Cuando un día como el jueves 27 de diciembre encuentras poco antes de las nueve de la noche rostros hortalinos en la línea 7 de metro, sabes dónde van. De hecho, la pregunta es incompleta pero retórica: “¿vais a…? La respuesta que sigue es “¿cómo no?”. La dirección ni se mira ni se pregunta porque el número 100 de la calle Galileo es ya del barrio y sabemos que, al llegar, se nos habrán adelantado muchas vecinas y vecinos más previsores y pacientes que habrán cogido sitio. Falta media hora para que se inicie el espectáculo y, para tomar nota con la que construir esta crónica, solo encontramos un escalón frío sobre el que aposentar las posaderas y las propias rodillas como mesa. Estamos en pleno paso de camareros que ya saben que Hortaleza lo inunda todo.
Sin duda, esta espera es parte del acontecimiento del día. Son los saludos y los rostros que se reconocen en la penumbra, que se nombran y se señalan, que se reencuentran aunque nunca han dejado de estar próximos: “He visto tu foto en Facebook”, “me tienes que pasar tu cuento”, “por fin nos encontramos”… Y así, hasta que la luz marca el silencio en esta antigua sala de cine y tanto platea como patio de butacas contienen la respiración porque comienza la magia.
Nuestra fuente nos ha proporcionado el cronograma del espectáculo. Creemos que es imposible cumplirlo. ¿Que empieza Agustín Jiménez (21.30) y siguen Pakiteit (21.45), David Cepo (22.05), Cristina Carvajal/Red Queens con Kaótica farándula (22.25), Bianca Kovacs (22.45) para terminar con Elzurdo (23.05 y cerrar a las 23.30…? ¡Imposible! Y menos con un Agustín que, micro en mano, se crece como la melena que luce este año.
¡ARRIBA EL TELÓN! EL MAESTRO DE CEREMONIAS
Son las 21:25 y un “muy buenas noches Hortaleza” arranca el clamor. Sí, se asoma por el escenario un Agustín Jiménez de pelo rizado y barba estilo Hugh Jackman en Lobezno. Viste pantalón caldera (según la luz), camisa negra, chalequillo, reloj de cadena y chaqueta con brillos. Su introducción es obligatoria, aunque todos y todas sabemos para qué se está allí: para que ” los Reyes Magos tengan carruajes”, si bien “antes venían andando”. El test generacional de este trujillano de Hortaleza funciona y el público queda al descubierto.
Agustín Jiménez, año tras año, es sinónimo de solidaridad y de éxito en la fiesta en la Galileo. Foto de Sandra Blanco
Esta noche la toma con su padre, con la voz del tutor de su hijo, con la música del Mercadona, con los nuevos galanes, con las apps, con… El repertorio es inagotable pero desde bastidores algo le ha llegado al cofundador de Radio Enlace y del género stand up en España. Solo resta tiempo para proponer un homenaje en recuerdo de Juan Carlos Córdoba, “el cómico que actuó para la fiesta de la cabalgata solidariamente” y que falleció el pasado 30 de julio a los cincuenta años.
¡Tú sí que vales, Paketeit!
Agustín pasa el testigo a Pakiteit, un beatbox que es trabajador social y al que el presentador de la noche le dice “¡tú sí que vales”. Sabemos que en el Twitter de Pakiteit figura haber recibido el título de “best showman en 2008 y 2010”, pero es modesto y reconoce que le “complica la vida salir detrás de Agustín”. El nuevo artista explica su mesa de sonido invisible. Es el momento de escuchar toda una orquesta de instrumentos que empiezan a afinarse. Con solo un micro, se llena la sala de los mejores sonidos de Hollywood. La colaboración del público con las palmas no se hace esperar.
