La Floristería Flor de Lis (calle Santa Susana, 28) lleva abierta en el barrio desde 1973, más de cinco décadas decorando nuestras vidas. Todo comenzó cuando la suegra de Ana Arenas dejó de vender flores en un puesto del mercado de la calle Ibiza, en el centro de Madrid. Tuvo que trabajar duro, ya que se quedó viuda muy joven y con tres hijos que sacar adelante. Su hijo, el marido de Ana, los domingos se ponía a vender flores que depositaba en cubos delante de la puerta del mercado, porque no se podían permitir estar un día parados, aunque esto le supusiera huir en más de una ocasión de la policía de la época, por estar prohibida la venta ambulante.
Cuando compró el local, el barrio de Parque de Santa María comenzaba su andadura y no había mucha población, aunque por delante de la puerta del local pasaban las ovejas prestas a comer el género como se descuidara. Cuenta Ana que los inicios fueron duros. La primera fecha importante tras su apertura fue el Día de Todos los Santos y esperaba vender bastante, algo que no sucedió, de modo que su marido se fue a venderlo a la puerta del cementerio para no perder tanto género.
Ana, tras casarse, se fue a trabajar con su suegra, con tan solo 24 años, sin conocer nada sobre flores, por lo que tuvo que aprender, pero tenía una buena profesora, con mucha creatividad, y, como dice su nieta, era una mujer adelantada a su tiempo. Ahora, su hija Ana Isabel trabaja con ella. Comenzó a hacerlo a media jornada cuando tenía 18 años, mientras se sacaba sus estudios sobre diseño de interiores, estudios que nunca ha dejado, puesto que se está formando continuamente.
Ana Isabel tiene una visión muy amplia del negocio, pues no solo se dedica a vender flores, sino que decora eventos, hoteles, bodas… y lo hace ella sola, tarde el tiempo que tarde, ya que es muy perfeccionista y le gusta tener el control. Aquí no vais a encontrar un catálogo porque prefieren que el cliente elija las flores o, si no sabe lo que quiere, se deje asesorar. Ahora lo que se lleva es que el cliente vea por internet algo que le guste y se lo enseñe, a partir de ahí planifican un diseño.
Aparte de la profesionalidad a la hora de trabajar, donde se nota que conocen el oficio, hacen un seguimiento de los encargos. Por ejemplo, después de enviar un centro o un ramo a un domicilio, verifican que todo ha ido bien y se interesan por la satisfacción del cliente, cosa que no hacen las grandes plataformas, que a veces te mandan el ramo de San Valentín un día más tarde. Merece la pena acudir a un establecimiento como este, pues la calidad del género y la atención de quienes lo llevan es increíble.
El local de la calle Santa Susana donde se ubica es pequeño y mucha gente les ha preguntado por qué no se cambian a otro más grande, pero Ana Isabel responde que no se iría por nada del mundo porque era el local de su abuela y aún la recuerda en su silla mirándola y diciéndole: “Quién me iba a decir a mí que vería a mi nieta trabajar en el negocio”. Sin duda, en otro local no sería lo mismo porque la esencia de su abuela se sigue respirando en el ambiente, y esperemos que sea por mucho tiempo.

Además de vender flores, Ana Isabel también se dedica a decorar eventos, hoteles y bodas. SARA BLAYA LASANGAN