A finales de septiembre, un tal Alatiel nos escribía informando de que a un empresario hortalino le entregaban el 4 de octubre un premio en los Estados Unidos: los Master International Swimming Hall of Fame.

Mi instinto sabueso me dijo “aquí hay gato encerrado”. Como siempre, mi instinto me falló, porque no era gato, sino pollo. Se trataba de José Luis Martín, el de La Casa de las Brasas que está subiendo por la calle Emigrantes, un establecimiento que lleva toda la vida en el barrio o, para ser más precisos, 37 años.

La cita fue en un banco junto al asador en fin de semana frío, algo de lo que nos dimos cuenta cuando llevábamos más de una hora de grabación. Aunque se habló del barrio y del waterpolo, la conversación navegó por el gran viaje en lo que para este vecino fue su graduación en la vida, su universidad: dar la vuelta al mundo.

¿Qué es el Hall of Fame?

Digamos que es como los Óscar de los deportes acuáticos.

¿Cómo has llegado ahí?

Se lo debo a Andy Burke, una de las figuras más importantes del mundo del waterpolo. Andy era uno de los referentes del Olympic Club de San Francisco. Vino en 2016 y flipó tanto con nuestra competición que me pidió mi currículo y me dijo que algo así no lo había visto nunca.

¿Qué competición?

He sido el promotor de la Copa de España de Waterpolo en categoría máster, un torneo especial con clubes de todo el mundo donde se suman el deporte, las familias y la diversión.

¿De dónde eres?

Yo soy nacido en Valencia, pero…, vamos, a los pocos días estaba aquí.

¿En Madrid?

No, pasé por Alemania, prácticamente con días.

¿Hablas alemán?

Mi primer idioma fue el alemán. Y cuando volví a Cullera con 4 años, fue un trauma porque yo hablaba muy mal el español, los niños se reían y, conscientemente, cerré el alemán.

¡Qué pena!

Ahora lo hablo, pero por los múltiples viajes que hago, porque he estado años dando la vuelta al mundo y, sobre todo, he ido mucho a Alemania, que tenía muchos amigos. El waterpolo es muy fuerte en Alemania, con lo cual he viajado muchísimo allí.

¿Pasión por viajar?

Siempre he estado fuera de casa. Y he empezado a trabajar de pequeñito. Mis padres tenían una empresa de limpieza. Yo les ayudaba desde los 8 años a ir quitando papeleras después del cole, limpiaba cristales… Sacaba mi dinero porque yo quería hacer mis viajes.

¿De niño!

Iba ahorrando y a los 15 años ya me hice mi viaje a París a ver a una novieta de Cullera. Ese fue el primero de mis viajes. Dar la vuelta al mundo era mi sueño.

“A los 15 años ya me hice mi viaje a París a ver a una novieta de Cullera”

¿En qué colegio has estudiado?

La verdad es que me echaban de todos los colegios.

¿Y eso?

Llegué a la conclusión de que la culpa la tuvo mi madre por el Quina Santa Catalina con yema de huevo y azúcar (risas).

¿Pensé que por crítico?

Yo no callaba entonces y decía la primera tontería; así que, “José Luis Martín, al pasillo”.

¿Y las notas?

Saqué la EGB negociando con los curas. Solamente tenía matrícula en Educación Física y Geografía. Mi padre se empeñó en darme una buena educación, que yo, desgraciadamente, no aproveché.

¿Te has arrepentido?

Yo nunca me arrepiento de lo que he hecho porque el carácter que tengo es de pasármelo bien, disfrutar la vida día a día. Y de lo que hice ayer, ya ni me acuerdo.

¿Cómo negociabas con los curas?

Yo les decía: “Otro año que me vas a tener aquí, apruébame y me voy”. Les daba mi palabra y a mi padre le decía que no me adaptaba.

¿Qué hiciste después de la EGB?

Llegué a hacer el Graduado Social y con 17 años me metí a hacer la mili voluntario. Si decías que eras socorrista, aparecías como socorrista en el Barberán.

