El reencuentro fue el 14 de abril en un colegio, ¿dónde si no? Sin embargo, no era en el Pablo Picasso donde ella pasó 20 años. Estábamos en el Ramón Pérez de Ayala y se celebraba el II Congreso de Escuela de Familias de Hortaleza. No me lo esperaba y, de pronto, las AMPAs llamaron al escenario a Miguela para hacerle entrega del premio “a toda a una trayectoria profesional”.

Segura y honesta, agradeció el reconocimiento por “su valor intrínseco” y porque le llegaba en un momento difícil de lucha contra el cáncer. Sí, el premio era una inyección de ánimo. Entonces contó que “somos emociones actuando y pensando” y que esta era “la pata que le faltaba al banco en la educación integral en los colegios”. Se quedó corta.

Meses más tarde, Miguela ganó la primera batalla y en horas comenzará la segunda, pero nos recibe en casa. Nos cuenta mucho de ella porque su marido, Juan, se alía con la grabadora y va haciendo salir datos sobre titulaciones, notas, distinciones y premios que ella confirma aunque, al tiempo, advierte: “¡eso no lo pondrás!”.

PREGUNTA : ¿De dónde eres?

RESPUESTA: Nacida en Daimiel, provincia de Ciudad Real. A los dos años, mi hermano tenía uno, mis padres emigraron a Brasil, a São Paulo concretamente. Allí nacieron mis dos hermanas.

¡Qué valientes tus padres!

Mi padre siempre ha sido muy aventurero. Tenía una tienda de comestibles y le daba mucha pena que alguien no tuviera para el pan. No le pagaban y dijo “nos vamos a América”. A los doce años, nos vinimos a Madrid.

¿Una vuelta difícil?

Prácticamente, mi primera lengua fue el portugués. Les hablaba a mis padres en portugués y me respondían en español. Estaba en el “bilingüismo” totalmente (risas). Me costó integrarme porque tenía el deje y en clase, pues, se reían. Tuve que empezar casi de cero con 12 años. Entonces me metí con los libros y lo que hacía era leer y leer. ¿Todas estas cosas no las irás a poner?

¡Tú habla!

Voy a procurar decir las cosas con cautela.

¿Dónde estudiaste?

El ingreso para el Bachillerato en el colegio Jesús María. Hice Magisterio, Pedagogía y el doctorado en la Universidad Complutense. (Juan cuenta que trabajó de secretaria para poder estudiar la carrera y que fue matrícula de honor en la reválida; ella responde que no ponga esas cosas).

¿Dónde empezaste de profesora?

Primero en el Cabrini. Cuando me pasé a la pública, estuve en el Dionisio Ridruejo. En Valdemoro en el Vicente Aleixandre y después en el Pablo Picasso.

¿Ahí fuiste directora?

Como había pedido un año sabático y tenía la licenciatura de Pedagogía, me pilló el inspector y me dijo que me tocaba ser directora. Escogí un equipo que funcionaba muy bien. Fue una experiencia tan bonita y tan de colaboración que presentamos un proyecto y seguí otros 12 años.

¿Cómo se logra implicar al profesorado?

Los profesores rinden si es algo suyo. Hay direcciones muy verticales que los consideran subordinados. Nosotros éramos compañeros que, entre todos, íbamos a sacar esto adelante. Una vez hubo un inspector, de esos que son rancios, que me dijo “oiga, no olvide señora que los colegios públicos son instituciones piramidales y en usted veo un poco plano este funcionamiento” (risas).

¿Prestigio de la educación pública?

Ha mejorado mucho. Antes teníamos mucho pudor en enseñar lo que hacíamos dentro de clase. Les dije a mis compañeros que el marketing es importantísimo pero no inventarnos cosas. Nosotros tenemos una trastienda muy valiosa y no la mostramos.

¿Pero habéis tenido apoyos?

En Hortaleza, Begoña de la Fuente ha roto un montón de lanzas a favor de los colegios y de las directoras con los problemas que teníamos. Se ha implicado mucho con los colegios públicos y concertados, pero se notaba que el ojillo derecho era de los públicos.

Tuvisteis problemas de comedor

Con la comida, solo nos faltaba en el claustro pasar la gorra. Le preguntabas a un niño qué haces ahí sentado en el banco y decía “es que no puedo comer porque mi madre no tiene dinero para pagarlo”. Se me caía el alma a los pies.

¿Cómo era posible?

Porque, a lo mejor, llegaban tarde para lo de la beca o cualquier rollo de estos… O porque eran pocas becas, luego aumentaron.

¿Echas de menos el cole?

