iba a Paidós y luego al instituto Conde de Orgaz, el primer instituto que se abrió en la zona.

¿Cómo era?

Al principio era separado. La mitad del instituto era de chicos y la otra mitad de chicas. Yo fui el segundo año. Con los compañeros de clase, me incorporé al club juvenil y ayudamos a fundar la asociación de vecinos. Cristina Almeida iba a la asociación a darnos charlas de sexualidad.

¿Algún recuerdo especial?

La primera manifestación de Hortaleza: “Carretera de Canillas, mil baches por milla”.

¿Y alguna anécdota?

A Santi y a mi hermana los detuvieron porque estaban vendiendo Mundo Obrero en la carretera de Canillas. A mí no porque me iba a la mili y tuve que salir pitando. Aquello fue gracioso porque eran chavales todos y la policía les amenazaba con “vamos a llamar ahora a vuestros padres”. Y fueron nuestros padres y eran peores que nosotros: “Sinvergüenzas, cómo tenéis los niños metidos ahí”. Y montaron una bronca en la comisaría del copón.

¿Cuándo ocurrió?

En el 76 o 77. Franco ya había muerto y la policía decía “pero esperad un poco si esto se va a solucionar pronto”. Esa anécdota fue muy divertida.

¿Cuándo te instalaste en Hortaleza?

Entre el 69 y el 70, viví en la urbanización Colombia. Más tarde, en el 85, me vine de alquiler a Portugalete hasta que, en el 89, me compré la casa en la que vivo.

"En todo Portugalete, no había calles, era campo. Varias escenas de El Lute, la de Imanol Arias, las grabaron en la casa de Santi y en la de enfrente. Esto estaba sin asfaltar"

¿A qué te has dedicado?

Cuando murió mi padre, tuve que dejar los estudios e ir a trabajar a AEG. Aquel año entré en Comisiones Obreras y… ya Comisiones, PCE y todo eso. Yo militaba en la zona de San Fernando y Coslada, que es donde estaba AEG.

¿Siempre con electrodomésticos?

En el 80, hicimos una cooperativa y ya la parte política se vino para abajo. Teníamos fábrica de curtidos y tiendas al público, Jauja, era muy conocida. Estábamos en el Paseo de las Acacias. Con el Pasillo Verde, nos expropiaron y nos fuimos a Valdemoro. Entonces ya tenía dos hijas. Al principio dejé hasta los bolos. Tuve como diez o doce años que no venía por aquí.

¿Continúa la fábrica?

En el 2007, lo vendimos, un año antes de la crisis. Ya venían de China a unos precios que no. Los gastos eran mayores, el personal era el mismo y el beneficio era menos de la mitad. Aquello ya no tenía salida y lo cerramos.

¿Jubilado?

Estoy casi casi. He seguido cotizando hasta el día 25, que voy para que me jubilen. (Risas.)

¿Ha cambiado mucho el distrito?

Lo que es Canillas, lo que es la Nueva Esperanza…, todo eso sigue igual que hace 40 años.

Había chabolismo. En todo Portugalete, no había calles, era campo. Varias escenas de El Lute, la de Imanol Arias, las grabaron en la casa de Santi y en la de enfrente. Esto estaba sin asfaltar.

¿Fracasó o no la lucha de Portugalete?

José María Julián siempre dice que fue un fracaso. Si se hubiese aprobado el plan parcial que querían vendernos, en el año 76, les habrían expropiado las casas y les habrían dado cuatro duros. Ahora, cuando se han ido del barrio, les han solucionado la vida.

¿Y el futuro de los bolos tradicionales?

Aquí en Madrid, en los años setenta y ochenta había cerca de veinte boleras. Ahora solo queda esta.

El problema de la peña es que somos muy mayores. La franja de edad en la que hay más gente está entre 70 y 80 años.

¿Enseñar en los coles?

Lo estoy intentando. Le he dado vueltas a hacerlo con las AMPA de los colegios. Está el San Juan Bautista, que les viene muy cómodo, pero tengo que tener una zona cubierta porque para una actividad del AMPA no puedo decir que, si llueve, no hay actividad.

¿Seguirás los lunes con los campeones?

Son un clásico los chavales estos en la bolera.

 

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