En mayo de 1961, el arquitecto Alfonso Quereizaeta Enríquez, del equipo encabezado como jefe por Manuel Ambrós Escanellas, responsable de la Fase A, o segunda fase, del Poblado Dirigido de Manoteras, concluía la memoria de construcción de una sala cinematográfica ideada para cubrir las necesidades de “expansión” de sus vecinos “en determinados momentos”, según rezaba el texto.
El proyecto y los planos del cine se encuentran en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid. Quereizaeta y Ambrós habían diseñado antes el cine La Elipa para la ampliación del nuevo poblado de 700 viviendas levantado junto al cementerio de La Almudena. La segunda fase del poblado de Manoteras contemplaba, junto al cine, la construcción de 850 viviendas dúplex con 20 locales comerciales, un supermercado (al que todos llamarían mercado) y un edificio público, además de los trabajos de urbanización.
Quereizaeta calculó “en un 10% la capacidad de un local de espectáculos en relación a la población que va servir”, que estimaba en 10.000 habitantes, por eso dotó a la sala de 1.000 butacas: 648 abajo, distribuidas en 18 filas, y 352 en el anfiteatro, en 11 filas. La fachada, de ladrillo visto, se fijó en 25 por 40 metros. El presupuesto fue de 3.762.224,84 pesetas. Las obras comenzaron en 1961, pero el edificio no fue entregado hasta junio de 1966 y, una vez subsanadas las deficiencias, de manera definitiva en junio de 1967.
El cine se ofreció a la venta con sus butacas colocadas, la fontanería con su solado y alicatado, la instalación contra incendios y espacios para el bar, vestíbulos y aseos, pero sin elementos decorativos, pavimentos, carpintería interior (salvo la esencial), instalaciones eléctricas de alumbrado (aunque se dejaba prevista la acometida para sus necesidades) e instalación de fuerza. Se reservaba espacio en el escenario para una pantalla panorámica y un cinemascope de 12 metros de longitud. Nadie quiso hacerse cargo del cine nunca. En el registro ministerial de salas de exhibición cinematográficas, de inscripción previa obligatoria, no ha quedado dato alguno sobre él.
EN LA MEMORIA DEL BARRIO DE MANOTERAS
El cine, ya en pie, inició una vida de unos 40 años en la que no llegó a abrir sus puertas. Con el tiempo, su figura fue creciendo en popularidad, y más desde que irrumpieron las redes sociales con evocaciones dispares sobre su eterna presencia en el barrio: incendios en su interior (algunos señalan que uno por un cortocircuito retrasó sine die su inauguración); niños disfrutando de sus primeras travesuras; guarida de ladrones; almacén de objetos robados (jamones, chorizos…); jeringuillas y yonquis; visitas constantes de la policía; supuestos pasillos subterráneos que comunicaban con el mercado; rumores sobre su, por fin, puesta en marcha; la gente que seguía colándose a su interior, pese a ser vallado; el señor Pablo sentado en la entrada para contar historias…
El vecindario atesora recuerdos sobre un cine, situado en la calle San Pedro de Cardeña junto a la plaza de los Templarios, del que no se comprendía por qué no llegaba a funcionar, como lo hacían los demás, o por qué no se aprovechaba el recinto, o el solar, para otros fines, dadas las enormes carencias que arrastraba Manoteras.
La Soci de Manoteras, la asociación vecinal del barrio, exhibe en sus paredes fotografías del cine que marcó sus vidas, aunque no con la proyección de películas. “El cine que nunca llegó a ser cine”, le digo que titularé el presente artículo a Miguel Ángel López, actual presidente de La Soci. “Y el barrio que nunca llegó a ser barrio”, apostilla Miguel con dolor. Nacido en Manoteras en 1961, Miguel intenta resumir el desamparo de un barrio con palabras que le salen del alma: “Un barrio abandonado de la mano de Dios”, “con un déficit histórico brutal de todo tipo”, “y sin infraestructuras”.