¿Cómo empezó con el beatbox? Fue desde que su madre estaba embarazada. Pakiteit revive su propio parto hasta tener en brazos a una criatura que llora mucho. También se inició con la música clásica y el canon de Pachelbel, pero esos sonidos se fueron convirtiendo en música tecno para pasar a regetón y “música chunda chunda”. La Galileo se transforma en una discoteca. Después busca una pelota cuyo ritmo se torna carioca. Las palmas no dejan de apoyar. “Con esto le ha quitado el trabajo a más de una batucada”, dice el showman y pide participación para el siguiente tema: ”Me gusta el mueve mueve”. Ahora va a educar sobre emociones. Pide un oh apoteósico. Un corazón suena en la sala. Son latidos que varían según qué zona del planeta. Viaje a brasil, Centro América… Parkiteit es un dj: “¿Dónde está ese pueblo de Hortaleza?”. Clama el público. “Subidón y colorín colorado (agua agua) este se ha acabado”.
A Agustín se le escapa el nombre no artístico de Parkiteit y corrije para, en esta transición, envolver a los espectadores con un hijo millenial y un asunto de narcos antes de presentar la siguiente actuación.
Gran descubrimiento: David Cepo
Otro valor que desde La Chocita del Loro salta por solidaridad hasta la fiesta de la cabalgata de Hortaleza es David Cepo. ¡Qué pronto caló a María Teresa! David tiene gracia y desparpajo para representar. Está a lo que ocurre y nos ve un público guay. Comenta todo con un guión sólido que de modo meteórico va ganando intensidad y le saca partido incluso a que una botella caiga de la mesa entre el público.
David salió con la conga y una voz peculiar. Dominó la escena apoyándose en el nombre de Teresa, una espectadora, y después de José o Jesús. Preguntó por Juan José Padilla y usó la hipérbole para hacerse con la sala. Entró en el asunto de las frases del Ayuntamiento, demostró que el túnel de la M30 tiene nuevas posibilidades humorísticas e hizo una exhibición de recursos con la abuela, los seguros, los paraguas vueltos, los canales de la tele o madrileños por el mundo. El programa se va cumpliendo. Solo son las 10.20.
Para presentar la siguiente actuación, Agustín Jiménez recuerda que bailando se liga e invita a coger los flyers de Kaótica farándula y Cristina Carvajal.
Brodway en la Galileo: Cristina Carvajal y Red Queens
Después de su actuación, hemos sabido que la moqueta del escenario fue un gran obstáculo para el número que habían preparado Cristina Carvajal y sus alumnas, Red Queens. Las vimos en Las noches del huerto, donde el imaginario oriental deslumbró. Ahora la puesta en escena no era menor. El baile nos llevaba al clásico tema de Cabaret y a los alegres años veinte.
Comenzó la propia Cristina de espaldas (¿o era Liza Minnelli?) con movimientos sinuosos que caldearon el ambiente mientras el sombrero rojo pasaba de un lado a otro. Cuatro bailarinas se unen a la coreografía que va aumentado el ritmo y, en segundos, cambia el tema y cambia la indumentaria. Cuatro sillas bastan para que la mirada ni parpadee. En el tercero, es una pareja cuya pajarita blanca da un aire especial a sus movimientos. El charlestón conduce a Chicago en los años veinte. Divertidas, insinuantes y entregadas al espectáculo, las bailarinas hipnotizan a un público que, desde el lado oscuro, apenas se mueve. Sin embargo, en una de las mesas próximas al escenario, la agitación es especial. Aplausos y bravos. Gratitud de un público que aún no conoce la gran dificultad que han tenido que superar.
Nueva transición de Agustín Jiménez y los tiempos se siguen cumpliendo. Y eso que ahora utiliza a la madre, un gran pozo de recursos que nunca falla. ¿Será cierto que a todas las madres les hace leer el mismo manual? Pero el objetivo de Agustín es presentar a Bianca Novacs, actriz y humorista.