¿Qué hiciste después?

Me estaban esperando unos amigos y dimos la vuelta a Europa. Hicimos una vuelta brutal por Rusia, Helsinki…

¿Cómo llegaste al waterpolo?

Con 12 años empecé a hacer natación en Vallecas. Al año estaba aburrido y veía que los de waterpolo se lo pasaban de madre.

¿Y te pasaste?

Tuve la suerte de entrar en el Grupo Deportivo Isla, que estaba en la piscina de Lago. Un ambiente increíble. Seguimos viéndonos y somos casi cuarenta. Con algunos de ellos, sigo jugando en el Canoe.

¿Dejaste el Isla?

El Isla desapareció. En España, no nos conocía casi nadie; pero nos conocían en todo el mundo porque íbamos cinco metidos en un coche a Portugal, jugábamos con selecciones nacionales de tercer grado como Marruecos, Túnez, Egipto, Bélgica… Teníamos un carácter tan jovial que nos volvían a invitar porque no éramos conflictivos en el agua y éramos muy alegres fuera del agua.

¿Y el paso al Canoe?

Después de mi vuelta al mundo, estuve tres o cuatros años sin waterpolo hasta que oí que el Canoe tenía un equipo máster y fue ir y quedarme.

José Luis Martín

José Luis Martín abrió La Casa de las Brasas en la calle Emigrantes hace 37 años. SANDRA BLANCO

¿Cuándo comenzó tu vuelta al mundo?

Antes fueron muchos viajes para coger experiencia. Siempre iba durmiendo donde podía y, cuando hacía falta, buscaba trabajo. En Noruega dormía sobre cinco metros de nieve en el saco que llevaba.

¿No tenían miedo tus padres?

Mis padres, los pobres, ya daban por perdidas las situaciones. El día que empecé la vuelta al mundo, le dije a mi padre: “Déjame en las afueras de Madrid, que luego cojo camiones y subo rápidamente a Bélgica”, porque el billete de avión salía de Bélgica. Yo era un experto haciendo todo eso.

¿Llegaste a tiempo?

Mi padre me dejó en la carretera y llegué a Bélgica puntual. El vuelo fue a Malasia, subí a Tailandia y a Singapur.

¿Cuánto tardaste en dar la vuelta al mundo?

Dos años. Había calculado que tenía dinero suficiente para viajar por Asia y llegar a Australia para trabajar. Allí, mi madre me pasó la receta de la tarta de no sé qué y empecé haciendo tartas en casa y montando un pequeño negocio de tartas. Me hice socio con un restaurante que estaba muy mal y conseguí sacar el dinero suficiente para seguir viajando.

¿Por dónde seguiste?

Viajé a Nueva Caledonia y allí en velero. Tú vas y pagas para estar con ellos, pero trabajas con ellos. El presupuesto eran dos o tres euros al día. Lo demás lo pescábamos. Después, estuve dos meses y pico en Nueva Zelanda viendo los parques nacionales. ¡Impresionante!

¿Siguientes puntos?

Tahití, Islas Pitcairn, Isla de Pascua y, en el último tramo, dos meses y medio de navegación hasta llegar a Perú. Estaba harto y me hice Sudamérica.

¿Toda Sudamérica?

Lo más al sur fue Valparaíso, crucé Mendoza y subí a las cataratas de Iguazú. Como ves, iba buscando siempre cosas naturales. Me quedé diez días en San Ignacio Miní, que me impactó muchísimo.

¿Centro de tres países?

Es frontera de tres países. De ahí a Paraguay, Río y Sâo Paulo, y cogí un tren que me encantó hasta Bolivia.

¿Y Centroamérica?

No, volví a Perú, pero por la parte de Machu Picchu y ya Lima. En Lima, cogí un billete de avión con escala en Jamaica, un mes maravilloso. Viví la buena época de Jamaica. Luego aparecí en Miami, que estaba mi hermana y estaba sin un duro.

¿Hizo lo mismo tu hermana?

