Tengo delante de mis ojos el último número de Hortaleza Periódico Vecinal. Después de releer el artículo Hablamos con Maribel Paz Cañaveras, vecina y activista social, haciendo uso de mi libertad, quiero expresar mi experiencia en otro preventorio.

Mi nombre es Inmaculada Sanz. Estuve en el preventorio Carlos I de Gallarta (Vizcaya), pueblo de La Pasionaria. Pasé allí dos cursos académicos, en la década de los cincuenta. Me quedo anonadada ante los horrores que sufrió Maribel Paz en el preventorio Doctor Murillo. ¡Cuánto lo siento! Esos maltratos que ella recibió marcan mucho. Hacen heridas profundas, difíciles de curar. Yo no los recibí nunca.

Convivíamos niñas de edades entre 7 y 14 años, dirigidas por la Sección Femenina. Todas las dependencias eran enormes, siempre limpias. Nunca lo vi como “cárcel infantil”. Lo recuerdo con afecto. La formación académica que recibí era la existente en la España: Ley sobre Educación Primaria de 1945, Ley Moyano, marcada por la ideología del nacional-catolicismo. Era la dictadura franquista, que ni la justifico, ni la defiendo; ni a ninguna otra. Si hubiera ganado la izquierda y hubiera respondido a los fundamentos demócratas proclamados en la República, estoy segura que hubiera crecido en esa libertad por mi soñada, como dice Mijaíl Bakunin: “La libertad, la moralidad y la dignidad humana del individuo consisten precisamente en que haga el bien no porque esté forzado a hacerlo, sino porque libremente lo conciba, lo quiera y lo ame”.

Tuve maestras tituladas. El teatro, la danza, la música, el juego y la gimnasia complementaban las disciplinas regladas. “Mens sana in corpore sano” (Mente sana en cuerpo sano, era el lema). Hay que educar, incluso para ir al váter. Hay que saber dominar el cuerpo. Me horroriza eso de las quemaduras del culo por hacerse pis. Faltaba y aún falta el conocimiento sobre la educación en el trato del niño como persona. ¡Menos mal que llegó el 1989 y se proclamó en la ONU la Convención de los Derechos del Niño! Sólo para algunos.

La lejanía de mi familia, con el tiempo, me sirvió de aprendizaje. Fui poniendo límites a mis sentimientos de apego. Labré mi autonomía. Educar para que se adquiera esta, es preciso.
El baño era diario, individual, con toalla propia. Las comidas, sanas y equilibradas La misa diaria, e igual el canto del Cara al sol. Si hubiera vivido en la República cantaría, tal vez, el Himno de Riego. Sí me enseñaron nacional-sindicalismo. Adoctrinar es la actitud de los que quieren mantenerse en el poder. Son así de crueles los dictadores: ideología única. No la quiero. ¡Qué nunca vuelva!

He aprendido y sabido encauzar mis pasos por otras sendas, haciendo camino al andar, como dice Antonio Machado. Dichosamente tengo el derecho de usar mi LIBERTAD. Gracias.

Les saluda atentamente

María Inmaculada Sanz Domingo

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