Lo fácil, lo cómodo, es pensar que la vida es injusta y tú, su víctima indefensa, o que el conductor del Opel Corsa azul que acaba de meterse en tu carril, obligándote a frenar, a salir de tu letargo, es lo que se dice un imbécil.
Lo fácil, lo cómodo, es bajar la ventanilla y llamarlo “subnormal” en su conjunto; que, por culpa de ese desafortunado gesto, consiguió borrar de un plumazo todos sus logros, si acaso los tuvo. Lo cómodo es no imaginar que el conductor del Opel Corsa azul pudo ser el mismo que, en su día, investigara el remedio de esa rara enfermedad que salvó la vida de tu mejor amigo o que aquel despiste casual de invadir tu carril —léase “tu” con soberbia posesiva— fuera consecuencia del cansancio por tener que cuidar a un padre senil en su lucha por no olvidar su nombre.
Lo fácil es reducirlo a la categoría de hijodetal, aunque su madre, no lo sabes, muriera al poco rato de parir con ese hijodetal entre sus brazos. Más exacto hubiera sido haberle dicho, qué sé yo, “no te prejuzgo, solo acabas de equivocarte”, pero lo cómodo es borrarle de un plumazo su verdad y, ya de paso, relevar toda su experiencia a un subgrupo inferior al que crees que perteneces.
Lo fácil es creer que el mundo real gravita en torno a tus virtudes y que todos los baches, las trabas, los despistes que te obligan a frenar o, peor, a cambiar de rumbo no son más que gérmenes molestos adheridos a esa mierda que es la vida. Lo difícil es abrir tu mente y hacerte cargo de ese bache y escarbar en sus motivos.
Lo difícil es tirar del hilo y concluir que aquel del Opel Corsa o ese otro que se queja y lo maldice, todo desde el asiento trasero de mi taxi, solo tuvieron un mal día y, en el fondo, en el nudo inicial de esa madeja, están ahí gracias al fruto de un amor sin concesiones; que nacieron y crecieron porque alguien quiso darles alimento y protección cuando aún no eran capaces de valerse por sí mismos, que alguien los cuidó o curó cuando cayeron enfermos, que alguien los ayudó a enfrentarse a la vida.
Lo difícil es pensar, hacerse cargo, que el amor es y ha sido siempre el principio y el final de todo.