Sin duda la vida es una consecución de cambios. Sobre todo en la sociedad actual, donde la implantación de las nuevas tecnologías en prácticamente todos los aspectos de nuestra vida hace que las personas nos veamos obligadas a adaptarnos constantemente a las fluctuantes reglas del juego de esta nueva era de la globalización y la interconexión total a través de internet.

Estos cambios a nivel social nos afectan a nivel personal. Lo macro siempre afecta a lo micro y, con la globalización, la velocidad de esos cambios es cada vez mayor. Como mayores son sus consecuencias, tanto negativas como positivas. Pues, aunque lo normal sería pensar que los cambios siempre deberían suponer mejoras, bien sabemos que no siempre es así y que las sociedades, a veces, involucionan en vez de evolucionar.

¿Cómo se explica, si no, que en la sociedad actual, donde las nuevas tecnologías permiten una comunicación total e inmediata, se registre el mayor índice de soledad no deseada en las ciudades? ¿No se supone que tener un móvil, el acceso a internet y todas las ventajas que ello supone de inmediatez de la información, la posibilidad de comunicarte con otras personas de cualquier parte del mundo a través de las redes sociales (sí, sociales) y de otras aplicaciones gratuitas (por ahora) iban a hacer que estuviésemos constantemente interconectados, tanto a nivel social como personal?

La soledad se convierte en una consecuencia inesperada en la sociedad de la interconexión

Parece que no. Realmente, esta necesidad de estar siempre conectados a las redes, a la nube y al metaverso se traduce en una profunda desconexión de lo que de verdad importa: las personas. Tu familia, tus amigos, tus vecinos. Los que están ahí cuando sales a la calle. Y es que hay algo en la comunicación cara a cara, en estar ahí delante, en poder tocar y abrazar, que no se puede obtener a distancia por una conversación virtual.

El aumento de los programas para combatir la soledad no deseada, tanto por parte de la Administración como por las iniciativas de asociaciones y demás redes vecinales, parecen corroborarlo. Y no pensemos solo en las personas mayores o que tienen pocos recursos, que, en muchas ocasiones, sufren las consecuencias de la brecha digital, sino también en personas jóvenes y que tienen todo lo que necesitan, pero que ven como sus habilidades sociales van en detrimento de su manejo en la red.

El aumento de los programas para combatir la soledad no deseada parecen corroborarlo

No es esta la única consecuencia paradójica en la sociedad de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Si no, que se lo pregunten a los habitantes del barrio de Manoteras, que se han quedado de un plumazo sin oficinas ni cajeros automáticos donde poder sacar dinero o realizar sus gestiones económicas.

Este verano, las sucursales de CaixaBank y Banco Santander se han trasladado simultáneamente a la calle Arturo Soria “para seguir ofreciéndole el mejor servicio”. Pero a saber si pensaban lo mismo las vecinas y vecinos de Manoteras, con una gran proporción de personas mayores, cuando han tenido que irse dando un paseo en los meses estivales con la ola de calor. Pues una cosa es que tengas la posibilidad de poder realizar tus gestiones con el banco a través de una aplicación y otra que te obliguen a hacerlo; y menos cuando no te manejas bien con las nuevas tecnologías y está en juego algo tan importante como el dinero que necesitas para vivir o pagar tu casa.

La soledad se convierte en una consecuencia inesperada en la sociedad de la interconexión. Otro cambio inesperado, que, como ocurre casi siempre, terminan paliando las redes vecinales, los espacios comunitarios donde hablar de tú a tú.

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