Sí, echo mucho de menos estar con los niños y mis compañeros. Al sistema no le eché de menos porque cada vez hay más burocracia y más papeles. Es increíble que sean más importantes los papeles que los niños.

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"Los profesores rinden si es algo suyo. Hay direcciones muy verticales que los consideran subordinados. Nosotros éramos compañeros que, entre todos, íbamos a sacar esto adelante"

¿Qué fue lo de la inteligencia emocional?

Diseñé un estudio pedagógico con mi colegio y con el Cabrini. Les hice unas pruebas y trabajé con los niños durante un año. Todos los parámetros que medí salieron bastante bien pero subió mucho la autoestima y bajó significativamente el nivel de ansiedad. Con esos dos parámetros, se disparó el rendimiento escolar. Con la intervención pedagógica, hubo cambios espectaculares.

¿Qué recorrido tuvo?

Me animé de tal manera que, como no hay profeta en su tierra, busqué gente que diera charlas en inteligencia emocional a los profesores en el colegio. A los niños se las daba yo. Y como nos reuníamos los directores, empezaron a interesarse algunos colegios y fui a algunos grupos de profesores. Se enteraron en la Junta Municipal y me pidieron pasar la experiencia a otros colegios. Curiosamente, en algún colegio donde hubo pocos profesores, se apuntaron muchas familias. Se pretendía que todo esto sirviese para paliar el acoso escolar.

¿Pero qué es la inteligencia emocional?

La inteligencia emocional es vivir el presente plenamente, olvidarse del pasado porque ya no está y, del futuro si quieres programar un poco, pero tampoco porque no sabes si va a llegar. Tiene una parte intra-relacional (conocerte a ti mismo y manejar las emociones) y otra inter-relacional (saber relacionarte con los demás). Es la inteligencia del éxito.

¿Y la literatura?

Hacíamos encuentros literarios… Pedía libre, sin cobrar, y me metía a hacer con pequeños y mayores animación a la lectura. Te voy a contar una actividad muy bonita: el tren de los libros. Iba de Madrid a Toledo. En cada vagón se ubicaba la clase de un colegio. Cada autor íbamos en un vagón. Al llegar a Toledo, nos llevaron a otros colegios. Conocí a muchos autores: Carlos Villanes, Jordi Sierra i Fabra, Concha López Narváez… Para mí fue un lujazo.

¿Cómo animar a la lectura?

La mayor animación a la lectura es el ejemplo. Si un niño ve desde pequeñito que sus padres están leyendo y se divierten leyendo, lo más probable es que lea. Los niños lectores son como más maduros, con más experiencia.

¿Qué has publicado?

Tengo tres libros de literatura infantil y juvenil. Con Adiós, Álvaro me anime a seguir escribiendo porque me dieron el premio de finalista de Gran Angular. En una ocasión, Jordi Sierra i Fabra me dijo que dejara la escuela, pero le dije que me gusta mi trabajo en la enseñanza y no se puede atender a todo.

¿Y El fracaso escolar?

Si lo tuviera que titularlo hoy se llamaría Rendimiento escolar. El editor decía fracaso, lo que culpabilizaba mucho a la escuela, que es la parte que se ve del iceberg porque debajo está todo: la personalidad del niño, la autoestima, la familia, la sociedad y una serie de cosas que no tenemos en cuenta.

¿Cuál sería la clave del rendimiento?

La autoestima. Una cosa que hacíamos era decirle a los pequeños “qué suerte has tenido, tus padres han elegido el mejor colegio de Madrid y la profesora que tienes, aprovecha, porque es única”. Eso les hace tener confianza. Familia y escuela tenemos que ir en paralelo y no desautorizarnos.

No todos los colegios permiten participar

El primer cartel que quité al entrar en el colegio fue uno que decía “prohibido el paso a los padres”.

En otro libro tratas la adopción

Tanto adoptar como el acogimiento familiar dan miedo porque los niños ya llevan una mochila. Solo hay una receta: amor, amor y amor, y límites con mucho amor, pero límites, y luego ejemplo.

¿Y otro tipo de publicaciones?

Para la revista Alacena escribí muchos artículos. He colaborado con algunas editoriales, pero sobre todo en Bruño con Sagrario Pinto en un proyecto que impregnamos de inteligencia emocional y disfruté mucho.

¿Nuevos proyectos?

Tenía proyectos, sueños, cosas que hacer y lo he tenido que dejar colgado. A mi pesar, pero todo para seguir luchando contra esta enfermedad. Tengo esperanza y fe y el pálpito de que voy a ganar la guerra, si Dios quiere, pero no sé yo cómo se va a presentar.

 

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