Eva Losada Casanova habla con voz pausada y honda, como si cada palabra que pronuncia fuera fruto de una profunda reflexión. Lleva varias décadas de su vida dedicándose a la palabra escrita con varios libros publicados y premios (finalista del Premio Planeta de Novela, Premio Círculo de Lectores y XVIII Premio Unicaja de Novela), pero también oral porque, además de escritora, es profesora en La Plaza de Poe, la academia que dirige desde el año 2015.

Que el artículo sobre su libro no iba a ser un texto cualquiera lo intuí desde el primer minuto en que acepté escribirlo. La muerte súbita de mi padre, que retrasó más de dos meses la entrevista con ella, confirmó mi intuición. Publicada por la editorial Funambulista, Las voces del jilguero es su cuarta novela.

Cuentas que uno de los acontecimientos que marcaron tu vida fue el fallecimiento repentino de tu padre. El mío también murió de repente y amaba los jilgueros. ¿Dirías que es mera coincidencia o que existen hilos invisibles que conectan nuestras vidas de una forma misteriosa e insondable?

Lo que sucede es que ahora prestas más atención, reconstruyes la memoria de tu padre y aprendes a recordarlo.

Moriré antes que las flores, El último cuento triste, El sol de las contradicciones, En el lado sombrío del jardín… son los títulos de tus obras anteriores. ¿Dirías que lo que escribes puede ser un refugio en tiempos de oscuridad?

Yo, como escritora, parto del dolor para escribir. En lugar de tomarme lexatines, escribo. Mis novelas no son rosas, son duras. Hablo de la superación de una adicción, de la prostitución, de la salvación gracias a la alfabetización, del antideterminismo. Hablo también de la vejez y de la demencia. Tres mujeres que quieren salir de su jaula.

Hablo del desamor y de tres formas de amar distintas. Yo no escribo libros de autoayuda. Escribo literatura. Pero es cierto que muchas personas se pueden identificar con mi novela, superar el alcoholismo, enfrentarse a la vejez… La literatura puede ser consuelo y refugio también.

“No conozco a nadie que haga arte que no esté obsesionado con el dolor, la muerte y el tiempo”

Hace unos días, en el Espacio Danos Tiempo, Julio Llamazares describía el proceso de la escritura como coger una cereza de una fuente y comprobar cómo, en lugar de una sola, brota una guirnalda de cerezas engarzadas. ¿Es algo similar para ti?

Yo escribo para aprender y entender la realidad que me rodea. Me detengo en la parte más oscura del ser humano. A raíz del fallecimiento de mi padre, empecé a recuperar la memoria de mi familia, la voz de los muertos, aquellos que nos aman nos hablan como ecos desde la muerte. Recuperé libros de mi tío abuelo, que era un poeta social, José Antonio Balbontín.

La protagonista de Moriré antes que las flores nació de mi duelo. En Las voces del jilguero fue la forma de vivir de mi madre, su decisión respecto a la muerte, lo que marcó esta novela. A mí me obsesiona la muerte. No conozco a nadie que haga arte que no esté obsesionado con el dolor, la muerte y el tiempo. Y la memoria.

¿Trabajas ya en tu quinta novela?

Sí. En 2020 Juan Jiménez Mancha me preguntó: “¿Cómo una escritora de Hortaleza no escribe sobre Hortaleza?”. Le respondí que todo es hortalino en mi escritura, aunque tenga una pátina universal. Entonces, Juan me dijo: “Escribe más sobre Hortaleza”. Así que me metí en un microcosmos mucho más hortalino que los anteriores. Y en esas estoy.

Las voces del jilguero Eva Losada Casanova

En el Espacio Hortaleza de la biblioteca Huerta de la Salud, se puede encontrar ‘Las voces del jilguero’, entre otras obras de Eva Losada Casanova. JAVIER PORTILLO

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