No, mi hermana se fue a aprender inglés como au pair. Le dije tengo que ir a Arizona a trabajar en el desierto como regador.

¿Qué? ¿Cómo es eso?

Me lo había dicho un yugoslavo en Bolivia. Vete a John Zennini de parte mía y tienes trabajo. Llamé a John y me dijo vale. Crucé en autostop hasta Arizona.

“En Arizona estuve dos días en la cárcel”

¿Y a trabajar en el desierto?

John me hizo una entrevista y me dijo que “en 15 días empiezas”; así que me fui a México. Luego compré un coche y trabajaba 24 horas al día para ver que las medidas de agua estuvieran a su altura. Al principio es estresante, pero, cuando le coges el tranquillo, no hay problema.

En Arizona estuve dos días en la cárcel. Me pillaron trabajando sin papeles a las seis de la mañana. Fue una experiencia maravillosa y, al otro día, mi jefe pagó la fianza y ya podía trabajar legalmente hasta que hubiera juicio. Todo el mundo venía a hablar conmigo, el españolito; me contaron sus batallas, sus historias… Una buena experiencia.

¿Después a Canadá?

No, venían las navidades y quería pasarlas ya en España. Me fui a Los Ángeles, estuve viendo toda aquella zona; después, en avión a Nueva York y ya cogí un Spantax.

¿Qué edad tenías?

La vuelta al mundo fue con 23 y 24 años.

¿A buscar trabajo?

Empecé a trabajar en informática, pero me echaron a los dos días. Luego, un amigo de waterpolo me dice: “José, necesito un vendedor para vender básculas”. Pues llevo 38 años vendiendo básculas y esto (La Casa de las Brasas) es mi hobby.

¿Solo un hobby?

Es un proyecto de cabezonería con ganas de dejarlo adelante. Si vieras las instalaciones que tenemos en Rivas… Son modélicas. Ahora está mi hija y le tengo que dejar una empresa saneada. Por eso, el mes que viene haré una “fiesta de no jubilación” (risas).

¿Por qué empezaste en Hortaleza?

Era un barrio emergente, no existía Gran Vía de Hortaleza y había mucha población. Fue un acierto.

¿Eran compatibles los dos trabajos?

Yo venía aquí todos los sábados y domingos a vender. En viernes venía por cuando terminaba el otro trabajo para preparar los pollos, las patatas…

¿De qué surgió la idea?

Fue de un viaje a Perú, me enamoré del pollo peruano, que es brutal cómo lo hacen, lo bueno que está.

“De un viaje a Perú, me enamoré del pollo peruano”

¿Lo haces a lo peruano?

Ahora lo hago muy parecido a lo peruano, pero le faltan muchos ingredientes peruanos, pero la elaboración es muy parecida. Aquí no se podía hacer porque necesita mucho humo y molesta a los vecinos. Al segundo que abrí, le pasa lo mismo.

¿Entonces…?

Decidí irme a un polígono industrial de Rivas, que es donde el pollo coge el sabor a ahumado. Ahora los están asando, la furgoneta los trae y se mantienen en mesas calientes hasta que el cliente se lo lleva.

Básculas, asador, waterpolo… ¿Y la familia?

Tengo dos hijos azafatos dando la vuelta al mundo, lo llevan en la sangre. Yo me los he llevado a todos los campeonatos del mundo. Siempre he viajado con la familia, quitando puntos concretos que no.

¿Y conciliar waterpolo y trabajo?

Mi trabajo me ha permitido tener la libertad de decir “tengo un campeonato en Japón y nos vamos un mes”, o sea, cuando vamos a viajes largos.

¿Qué aconsejas para ser vendedor?

Si vas a ser vendedor, vete a dar la vuelta al mundo. Si vas a ser vendedor, date la vuelta al mundo, vive el mundo y te abre la mente, te abre el trato. Eso es una pasada.

¡Una gran asignatura! Gracias, José.

José Luis Martín

José Luis Martín, junto a los trabajadores de La Casa de las Brasas en la calle Emigrantes. SANDRA BLANCO

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