Sólo hay algo que corre más rápido que un coche de Formula 1: un político del PP detrás de la pasta.

Seamos justos: corren para que gane pasta una buena empresa, una de esas de rancios apellidos patrios, muchas de ellas proudly desde la Cruzada. O tal vez ahora, que nos hemos hecho modernos (bueno, Feijóo no: él no entiende una mierda), para que gane millones una empresa extranjera, con un nombre que no significa nada en español pero que suena a firmeza, a futuro (para ellos).

Son empresas en cuya dirección suele tener un puesto alguien cercano al político del PP, ya sean familia, o amigos del club de golf, o excompañeros de ese colegio tan caro. Con suerte el político del PP puede terminar unos años más tarde en la junta de accionistas de esa empresa, o fondo de inversión, de nombre levemente anónimo pero que suena a algo importante en inglés.

Ojo, son empresas, no como la justicia en España, verdaderamente ciegas: les da lo mismo el PP que el PSOE, a las pruebas me remito. Pero sus gestores, que para eso han estudiado esos másteres de nombre también críptico y que huelen a dinero, no son tan ciegos, y si pueden le dan un empujón a su gente. Y qué calorcito entonces, todos juntos otra vez, en el tenis, con nuestras pulseritas con la bandera.

Si no entendemos ese funcionamiento circular de empresas y partidos de derechas cuyo sistema mueve dinero como la única sangre que conocen, no comprenderemos por qué hacen cosas tan absurdas como meter un circuito de Formula 1 en medio de bloques de pisos.

Con esa capacidad para convertir en valor (en pasta, que es el único valor que entienden) todo lo que tienen delante de sus narices, edifican inmensos complejos de apartahoteles o flex living (en serio, tienen que hacérselo mirar, siempre poniendo nombres estúpidos a las cosas) en lo que iba a ser un encantador suburbio residencial para pijos aspiracionales, y al instalar un circuito con sus coches y su parafernalia en Valdebebas y alrededores se llevan por delante el sueño y la salud de vecinos que, básicamente, sólo quieren vivir en sus casas, de las que tendrán que ser evacuados si no quieren morir durante varias semanas al año, como reconoce el mismo Ayuntamiento.

Pero eso son minucias. A cambio de tan poca cosa, Ayuso se pone otra medallita en su ascenso a Génova y un montón de cretinos van a Valdebebas a vivir una experiencia (carísima, oiga) a costa de quienes viven allí. Los vecinos se movilizan, los recursos judiciales llegan (Señor, que no le toque el caso al juez Peinado, por favor), pero mientras tanto veremos a estos avispados emprendedores drenar (forma fina para decir trincar) dinero a espuertas durante años.

E la nave va.

(N. B.: Si alguien se siente minusvalorado podemos cambiar “PP” por “Vox” en cualquier parte de lo anterior, advirtiendo sólo de que huele aún peor)

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