En el Ayuntamiento están que no les llega la camisa al cuerpo. Ayuso se quería disfrazar de piloto de Fórmula 1 para su colección de outfits y exigió traer un Gran Premio a Madrid. Almeida se puso manos a la obra, no se enfadase la señorita, y a base de chequera al final tenemos Fórmula 1 en Madrid. ¿Quién dice que el PP no cumple sus promesas, sobre todo si son malas para los madrileños?

Como lo de los coches es un plan molón, lo colocaron en el distrito, en Valdebebas. Y ahora, sorprendentemente, resulta que no encuentran emprendedores que quieran meter su dinero en esta bicoca.

No es de extrañar. En cuanto alguien se planteó cuánto cuesta el circo de la gasolina desde el PP, comenzaron a gritar que ni un duro de dinero público, que era un planazo y que todos ganaban, porque la inversión vendría de la iniciativa privada. Así que los benefactores, socios y partenaires han pensado que mejor esperar. El Ayuntamiento empezará a sudar para que no le quiten el Gran Premio antes de que se celebre, se cocerá en su salsa y empezará a aflojar la mosca.

Sorprendentemente, resulta que no encuentran emprendedores que quieran meter su dinero en esta bicoca

Lástima que la mosca será la nuestra. La cosa consistirá en ingeniería financiera, troceamiento de contratos o cualquier otra prestidigitación contable de modo que los honrados patrocinadores se aseguren de ganar dinero a espuertas con la broma.

¿Imposible? Vamos, vamos, que el vanguardista circuito urbano va a rozar la Ciudad de la Justicia, ese proyecto inmaculado en el que, dice la propia Justicia, la Comunidad de Madrid del PP hizo desaparecer millones de euros sin que nadie sepa por dónde se fueron (se los comerían los conejos de los túneles). Siete añitos de cárcel para Alfredo Prada, otro de los anfibios de Esperanza Aguirre que, mecachis, tampoco sabía nada de este asunto. Al final resulta que era tan despistada como el personaje de la política imbécil que le construyó Caiga quien caiga.

Se calcula que a los valencianos la cosa les salió por unos 300 millones de eurillos

Además, otra sucursal impoluta del PP, la de Valencia, tiene ya experiencia en quemar dinero público para escuchar el rugido de los motores en el paddock. Se calcula que a los valencianos la cosa les salió por unos 300 millones de eurillos. Poco es a cambio de ver ese icono del siglo XXI: Rita Barberá y Francisco Camps en un descapotable a todo poder. Esa imagen le quita el sueño al más pintado.

¿Algún inconveniente? Poca cosa: atascos kilométricos durante semanas para montar y desmontar todo el tinglado año tras año, talas masivas, ruido y contaminación. Pero pensar en eso da pereza. No seáis aguafiestas, piojosos, con lo cuqui que va a quedar el Gran PPremio.

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