La stand up rumana: Bianca Kovacs
Nos llega la referencia de Bianca Kovacs por La Casita del Loro, donde tiene un espectáculo con la guineana Asaari Bibang con el título de Bianca y Negra. Es posible que entre el público reconocieran en Bianca al personaje ruso de la serie Acacias 38, aunque no por lo que la actriz contaba esta noche. Quizá no quedó sin tratar descarnadamente ningún tópico sobre rumanos. Apareció seria porque el juego consistía en llevar al extremo una imagen: “tengo una chica en casa de tu país pero es simpática”.
A la sesión de Bianca se le podrían poner los dos rombos de aquel código de la televisión en blanco y negro. ¿Cómo podría la actriz imaginar que entre ese público entregado había unos pocos niños y niñas de m ynos de once años? A Isseu de diez años le contamos que es un juego y que los tacos los utilizan los adultos según la situación. ¿Pero cómo explicarle que la humorista estaba denunciando la explotación laboral, el racismo, el abuso sexual o la xenofobia? Bianca imita a los rumanos que piden, habla de la recogida de naranjas o cómo los clientes de algunos locales consideran que las camareras están incluidas en el menú. La niña, sin embargo, se horroriza con palabras como puto, pezón o follado. Es duro el retrato de tantos clichés y tópicos sobre la inmigración; sin embargo, el humor de Bianca lo convierte en espectáculo para retratar nuestra propia sociedad.
Va quedando menos noche y el horario sigue cumpliéndose. Agustín Jiménez reaparece para la última transición mientras el siguiente grupo prepara el escenario. Tras la actuación anterior, hablar de drogas y borrachos parece un chiste blanco. Agustín lo extiende hasta que Elzurdo ya está preparado. Son las 23.05.
Elzurdo, canciones e ideas
Con la mirada puesta en la calle o en lo que no queremos mirar cara a cara, Elzurdo hace música de fusión. Para ello usan “la rumba con ritmos latinos, el tango o el pop” que vuelcan en el crisol ecléctico de sus canciones. Esta es la segunda participación de Elzurdo. La primera vez se lo pidió José Luis Alcobendas, Popeye. En esta ocasión, ha sido Miguel Ángel Rodríguez de Las Noches del Huerto. Chani Martín lidera este grupo. Según su primer disco, en venta a la salida de la Galileo, la letra y la música son suyas. Chani tiene tablas de actor como demuestra en el tema Yoni volador. Junto a él, encontramos artistas como María Martín (voz), Marta Rodríguez (voz, percusión y ukelele), Alexi Reyes (bajo) y Dani Cívico (acordeón, coros y palmas).
Como todos los buenos músicos, Chani es exigente con el sonido. Si no se cree, que se lo pregunten a Gonzalo, el técnico de la sala. Esta noche comenzaron con Lady halcón. El concierto es como un viaje para reflexionar: “¿cuándo pasó el tren?”, “yo vengo de donde mi voz era de otra melodía”… Con Los invisibles se presenta una realidad incómoda en la crónica de dos mendigos, “los foragidos” amos “de la ciudad entera”; con Salam aleikum “otro hijo de Mahoma cruzará la Puerta de Alcalá”. Cada tema tiene miga, pero el tiempo vuela como Yoni volador, el último de los ritmos que Elzurdo regaló en la fiesta de la cabalgata.
Solo restaba algún recordatorio y la foto de quienes habían actuado. “¿Dónde está Sandra del periódico?”, preguntan desde el escenario. Pues donde tenía que estar, frente a todos los que habían actuado y con la cámara dispuesta para inmortalizar una noche que nació siendo inolvidable. A duras penas se fue desalojando la sala. La luz descubrió que había todavía mucha gente a la que aún no habíamos saludado y faltaban muchos abrazos. Ya en la acera continuaron las conversaciones. Alguien propuso poner una placa en la fachada de la sala Galileo reconociéndola, a modo de Condado de Treviño, como sala de Hortaleza. No en vano ya son diez los años en que este antiguo cine acoge una de las citas importantes del distrito, la que financia la mismísima Cabalgata Participativa de Hortaleza.