Me siento en el capó de mi taxi, brazos cruzados, y observo la vida. Observo al tipo del chándal y la yonquilata en el escalón de un portal justo enfrente de mí. Observo a una millennial paseando su cocker mientras habla por teléfono. Observo a un gafapasta sentado en la terraza de un irlandés con otro gafapasta, los dos bebiendo en silencio sendas pintas de birra negra.
Observo a un hipster haciendo fotos a una margarita crecida en una grieta del asfalto. Observo a dos chavales corriendo de la mano. Observo a esa chica que espera apoyada en la baranda del Metro. Lleva 14 minutos esperando. Parece que su cita se retrasa.
Podría seguir a cualquiera de ellos y tirar del hilo de su historia. Podría buscar el argumento que los lleva a moverse, a levantarse de la cama y salir a la calle, a escoger un plan u otro, un camino o el contrario. Podría incluso alimentarme de sus fuerzas, succionar sus ganas. Demostrarme a través de ellos que el mundo sigue y gira a pesar de ellos, o al antojo de unos dioses que nadie votó, dioses fascistas.
Oigo pasos de tacones que se alejan, y entreabro los ojos y compruebo que es ella, la misma chica que esperaba apoyada en la baranda del Metro. La chica que tal vez se cansó de esperar
Entonces, el sol se cuela entre dos nubes y su luz me da de lleno en los ojos, que ahora cierro, y la telilla interna de los párpados se ve naranja tirando a roja. Sonrío porque noto un calor que no me está tocando, ni siquiera me acaricia y, sin embargo, lo noto, como si pudiera echar raíces en cualquier momento de no ser por las suelas de mis zapatos.
Por eso decido descalzarme y me quito también los calcetines con los ojos aún cerrados, y el suelo está frío, pero pronto mis pies se aclimatan. Así, plantado, solo pienso en fundirme con el suelo y quedarme ahí, para siempre, ajeno al paso del tiempo (o al peso del tiempo, según se mire).
Pero, entonces, se acerca alguien con voz de mujer y me pregunta si mi taxi está libre, y, con los ojos aún cerrados, digo que no, que estoy haciendo la fotosíntaxis. Que coja el siguiente, por favor. En esto, noto que se marcha: oigo pasos de tacones que se alejan, y entreabro los ojos y compruebo que es ella, la misma chica que esperaba apoyada en la baranda del Metro. La chica que tal vez se cansó de esperar. O le dieron plantón. Qué cosas.