Miguel lamenta que el cine no se uniera al importante y poco difundido patrimonio que posee Manoteras, con obras de dos premios nacionales de arquitectura y uno de cerámica, respectivamente: la escuela infantil El Carmen, de Rafael de la Hoz; la iglesia Jesús de Nazaret, de Luis Cubillo, y las vidrieras que esta iglesia conserva, de Arcadio Blasco. “Manoteras se ha pasado toda la vida pidiendo un centro cultural”, exterioriza Miguel. Y una biblioteca, podemos añadir, otra reivindicación histórica.
LOS DIBUJOS DE CARLOS DEL CASTILLO
Los recuerdos del cine fantasma, símbolo de un barrio abandonado, van unidos a los de un joven vecino que marcó con su arte la fachada del edificio: Carlos del Castillo Muñoz. Como respuesta a la orfandad que la sala sufría, varios grandes dibujos suyos cubrieron con personajes cinematográficos de comedia las paredes olvidadas.
Carlos del Castillo inmortalizó, junto a la entrada al cine, al Gordo y al Flaco, Groucho Marx, Charlot y Buster Keaton, desencadenando cierta reconciliación de Manoteras con un lugar que parecía ignorarlos, cuando no hacerles daño. El cine ya nunca más fue solo el cine; era el cine y sus murales. Otros dibujos en la fachada completaron los de Carlos con posterioridad. Carlos del Castillo participó en los famosos Murales de Portugalete, en junio de 1975, con una obra protagonizada por dos zapatillas deportivas y la línea amarilla discontinua de una carretera.
Distintas calles de Manoteras se beneficiaron de su arte, pero, por desgracia, han ido destruyéndose las creaciones. Hoy sobreviven solo los dos murales que visten las dos fachadas laterales del mercado: un caballo alado, un tanto deteriorado, pese a su reciente restauración, y la espléndida mujer rubia que decora la otra pared. Por el contrario, bastantes vecinos conservan excelentes retratos que les hizo Carlos a lápiz o bolígrafo. La calle no estaba en sus manos, pero lo que les entregaba el artista sí.
DERRIBO DEL CINE Y NUEVO EDIFICIO
Carlos del Castillo falleció prematuramente en los primeros años noventa, dejando una huella imborrable en Manoteras; una huella que continuaba visible cuando, en 2003, se empezó a derribar el viejo cine para construir en su lugar todavía no sabía el barrio el qué. Las ruinas del cine y las obras de Carlos fueron objeto de no pocas fotografías vecinales y de múltiples loas y lamentos. En 2006 se terminó el nuevo edificio, sede del Archivo General de Protocolos Notariales. No pega nada en el entorno, pero alguien decidió que se instalara allí, y así se hizo, y pronto comenzó a funcionar.
Juan es un investigador de primer orden de nuestro pasado y, a partir de esa investigación, crea historias. Se trata de un costumbrismo moderno, de última hora, lamémoslo así, de un Mesonero Romanos que tuviera redes sociales. Estas historias, hechas desde una ardua investigación, es lo que los lectores veteranos de periódicos echarmos cada día en falta en la prensa tradicional. Juan las escribe aquí. Una suerte para todos. Leo el reportaje y pienso con melancolía que ese cine hubiera hecho más feliz mi infancia de hortalino de Huelva. Juan es, además, un xcelente narrador. Van quedando pocos. Manoteras puso ser, sí, el barrio de un tipo como Rocky Balboa. Pero Juan viene a contarnos que Rocky nunca puso boxear en ese cine. Ni pudimos comer palomitas en alguna de sus 1.000 butacas. Gracias Juan.
Muchas gracias, Luis Eduardo. Por cada una de tus palabras. Y más viniendo de una persona que escribe tan bien cómo tú. Un honor. Me encanta la historia de Hortaleza, su patrimonio y la vida que comparte su vecindario. Es una suerte para mí poder escribir sobre ello. Un abrazo.