La Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid (ORCAM) ensaya en el barrio desde 1999, año en que se inauguró su sede en la calle Mar Caspio, entre las acacias, magnolios, almendros y pinos del parque de Isabel Clara Eugenia. Este parque formaba parte de la antigua residencia palaciega de los duques de Frías. La finca se extendía por la zona norte de Madrid, entre veredas por donde, de vez en cuando, paseaba Fernando VII, llamado el Deseado, apodo que cambió rápidamente por uno mucho menos afable y optimista.

Antaño, en los terrenos del ducado de Frías, se extendían campos de viñedos, estanques y bosques. En el siglo XIX, comenzó a cambiar de propietarios: primero, la familia Urzaiz y, en 1854, la compró una sociedad de capital francés. Fue entonces cuando emergió el convento estilo neomudéjar, que se transformó en un centro de beneficencia gestionado por Falange y, más tarde, en un internado de señoritas.

En la década de los cincuenta, parte de los jardines fueron destinados a la construcción de un teatro oval, con un pórtico formado por treinta y cinco columnas de estilo dórico inspiradas, por lo menos, en la diosa griega Atenea. La blancura de la piedra y la sencillez de líneas, sin aristas, sin barroquismos, invitan a contemplarlo. Emerge sólido y está muy bien conservado.

En su interior, las paredes están recubiertas de roca marmórea de color rojo y verde. Posee un brillo excelente y un veteado blanco distribuido de forma irregular, probablemente de origen español, ya que, en las décadas de los cincuenta y cuarenta, los materiales de construcción eran nacionales debido a las políticas económicas autárquicas de la época franquista —que retrasaron décadas la reconstrucción del país y fomentaron la corrupción—. La arquitectura de posguerra estaba sometida a una fuerte presión cultural en contra de las tendencias modernas que provenían de fuera y a favor de una especie de “estilo arquitectónico propio” que, a veces, volvía la vista a las líneas imperialistas.

ORCAM 1La ORCAM, durante un ensayo en Hortaleza / Foto Sandra Blanco

Crisol de nacionalidades

En sus anchos pasillos, descansan enormes flight case, robustos contenedores hechos de madera de abedul o fibra de vidrio con cantoneras metálicas donde se transportan arpas, violonchelos o contrabajos. Me cruzo con el dueño de uno de los cuatro contrabajos que descansa en la entrada, se llama Luis y es un sevillano de 33 años que lleva casi una década ensayando con la Orquesta de la Comunidad de Madrid. Me cuenta que la orquesta está compuesta por más de 70 músicos y el coro lo forman alrededor de 40.

Si se cuenta a la JORCAM, la joven orquesta, y al personal de administración, llegan a los 130 trabajadores. El crisol de voces e instrumentos está acompañado por múltiples nacionalidades: españoles, rusos, alemanes, rumanos, húngaros, polacos, peruanos, brasileños y búlgaros.

Ensayan unas 37 horas a la semana; descansan en agosto y, el resto del año, no paran, apenas tienen tiempo para nada más. Conciertos en el Auditorio Nacional, en los Teatros del Canal y, además, son la orquesta titular del Teatro de la Zarzuela. La ORCAM no solo ha logrado convertirse en un referente de la cultura madrileña, sino también nacional e internacional. Asisten a festivales internacionales en Latinoamérica y Asia; en Europa, han actuado en la Biennale di Venezia y en el festival lombardo de MITO, y han volado a Nueva York para actuar con Plácido Domingo en el Carnegie Hall.

ORCAM 3La sección de cuerda de la orquesta, durante un ensayo / Foto Sandra Blanco

Timbales, clarinetes y barítonos

El recinto está cerrado al público, los jardines también. Acaba de finalizar el ensayo de El carnaval de los animales, una suite en 14 movimientos compuesta por el francés Saint-Saëns donde los instrumentos se transforman en leones, burros, gallinas y canguros. Entre un ensayo y otro suenan voces, conversaciones y algunos instrumentos desordenados, algo caóticos, que recuerdan a los mejores años de Frank Zappa, cuando nadie comprendía su música.

Después del descanso, nos quedamos a escuchar Carmina Burana, una cantata escénica del siglo XX compuesta por Carl Orff y basada en los poemas medievales del mismo nombre; poemas casi epicúreos que hablan de los placeres de la vida, los terrenales.

La primera parte de la cantata se llama ‘O fortuna’ y fue llevada al cine en la película Excálibur de Boorman. Escucharla pone los pelos de punta, los timbales producen un estallido que estremece a cualquiera y el coro, que hoy está acompañado por el de RTVE, hace temblar la cristalera que bordea el teatro. Aparecen los clarinetes y Toni Marsol, el barítono, gesticula, mientras su voz antigua es llevada y traída por el director de la orquesta, Víctor Pablo Pérez. Su batuta parece flotar en el aire, un movimiento y suena el piano, otro y aparece la soprano, Ruth Iniesta, o el tenor, Gerardo López.

Al fondo de la sala, los jóvenes estudiantes de primer año de conservatorio observan en silencio. Entre ellos, acompañadas de su profesor de armonía, están Carlota y Diana, la primera toca el violín y la segunda, el chelo. Y Carmen Lope, la coordinadora de producción, que lleva más de dieciocho años en las oficinas, se despide con la promesa de dejarnos volver a este rincón de Hortaleza donde el arte y la naturaleza van de la mano.

ORCAM 4La orquesta y coro está formada por más de 100 músicos y cantantes / Foto Sandra Blanco

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