“Leemos para saber que no estamos solos”, le dice convencido un joven estudiante al escritor C. S. Lewis (Anthony Hopkins) en Tierras de penumbra. Y tanto que así es. Durante los bombardeos alemanes en la II Guerra Mundial, cientos de refugios antiaéreos se convirtieron en improvisados clubes de lectura por todo el Reino Unido. “Los libros pueden llegar a ser más necesarios que las máscaras antigás” fue una de las consignas nacidas de aquella descomunal fragua de penurias, pero también de milagros cívicos, que fue y son las guerras.
No suenan las alarmas en nuestros días ni hay aviones caza sobrevolando los cielos, pero a cada rato nos llegan noticias de uno y otro lado que dan cuenta de un mundo cada vez más convulso y desnortado. Podríamos pensar que esta sea una de las razones que explican las cifras en alza de los clubes de lectura de los últimos años: leer y leernos para sentir que no estamos solos. El club de lectura Las Hortalinas es uno de ellos. Sus artífices son Bárbara Porto y Julia Zapatero, quienes, como las lilas, se juntaron un día de primavera para canalizar las ideas, ilusiones, iniciativas y locuras que habían intuido tener en común cuando se conocieron.
El club Las Hortalinas se reúne los primeros jueves de cada mes en Danos Tiempo, pero hay lista de espera
La primera sesión tuvo lugar el pasado 5 de octubre y, como explica Bárbara, ellas lo coordinan, pero no lo dirigen: “Es presencial, participativo, horizontal, autogestionado, gratuito y carente de intereses comerciales. Se eligen las lecturas entre todas y, si bien las esferas de interés principales son las autoras hispanohablantes y autores y autoras de Hortaleza, no descartamos que esto pueda ir variando”. La cita es en el Espacio Danos Tiempo los primeros jueves de cada mes. Desde el primer día, se ha ido creando un clima de confianza y disfrute, y el número de participantes ha aumentado hasta el punto de que, actualmente, hay lista de espera.
Se dice que un libro existe en virtud de los recuerdos que evoca, las emociones que provoca y la conversación que suscita. Es un papel de fotografía que, cuando se introduce en el líquido de revelado, va dejando poco a poco ver sus formas. Como explica Julia, “aunque leer sea un acto solitario, se lee de forma distinta cuando lo vas a compartir con otras personas. La cultura no solo puede consumirse de forma individual y pasiva, sino también compartida y de manera crítica. Se genera, además, una forma de ocio participativa y sostenible, con la que se crea barrio”.
En medio de esta tierra baldía en la que se ha convertido la comunicación en estos días, donde han ido desapareciendo los espacios para la conversación sosegada y profunda, barridos por el ruido y la furia de las redes digitales, los clubes de lectura se convierten en una especie de santuario donde aún prevalecen la lentitud y el asombro. “Para la biblioteca, es una gran suerte contar con el club Las Hortalinas, comenta Juan Jiménez Mancha, director de la biblioteca municipal Huerta de la Salud, que ha colaborado con el club en diferentes iniciativas relacionadas con la lectura en el distrito, “y seguiremos caminando juntos mientras nada nos separe”.
Una vez más, las tres palabras mágicas que dan forma a muchos de los proyectos de nuestro barrio –afecto, acompañamiento y comunidad–, en esta ocasión, para indagar en la raíz de la lectura y dar una nueva vida a los libros.