Hay una esquina en la calle Mar de Bering número 9 que no deja de darnos alegrías gastronómicas. Allí borbotean los fogones del Mesón Sidrería Arturo, regentado por Carlos Guillermo García Laurente.
En el año 2021, este pequeño establecimiento, que lleva más de tres décadas colmando las expectativas culinarias de comensales hortalinos y provenientes de todos los rincones del país, se hizo con el premio al Mejor Compango del Mundo. Aquello fue una feliz sorpresa porque era la primera vez que un restaurante ubicado fuera de Asturias se alzaba con el galardón.
Dos años más tarde, este restaurante hortalino dedicado a la cocina tradicional asturiana se ha proclamado campeón de un reconocido certamen que premia la Mejor Fabada del Mundo. En un reñido concurso organizado por la empresa de eventos gastronómicos Gustatio y el Consistorio de Villaviciosa, 27 finalistas dieron lo mejor de sí mismos para defender sus recetas y rendir homenaje a las humildes, nutritivas y deliciosas fabes.
La iniciativa de este premio parte de Cocina de Paisaje, una marca con la que Asturias pretende impulsar su gastronomía como reclamo turístico. Esta gesta gastronómica es obra de Carlos, peruano de origen, que estos días se muestra encantado ante tanto reconocimiento.
“Estamos muy contentos. Nunca imaginamos que podríamos ganar porque éramos 27 finalistas, 20 de los cuales eran restaurantes asturianos”, cuenta emocionado. En los últimos días, su teléfono no ha parado de sonar. Todo el mundo quiere probar la mejor fabada del mundo y las reservas de mesa han aumentado de forma exponencial.
“Elegimos siempre el mejor género para el compango, que viene de Tineo, y las fabas, de la zona de Navelgas”
Como buen chef, Carlos no quiere desvelar el secreto de su suculenta receta. Da algunas pistas; por ejemplo, explica que sus productos son de calidad superior, porque “elegimos siempre el mejor género para el compango, que es esencial en la receta. Viene de Tineo y las fabas, de la zona de Navelgas. No utilizo fabas secas, sino frescas congeladas”.
Otro de los ingredientes de su exquisita creación culinaria es la experiencia, “Llevo 29 años haciendo fabada, guisando todos los días”. Añade que el tercer ingrediente es el toque personal.
Cuando hace balance de los últimos años, Carlos siempre manifiesta su deuda con Arturo, fundador del mesón, que fue su maestro en los fogones desde 1995 hasta que en 2015 tomó su relevo. “Le estaré agradecido toda mi vida. Arturo me enseñó a cocinar. Por aquel entonces, yo estaba en una situación precaria y sabía que me jugaba mucho, así que desde el primer día me propuse aprender y aprender”.
Tal fue su determinación, su tesón y su buen hacer que hoy este peruano, licenciado en Farmacia, aficionado a la poesía y de trato exquisito, atesora el secreto de la receta de la mejor fabada del mundo.