A caballo entre los siglos XVI y XVII vivió en Hortaleza un hombre singular, que compaginó el cultivo de la tierra y el del intelecto: el humanista Lope de Deza. Segoviano de nacimiento, hijo del superintendente de las obras ordenadas por el rey Felipe II en el Palacio Real de Valsaín, realizó sus estudios bajo la tutela de su tío, el teólogo jesuita Alonso de Deza.

Cursó idiomas, retórica y poética en Oropesa, derecho civil y canónico en la universidad de Salamanca, y se graduó como bachiller en la universidad de Alcalá. A pesar de tener preparada una beca para continuar su formación en el Real Colegio de España de la universidad de Bolonia, abandonó su prometedora carrera, renunciando al ejercicio de su profesión por el rechazo que le producían los personajes que pululaban en el mundo de la administración de justicia.

Atraído por la vida campestre se establece en Hortaleza, donde sus padres poseían una heredad, frente a la iglesia, que fue acrecentada con otras tierras aportadas por su tío Gregorio de Deza, el abad de Santillana. Contrajo matrimonio con doña Luisa de Galbo, y con el tiempo la familia Deza constituyó una extensa y próspera hacienda agrícola cuya producción era vendida en el mercado de la villa de Madrid.

No por ello don Lope abandonaría el cultivo del espíritu, conformando una esplendida biblioteca, dedicándose al estudio de las humanidades y a la escritura de tratados de derecho, historia y economía. En 1601 el rey Felipe III trasladó la corte a Valladolid, lo que supuso un duro golpe para la economía de la región.

Los Deza sufrirían las consecuencias de esta crisis y don Lope escribe un tratado que ha llegado hasta nosotros, La razón de corte, en el que se destilan los motivos por los cuales la corte debía fijarse, de forma definitiva, en Madrid. Un libro firmado también por Joan de Xerez, que pudo ser escribano de cámara del rey, lo que aseguraba que el texto fuera leído al monarca.

No sabemos hasta qué punto influyó el escrito, pero en 1606 se restituye la corte a la villa del oso y el madroño. Lope de Deza falleció el 31 de marzo de 1626, a los 63 años de edad, y fue enterrado en la capilla familiar de la iglesia de Hortaleza.

Este templo colapsó en la primera mitad del siglo XIX, y entre los escombros se fue el sepulcro de este humanista, borrando así el último vestigio de la existencia de esta familia hortaleceña. Dejamos aquí un recuerdo con el epitafio que, siglos después, dedicó a su tumba el historiador Diego de Colmenares:

Descanso esperando eterno
en este mármol se encierra
Lope Deza, que a la tierra
dio político gobierno:
Noé de España moderno,
si diluvios no venció,
sus campos fertilizó:
Tú, caminante, desea
que leve la tierra sea
a quien tanto la alivió.

RIP

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