Corrían los años setenta cuando la asociación La Unión Hortaleza organizó una merienda campestre en el viejo pinar de la calle López de Hoyos, que se encontraba en serio peligro de desaparición por la especulación urbanística.

Aquel día fuimos con la bota de vino y la tortilla de patatas. La concurrencia formaba un grupo no demasiado numeroso pero realmente festivo, y se respiraba cierto aire de romería popular. Entre nosotros se encontraban los cantantes Ana Belén y Víctor Manuel, que también querían solidarizarse con la causa del pinar, pues vivían no muy lejos.

Después de comer, los artistas agarraron la guitarra, y sobre un pequeño escenario improvisado interpretaron sus canciones, que todos acompañamos a coro. Ese día vino mi abuelo Jonás, y dando un paseo entre los pinos centenarios le pregunté: «Abuelo, ¿por qué este bosque se llama «Pinar del Rey»?

Él contesto que no sabía el origen de ese nombre, pero que siempre se había oído que uno de aquellos árboles había sido plantado por el rey Alfonso XIII. Desde aquel día, “el árbol del rey” quedó como un mito grabado en mi imaginación, y tuvieron que pasar muchos años para descubrir que no se trataba de ninguna leyenda.

El pequeño rey Alfonso XIII, que apenas contaba con nueve años, tenía asignado “un lindo bonetero de metro y medio de altura”, pero aquel día cayó enfermo

La historia de ese árbol es la historia del nacimiento de nuestro querido pinar, en el día de la celebración de la Fiesta del Árbol más multitudinaria de la ciudad de Madrid. En marzo del año 1896 se organizó una expedición de cientos de colegiales desde la Puerta del Sol hasta el denominado “Cerro del Centinela”, en las inmediaciones de donde ahora se celebran las fiestas de Hortaleza.

Allí se celebraría una fiesta del árbol en la que los niños plantarían cientos de arbolitos, rodeados de “merenderos, despachos de refrescos y bebidas, buñolerías y otros tenderetes” improvisados para la ocasión, como relató un diario de la época.

El pequeño rey Alfonso XIII, que apenas contaba con nueve años, tenía asignado “un lindo bonetero de metro y medio de altura”, pero aquel día cayó enfermo, y tuvieron que ser las infantas doña Isabel y doña Eulalia las que, en su representación, plantaran aquel arbolillo en el Cerro del Centinela, conocido desde ese día como «Pinar del Rey».

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